“Las pirámides de Egipto se construyeron con camellos, las de Colombia con marranos”, reza un chiste que circula por estos días de emergencia social. Y es que el insólito animal que muchos colombianos sacrifican en la Navidad, no solo se mueve libremente por los últimos planos de Nochebuena, sino que es una presencia constante –literal o figurada– en el tercer largometraje de Camila Loboguerrero. La película se apropia de este símbolo nacional para dar cuenta, en tono cómico y mordaz, de esa ley de la selva que parece imperar en el país, donde el vivo vive del bobo y todo “depende el marrano”.
La acción sucede –casi en su totalidad– un 24 de diciembre en la finca de una prestigiosa familia de apellido Uribe, cuando los negocios de especulación financiera de uno de los hijos se vienen al piso arrastrando con su suerte el patrimonio de no pocos incautos, de dentro y fuera de la casa. El tema es increíblemente oportuno y la película revela, en este y otros detalles, una fina capacidad de observación del entorno social.
Por supuesto que el asunto central es el mismo de casi todo el cine colombiano: el dinero fácil, y que en el tratamiento se abusa de los estereotipos para comodidad del espectador. Pero eso no impide reconocer que Nochebuena tiene momentos donde lo cómico sirve para hacer comentarios críticos más que chistes fáciles, y que los personajes, pese a estar caricaturizados, conservan en la mayoría de los casos el suficiente espesor humano para volverse creíbles. Por último, es innegable que la narración fluye de manera ágil sin dar tregua al espectador. La directora de la ingenua Con su música a otra parte (1984) y la pesada y reverencial María Cano (1990), ha hecho después de casi dos décadas el mejor largometraje de su carrera.
NOCHEBUENA. Dir: Camila Loboguerrero. Con: Matías Maldonado, Conny Camelo, Consuelo Moure. Colombia, 2008, 90 min.
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