domingo, 20 de febrero de 2011

Entonces, ¿por qué no se integran Mincultura, Mineducación y MinTIC?

El pasado 16 de febrero, la Ministra de Cultura presentó por fin los ejes estratégicos de su gestión, algo que se le venía reclamando con preocupación desde distintos sectores.

En la página del Ministerio se puede leer un sucinto informe del acto:
 

Llama la atención los cruces de estos ejes con el trabajo propio de otros ministerios. Si el Ministerio de Cultura actual tiene tan poca identidad, ¿por qué no se plantea entonces una fusión con otras carteras como la de Comunicaciones (ahora Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones-TIC) y el Ministerio de Educación? ¿Cuánto dinero pierde el Estado -y perdemos todos- en iniciativas aisladas que desconocen la compleja interacción actual entre cultura, educación, información y entretenimiento?

Me anticipo a la obvia respuesta sobre que sí existen vinculaciones, proyectos e integraciones interministeriales. ¿Pero no sería todo más expedito y eficaz con una sola cartera? Obviamente, en un país improductivo, donde la ineficiencia es normativa y con una amplia población que medra en la burocracia, una iniciativa como esta no tiene futuro político. Pero eso no quiere decir que no se deba siquiera imaginar. Voces tan influyentes como la de García Márquez, en el pasado se pronunciaron en el mismo sentido, y en un escenario incluso menos propicio.

"El Ministerio de Cultura es como las joyas, pequeño pero muy importante", dijo el presidente Santos en el acto, según informó El Espectador:


Pero luce como una joya muy poco brillante y aquilatada.

Ver documento donde se detallan las acciones que el Ministerio implementará para cumplir sus objetivos:

Los Oscar al revés: mis actores y actrices perdedores (II)

En medio de la descarga de chistes flojos, corrección política y sentimentalismo,  la presencia del "arte del actor" suele ser lo más atractivo de la casi siempre muy larga y aburrida ceremonia de los Oscar. Y no sólo por el especial glamour de las estrellas sino porque, en realidad, ellos y ellas nos recuerdan que el encanto social del cine les debe todo. Y porque aunque las películas premiadas no representen lo más granado del cine, los actores y actrices de la tradición de películas americanas -y anglosajonas- sí son los mejores del mundo. Este año, la ceremonia será conducida precisamente por dos privilegiados actores del Hollywood actual: Anne Hathaway y James Franco (este último nominado en la categoría de mejor rol protagónico) en una decisión inusual de la Academia que tradicionalmente había preferido a reconocidos humoristas u otros representantes del mundo del espectáculo. Los siguientes son los nominados, mis cábalas y mis favoritos pero casi seguros perdedores.   

Mejor actor principal 
Javier Bardem (Biutiful) 
Jeff Bridges (Temple de acero) 
Jesse Eisenberg (La red social) 
Colin Firth (El discurso del rey) 
James Franco (127 horas)

Para ser justos, es una nómina de impecables actores, y salvo hasta cierto punto Jesse Eisenberg, los demás no representan ninguna revelación. Mi favorito, Jeff Bridges, por su papel del atolondrado oficial de policía que acompaña a una menor de edad en la búsqueda del asesino de su padre en Temple de acero de los hermanos Coen, ganó el año pasado por Crazy Heart, y difícilmente repetirá. Frente a la correcta y edificante interpretación de Colin Firth en su papel del rey tartamudo que "salva" al mundo del fascismo (¿no era Churchill quien se había reservado ese papel en la historia -otro falso mito cuidadosamente desmontado por el escritor inglés Christopher Hitchens-?) en El discurso del rey, le queda poco margen de maniobra. 
Ganará Colin Firth.

Mejor actriz principal 
Annette Bening (Los niños están bien) 
Nicole Kidman (Rabbit Hole) 
Jennifer Lawrence (Winter´s Bone) 
Natalie Portman (Cisne negro) 
Michelle Williams (Blue Valentine)   
    
Todas las balanzas se inclinan hacia Natalie Portman, y por una vez estoy de acuerdo. Su interpretación de la bailarina seleccionada para ser la 'Reina Cisne' en una versión moderna de El lago de los cisnes de Tchaikovsky, intrepretada por el cuerpo de ballet del Lincoln Center, es un extraordinario ejercicio de tensión física y psicológica. La extrema competitividad, la fragilidad de un arte que es todo cuerpo y a la vez todo espíriru, es muy bien captado por la actriz de origen israelí, quien luce como si interpretara su propio drama y transformación.

No he visto Rabbit Hole ni Winter's Bone. Annete Bening es convincente como madre y esposa lesbiana en Los niños están bien (la 'indie' políticamente correcta de los Oscar 2011), pero una nominación por esta interpretación es un gesto exagerado de la Academia. Más meritoria es la actuación de Michelle Williams (la ex de Heath Ledger y quien había recibido una nominación anterior por su excelente papel de esposa desconcertada en Brokeback Mountain) en Blue Valentine, una película pequeña que amenaza convertirse en un título de culto entre los filmes de rupturas amorosas. 
Ganará Natalie Portman
                                                                                                                                                            Mejor actriz de reparto  
Amy Adams (El ganador) 
Helena Bonham Carter (El discurso del rey) 
Melissa Leo (El ganador) 
Hailee Steinfeld (Temple de acero) 
Jacki Weaver (Animal Kingdom)

Todo apunta a que ganará Melissa Leo, actriz conocida por sus interpretaciones en Río helado (por la cual también fue nominada a un Oscar y perdió) y Los tres entierros de Melquiades Estrada. En El ganador, como madre de los dos boxeadores,  es 'cabeza de turco' de la mirada despiadada  que la película de Russell hace de la marginalidad blanca en Estados Unidos y el infierno familiar. Si la Academia entregara premios ex aequo (un imposible según su sistema de votación) sería un buen gesto que la brillante Amy Adams ganará también el suyo, por su papel de contraparte en El ganador. Adams ya fue nominada por su papel de monja aterrorizada en La duda y por Junebug.
Ganará Melissa Leo. 
 
Mejor actor de reparto 
Christian Bale (El ganador) 
John Hawkes (Winter´s Bone) 
Jeremy Renner (The Town) 
Mark Ruffalo (Los niños están bien)
Geoffrey Rush (El discurso del rey)

Aquí todo parecer más claro que en ninguna otra categoría. Christian Bale, el brillante caballero de la noche o el Patrick Bateman de American Psycho, tendrá al fin un Oscar que le ha sido esquivo. Sin haber visto The Town y Winter's Bone, resulta difícil juzgar la justicia de esta unanimidad. Pero en beneficio de Bale hay que decir que en su papel de boxeador drogadicto y leyenda urbana de un pueblo de Massachusetts (por haber vencido en el ring al mítico Sugar Ray Leonard) es una de las columnas vertebrales de El ganador, una película que precisamente basa todo su mérito en el viejo arte del actor.
Ganará Christian Bale.

viernes, 18 de febrero de 2011

El Oscar al revés: mis películas perdedoras (I)

Aunque la sensatez y sensibilidad de los Premios Oscar a la hora de medir el valor artístico de las películas haya que tomarlas con pinzas quirúrgicas, cada año los desocupados espectadores caemos en la tentación de hacer cábalas y le apostamos a ganarnos el bingo. ¿Por qué? Quizá porque el mundillo del cine sería abrumadoramente aburrido si nos lo tomáramos demasiado en serio. Por eso, y contando con que algo he visto de las mayores implicadas en el fandango del próximo domingo 27 en Los Ángeles, me permito apostarle a mis favoritos y favoritas, que nada tienen que ver con lo que al final presumo que resultará bendecido con la espantosa -pero multimillonaria- estatuilla.

Un Premio Oscar es una mezcla de lobby, chantaje emocional, poder económico, culpas atrasadas y prestigio previo, por solo mencionar algunos de los cuantos condicionamientos extracinematográficos que los determinan. Para usar las palabras del tándem Hughes-Bloom (Robert y Harold, no Howard y Leopold, por si acaso), es la culminación festiva de la cultura del resentimiento y de la queja, tan propia del mundo anglosajón que se inventó estos premios para autocelebrar su miopía colonialista.

Desde hoy y por los próximos siete días, voy a ocuparme de una categoría diaria, empezando por la más importante, como corresponde a un pronóstico contrahecho y destinado a fracasar:


Mejor película del año: 


Las nominadas:
  • Cisne negro (‘Black Swan’)
  • El ganador (‘The Fighter’)
  • El origen (‘Inception’)
  • Los niños están bien  (‘The Kids Are All Right’)
  • El discurso del rey (‘The King´s Speech’)
  • 127 horas (‘127 Hours’)
  • La red social (‘The Social Network’)
  • Toy Story 3
  • Temple de acero (‘True Grit’)
  • Winter´s Bone

Con criterio mangiancho, la Academia decidió en los últimos años ampliar a diez el número de nominadas. Gracias a ese gesto (que a no dudarlo responde a motivaciones económicas y para sacar del ostracismo un buen número de títulos de inconsolable discreción), hay mucho mayor riesgo de que entren en el podium principal obras de segundo rango, o que en años de estrechez sólo clasificarían a premios técnicos o cuando más a una que otra categoría aislada, entre las principales.

En esa galería de películas menores entre ninguna película mayor (según mi opinión general de las nominadas en este 2011) clasifico a Inception, 127 horas, El discurso del rey y La red social.  Con El origen, Nolan preparó una lección de arquitectura paradojal e interpretación de los sueños, pero a su exposición le sentaría mejor un aula de clase. En 127 horas, cuando uno empieza a gozar de ese mundo de instintos primarios, Boyle (el mismo que después de complacerle en la miseria, se saca de la manga un final feliz en Slumdog Millionaire) no resiste la amoral desnudez de la lucha por la supervivencia e introduce la metafísica del individualismo y la autosuperación. En El discurso del rey, mi mayor interés era acceder a chismes familiares sobre la infancia de la reina Isabel; la tartamudez de su padre difícilmente nos conmueve a pesar de las hipérboles históricas de las que se rodea su figura. La red social, por último, es más un documento sociológico que una gran película, y tiene el final más cursi del cine americano desde Citizen Kane.

Los niños están bien y Cisne negro son bien logrados ejercicios de inmediatez sentimental, y como tal sus efectos se desvanecen con prodigiosa rapidez. La primera, sobre una pareja de lesbianas (espléndidas Annette Bening y Julianne Moore) y sus dos hijos adolescentes, parece tener lugar en tierra de nadie y no en el país del Ku Klux Klan y el Tea Party. Cisne negro es deliciosamente barroca y perversa, pero cuánto mejor está La profesora de piano, de la que parece tomar toda la matriz psicológica, aunque Haneke la supera sin tanto aspaviento.

Toy Story 3, el espléndido final de la saga,  Temple de acero, la relectura cínica y descarnada del Oeste de los hermanos Coen, y El ganador, una película que puede verse como otra historia de boxeadores pero que es en realidad un filme crudo y agudo a pesar de su final feliz (y que nos advierte de nuevo sobre como en aquel lugar -la familia- donde nos deberían proteger con frecuencia nos destruyen), son mis favoritas, pero primero se acaba la corrupción en Colombia antes que alguna de las tres gane como mejor película.

No he visto Winter's Bone, que parece ser un filme de una fantástica y enrarecida atmósfera. Las grandes favoritas, La red social y El discurso del rey, son películas desmesuradamente sobrevaloradas.

La ganadora será La red social.

miércoles, 16 de febrero de 2011

"El cine debe serle útil a los hombres": Carlos César Arbeláez, director de Los colores de la montaña


Los colores de la montaña, ganadora del premio Kutxa Nuevos Directores del 58 Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 2010, será la película de inauguración del próximo Festival de Cartagena -24 de febrero al 3 de marzo-. Su estreno en salas nacionales está previsto para el 11 de marzo. Como preámbulo, Pajarera del medio publica las reflexiones personales del realizador antioqueño Carlos César Arbeláez acerca del rodaje de este filme sobre el fin de la infancia (pero con una fuerte inscripción social y documental), sus influencias y la confianza en un cine que logre comunicarse con el público y sea "útil a los hombres"
 

Una reflexión desde el sentimiento

Por Carlos César Arbeláez

Los colores de la montaña, comenzó como una pequeña idea, casi como una imagen: un niño campesino que quería saber qué había detrás de una montaña… A medida que trabajamos las muchas versiones de guión, y por el tono casi documental en que está narrada esta película, poco a poco la difícil realidad colombiana actual se fue instalando en la historia.


Sin embargo, no he realizado un filme que pretenda explicar el complejo conflicto armado colombiano o la realidad política de mi país. Me he centrado, sobre todo, en el drama de la población civil, una película más humana y en cierta manera para un público más universal. En Los colores de la montaña, no importa tanto que hace uno u otro grupo armado en la vereda La Pradera, ya que la atención está en el drama secreto y sicológico de sus protagonistas.

Escogí el punto de vista de los niños porque me da una oportunidad de crear un vivo contraste con el mundo irracional y absurdo de los mayores. Y este contraste, me ha permitido dejar mucha violencia “fuera de cuadro”, sugerida, por ejemplo, a través de los sonidos, de los silencios, lo que sin duda la hace más efectiva que mostrarla de una forma explícita.


La película fue rodada en la provincia de Antioquia, ubicada en la zona andina de Colombia. Allí las montañas -verdes y enormes- han moldeado la cultura de esta región. Podría decirse que Los colores de la montaña es una reflexión, de una parte de la violenta realidad colombiana, desde el sentimiento, desde la perspectiva de la infancia. El balón de fútbol sobre el campo minado -un leitmotiv a lo largo del filme- es al mismo tiempo un símbolo de nuestra dura y absurda realidad, que a la vez tiene resonancias universales.

Pero también es cierto que por más trágica que sea la realidad de los niños, ellos siempre están dispuestos a defender el juego y la risa como parte fundamental de sus vidas. La infancia es, sin duda, la época de la amistad, la edad donde uno realmente consigue amigos. ¡Basta jugar un partido de fútbol para tener una docena o más…! El tema de la infancia es un tema recurrente en el cine, al que el celuloide vuelve cada cierto tiempo quizás con el ánimo de renovar miradas, una especie de volver a empezar o si se quiere como una necesidad de poder creer de nuevo.

Esta película tiene influencias del cine iraní. Es verdad como dice Truffaut, que los niños traen casi automáticamente la poesía, y el cine iraní está lleno de poesía, siempre utilizando un lenguaje sencillo y directo… También tiene la influencia de otras películas y otros directores: Adiós los niños de Louis Malle, Simón el Mago del director colombiano Víctor Gaviria…

Hemos hecho una mínima intervención artística a los escenarios naturales del Municipio de Jardín (Antioquia), lugar que decidimos como locación. Para el casting – que nos llevó más de dos años - hemos escogido actores naturales o actores no profesionales, la mayoría de la región, porque queríamos subrayar la sensación de realidad como propuesta estética. Aunque el paisaje es muy importante en esta historia no quisimos hacer una película “paisajista”, llena de color y hermosos “cuadros” fotográficos. Los colores de la montaña los hemos ido “apagando” poco a poco hacia el final del filme, como la existencia de estas vidas pequeñas.

Dudo que una película sea capaz de cumplir una función social, en el sentido de poder cambiar sensiblemente la realidad de una sociedad, una comunidad o un país. Pero como dice el cineasta Wim Wenders, el cine debería intentar una y otra vez “serle útil a los hombres”.

Ver trailer:


domingo, 13 de febrero de 2011

Se publica el guión de Confesión a Laura

No conozco el valor comercial de este libro. Me lo regalaron. No puedo decir, pues, como Gardeazábal en La luciérnaga, que me costó esto o lo otro -¿será verdad?-. Pero sé que Confesión a Laura -Guión-, de Alexandra Cardona Restrepo, un libro coeditado por la Corporación Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia y el Fondo Editorial de la Universidad Eafit, es un tesoro que encierra otro tesoro: el mejor guión que se haya concebido y realizado en el cine colombiano.



He visto Confesión a Laura veinte o treinta veces, solo, con amigos libres, con desconocidos presos, con estudiantes enjaulados en salones de clase, en cineforos, en cineclubes; en tantas circunstancias diversas que ya no recuerdo si alguna vez tuve la fortuna de verla en un cine de 35mm como Dios manda. (Su paso por las salas de cine, a comienzos de los noventa, fue fugaz y discreto).

Siempre me conmueve su equilibrio, la pausada revelación de los personajes, su lenguaje balbuciante, los gestos inseguros de Vicky Hernández, el final abierto, el triunfo de la puesta en escena (no sólo el hecho de lograr que La Habana se parezca a Bogotá), la minuciosa reconstrucción de los interiores bogotanos, las capas de cultura que se superponen, el pudor frente a los otros, la violencia a distancia, la confianza en el espectador. Todo lo que, en suma, le ha faltado siempre al cine colombiano.

Y para que tomen nota los interesados en crear una disyuntiva entre cultura y entretenimiento, puedo asegurar que a ese público sin pretensiones con el que muchas veces he visto Confesión a Laura, con frecuencia escasamente formado, el largometraje de Jaime Osorio le suele llegar hondo, hasta producir esa comunicación a la que cualquier película debería aspirar, más allá de la ansiedad de la taquilla o la sanción del crítico. Alguna vez, un funcionario del INPEC habló largamante sobre esas "señoritas" como Laura, que en los años cuarenta vivían solas en las calles aledañas a la Biblioteca Nacional (sacudidas por el Bogotazo), que leían a escondidas a Vargas Vila y eran objeto de variadas sospechas en el resto de la parroquia bogotana. ¡Y de lo bien que Confesión a Laura había mostrado todo ese mundo encubierto y misterioso! Un estudiante reconoció en el apartamento de Laura el desvelo y cuidado de la casa de su abuela. ¿No son estas reacciones que hablan de lo que ahora llaman apropiación social de una película?

El libro incluye, además, sendos prólogos de Víctor Gaviria y Alberto Quiroga, planos y fotografías del filme y una entrevista con la autora del guión: "Confesión a Víctor". Una publicación tan cuidada y modesta como la película que la inspira, pero que ojalá tenga mejor suerte.

Ver:

martes, 8 de febrero de 2011

El cine en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014

En torno a la pregunta de la anterior entrada, sobre si se trata de falta de programa o de falta de comunicación en la gestión del actual Ministerio de Cultura, lo siguiente es lo más concreto que pude encontrar sobre el sector cinematográfico en el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014:

"A partir de la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico - FDC la producción de cine colombiano se ha visto estimulada en los últimos 7 años. Es así como en el periodo 2004 - octubre de 2010, se han estrenado 67 largometrajes con un promedio de 10 estrenos anuales, promedio que antes de la ley de cine era de solo 4 estrenos anuales. Las convocatorias financiadas con recursos del FDC han permitido que, en este periodo de tiempo, aproximadamente 744 proyectos y programas cinematográficos hayan recibido recursos cercanos a los $41.500 millones de pesos, de los cuales ha destinado a $24.900 millones a 352 proyectos en desarrollo de guiones, producción y posproducción de largometrajes y, realización de documentales y cortometrajes. Sin embargo, el número de proyectos financiados corresponde a tan sólo un 7% del total de proyectos que han participado en las diferentes convocatorias."

Y eso es todo. Parece que tengo razón en que nuestras autoridades cinematográficas conciben el cine en Colombia como una industria de películas, desconociendo todas las demás implicaciones del sector.

En otros partes del Plan hay menciones aleatorías al cine y unas cuantas mentirillas, como afirmar que la producción de cine en Colombia está entre las cuatro mayores de Latinoamérica. El Plan completo se puede leer en:
 

Lo específicamente relacionado con cultura se encuentra en las páginas 322-330

lunes, 7 de febrero de 2011

¿Tiene razón María Isabel Rueda?

María Isabel Rueda, columnista de El Tiempo y analista de La W.
María Isabel Rueda es el epítome de la frivolidad en el periodismo colombiano, y por eso mismo una de las columnistas más influyentes del país. Hagan el ejercicio y vean el poco, poquísimo esfuerzo intelectual que hay que hacer para leerla, y la manera irresponsable como va distribuyendo chismes, prejuicios, amores y odios en cada una de sus columnas. Tanta apelación a lo básico por supuesto que gusta y es popular.

Y ahora, ¿qué se está preguntando María Isabel? Ella, en contravía del buen periodista, se pregunta poco y se responde mucho, o cuando pregunta ya sabe la respuesta, como sus colegas de la famosa mesa de trabajo que ejercen funciones, a la vez, de fiscales y jueces en un programa que bien podría llamarse "Los justicieros de la mañana".

En su columna del domingo pasado en El Tiempo, María Isabel evalúa el gabinete presidencial del presidente Santos. La columna completa está aquí:


Pero como este blog es de cine, me ocuparé sólo de llamar la atención sobre lo que la columnista, en su papel de aventajada Casandra, dice sobre la Ministra de Cultura, máxima autoridad del cine colombiano por lo menos formalmente, en su calidad de presidenta del Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía. "La Ministra de Cultura hasta ahora se ha dedicado a dejar muy en claro que ella es distinta de su antecesora, pero todavía no sabemos muy bien por qué." ¿Tendrá razón María Isabel?


Aunque su opinión sobre la Ministra de Cultura, a quien ni siquiera llama por su nombre, no es una pieza muy sofisticada de argumentación, conviene revisar que pudo haber llevado a la columnista a formarse ese concepto, o por lo menos ese prejuicio. 1). La doctora Mariana Garcés no ha demostrado una obsesión mediática ni lejanamente parecida a la de su antecesora, Paula Moreno Zapata. 2). No representa una minoría maltratada y a la vez resentida, por lo cual puede estar actuando con excesiva prudencia, en vista de que no es mucho lo que tiene que demostrar, ni a tantos a quienes taparle la boca. 3). Es verdad que ni siquiera la opinión pública mejor informada sabe muy bien cuál es su prioridad: ¿macroeventos? ¿Alguna legislación? ¿Un sector específico?

Todo apunta a que ocho años de un gobierno angustiado por los resultados y capaz de llevarse todo por delante para conseguirlos, han creado una opinión a su vez impaciente, calenturienta, de verbo fácil, una opinión cuya representante esclarecida bien puede ser María Isabel Rueda. Y que en la actual dictadura mediática (no, no hice parte de la marcha dominical de hace unas semanas encabezada por Piedad Córdoba), los temas que no se pongan en la agenda de la prensa y, por su intermediación, en la de los ciudadanos, es como si no existieran.  Pero lo importante, para no ceder al chantaje periodístico, es ponderar cuáles temas son los que deben merecer la atención, de acuerdo con prioridades bien establecidas.

El caso del cine es especialmente dramático por su opacidad dentro de la actual administración del Ministerio de Cultura. Además de unas pocas decisiones menores que poco a poco se van conociendo, como el recorte de convocatorias o la reasignación de recursos en el presupuesto del Ministerio (decisiones más bien impacientes y poco estudiadas), ninguno de los temas mayores se ha asumido frontalmente. En la actual administración de la Dirección de Cinematografía parece existir el convencimiento de que una industria del cine en Colombia es igual a una industria de películas colombianas. 

Y no es así: el cine en Colombia debe fortalecer los circuitos de exhibición y favorecer su desconcentración (que Cine Colombia no sea el macropoder del sector es también una responsabilidad del gobierno), debe invertir en el público para que el nicho minoritario del cine de calidad pueda crecer ("los paseos millonarios" más que entusiasmar deberían cuestionar a nuestras autoridades) y debe tener una política de formación de personal técnico y artístico a largo plazo; y "lo último pero no lo menor", debe propiciar una discusión verdaderamente pública de las políticas, para que la sensación cada vez mayor de favoritismos y discusiones intestinas o cerradas, pueda ser despejada. Sin esas convergencias las películas colombianas seguirán estrenándose en tierra de nadie, la exhibición mantendrá un comportamiento oligopólico y el mal gusto seguirá siendo identificado con el cine colombiano, con el alejamiento definitivo de cada vez mayores sectores del público.

Que la Ley de Cine se ocupe preferentemente de apoyar la producción resulta inevitable desde su misma concepción. Pero el Ministerio debe ir más allá y recuperar su interés por temas como los que menciono,que parecen complementarios o accesorios, pero no lo son. 

Aunque estoy seguro de que María Isabel Rueda no tiene razón y de que lo que ella extraña es la exposición mediática porque sí, también es cierto que la actual Ministra debe posicionar su agenda. De lo contrario, y en una época de estados de opinión y mercadotecnia política inmediatista, ella misma como ministra puede resultar sacrificada.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cine colombiano o cómo matar al padre

A propósito de lo planteado por Jerónimo Rivera y Julio Luzardo en el blog de Pajarera del medio (entrada del lunes 31 de enero), yo sí considero que el rompimiento generacional en el cine colombiano es importante y necesario. De lo contrario las cosas se estancan en un respeto reverencial y paralizante por el pasado. Por supuesto que reconozco la importancia de conocer el pasado, pero en el caso del pasado de nuestro cine, sobre todo para tomar distancia de él.  El cine y el arte en general -ni hablar de la vida en su conjunto- no evolucionarían sin esas tomas de posición fuertes en el seno de una tradición, que la sacudan y movilicen.

¿Por qué y para qué tanta corrección política? Pongo aquí, y guardando las proporciones para no ser acusado de trasponer discusiones ajenas, lo que ocurrió en el cine francés de los cincuenta. La posición de Truffaut respecto al "cine de calidad" de su país en los cuarenta y cincuenta fue un detonante para la renovación de la Nouvelle Vague, y no fue equivalente a un rechazo al pasado por sí mismo (pues al mismo tiempo Truffaut demostraba su admiración por Vigo, etc.). O sin ir muy lejos, en Argentina, la famosa caratula de la revista El amante, "Lo viejo y lo nuevo", fue toda una declaración a favor de un grupo de directores que representaba lo más vital en términos creativos del cine argentino en los años noventa, y en contra de las películas anquilosadas y literarias de Aristaraín et al. El Nuevo Cine argentino reconoció igualmente su deuda con figuras anteriores como Leonardo Favio.

Una discusión de ese talante hace falta en Colombia, ¿qué es lo viejo y qué es lo nuevo en nuestro cine? (que no es lo mismo que los directores con trayectoria y los directores jóvenes). Para mí, y lo he dicho en otras ocasiones, películas como La pasión de Gabriel de Luis Alberto Restrepo o Los actores del conflicto de Lisandro Duque son cine viejo, sembrado en una estética conservadora aunque se trata de directores que se reconocen y afirman como políticamente progresistas. El vuelco del cangrejo es un cine nuevo, que toma caminos indirectos y deja el campo abierto para un nuevo espectador. Si antes se hablaba de una política de los autores quizá ha llegado la hora de una política de los espectadores. Pero no serán El jefe, El paseo, o Retratos en un mar de mentiras las películas colombianas que más contribuyan a esa expansión cualitativa del público.