domingo, 22 de julio de 2018

Cine y literatura (y 4): Entrevista con Pilar Quintana


Después de un -algo prolongado- receso, vuelve la serie de entrevistas con escritores y su relación con el cine, de G. Jaramillo Rojas. En esta cuarta entrega el autor conversa con Pilar Quintana, autora de La Perra, una de las cinco novelas finalistas del Premio Nacional de Literatura que entregará este año el Ministerio de Cultura de Colombia.

Por G. JARAMILLO ROJAS*

Pilar Quintana ha sido también libretista de televisión y guionista. En esta entrevista habla de estas tres experiencias. Foto de Greg Bal, tomada de la página oficial del Ministerio de Cultura de Colombia.


G. JARAMILLO ROJAS: ¿Cómo ha sido tu relación con el cine a lo largo de los años?
PILAR QUINTANA: De dependencia absoluta. Veo películas todas las semanas, a veces todos los días. Mi plan favorito del mundo es ir a cine o quedarme entre las cobijas viendo una película.

¿Crees que lo cinematográfico y lo literario están profundamente hermanados y condenados a encontrarse o hay caminos propios de cada uno donde el otro lenguaje no tiene cabida?
Creo que el cine y la literatura se encuentran y se dividen; que pueden transitar de la mano o irse por caminos propios y excluyentes. Lo hermoso del cine y la literatura es que admiten infinitas formas. No hay un modelo para hacer literatura así como no puede haberlo para hacer cine. Hay tantas posibilidades como autores, gustos e intenciones literarias o cinematográficas.

Hay quienes consideran que el cine es un modo de expresión tan nuevo que, necesariamente, debe ser completamente diferente de la literatura. ¿Lo crees así? ¿Qué opinas?
No creo que el cine deba ser completamente diferente de la literatura sino que puede serlo. Hay directores que exploran posibilidades que solo el lenguaje cinematográfico ofrece y se alejan de los mecanismos literarios. Otros se apoyan en los mecanismos literarios y los adaptan al lenguaje cinematográfico. Unos no son mejores que otros. Creo que el cine y la literatura tienen una relación simbiótica natural, pero también pueden vivir separadamente.

¿Consideras que el cine es un producto estricto de la literatura o sólo una expresión de ella?
Yo no diría que el cine es un producto de la literatura, pero tampoco una expresión de ella. Creo que es un medio de expresión separado de la literatura, que puede nutrirse de ella o nutrirla a ella, pero que existe por sí mismo y por fuera de lo literario: un arte por derecho propio.

El cine ha recibido de la literatura relatos, argumentos, formas y cualidades. La literatura, en todo el último siglo, ha venido recibiendo del cine diferentes modos de narrar, concertando nuevas miradas y objetivos ficcionales e incluso estilos. Teniendo en cuenta todo esto ¿Ha influido el cine en tu carrera como escritora?
A veces digo que soy una guionista que escribe libros. Siempre he vivido  de la escritura y uno de mis primeros trabajos fue como libretista de televisión. Uno de mis primeros trabajos y sin duda el más importante porque a través del lenguaje audiovisual aprendí a contar historias de un modo efectivo, buenas o malas, eso era lo de menos, pero efectivas: que capturaran al televidente y lo obligaran a seguir viendo sin cambiar de canal. También escribía, con amigos, guiones para cine. Estos no vieron la luz, afortunadamente, pues eran flojísimos, pero de la misma manera que con los libretos me sirvieron de entrenamiento.

Los libretos y los guiones de esos años fueron una gran escuela, y es algo que siempre les recomiendo a los aspirantes a escritores que me piden un consejo: trabajar escribiendo guiones o, por lo menos, tomar un taller de guion. Yo no soy una escritora académica sino de calle y la calle –es decir, la experiencia, el oficio– me la dio la escritura de libretos y guiones.

Hoy en día sigo escribiendo mis libros del mismo modo que se escriben los guiones: primero el argumento, luego la escaleta y entonces ya el trabajo grueso de escritura. No conozco otra manera de trabajar.

Para muchos el cine ha dejado de ser un arte y se ha convertido explícitamente en un espectáculo. ¿Algo así pasó alguna vez en la literatura o crees que pueda llegar a pasar?
Los dos son al mismo tiempo arte y espectáculo. El cine siempre lo ha sido porque tiene ese componente de un público reunido en una sala y a las estrellas y el glamur. La literatura, anteriormente, estaba alejada de eso. Los escritores publicaban su libro y lo máximo que ocurría era que salían reseñas en los periódicos. Ahora no es así. Publicás y tenés que presentar tu libro en un evento parecido a los estrenos de las películas, ir a ferias y festivales como los directores de cine y hacer un poco de estrella frente al público: decir cosas ingeniosas, hacer pensar y reír, entretener. Es una parte del trabajo, la que menos me gusta, pero necesaria para promover los libros. Igual el arte sigue ahí, detrás de todos los fuegos de artificio.

Fernando Vallejo asegura que el cine es un lenguaje muy menor al lado de la literatura, así como la literatura es infinitamente inferior a la música ¿Qué piensas de esta afirmación?
Pienso que hay que desconfiar de los absolutos. 

La palabra es la unidad fundamental de la literatura y sin ella no habría cine. ¿Sin imagen (que es la unidad elemental del cine) crees que podría haber literatura?
Creo que sí, que puede haber, por ejemplo, una literatura muy abstracta o filosófica. Pero esa es la literatura que menos me interesa. Para mí la idea de la literatura es lograr ponerle imágenes en la cabeza al lector: lograr –con palabras– que él vea lo que yo me imaginé.

En mis talleres de escritura les digo a los asistentes: “Cierren los ojos y vean la historia que quieren contar como si fuera una película, con los colores, el sonido, los personajes, el vestuario y el clima. Luego cuenten esa película.”

Una vez le dije a un amigo director de cine que su oficio era muy duro, ya que le tocaba trabajar con mucha gente: el director de fotografía, de sonido, el diseñador de vestuario, de arte, etc. Su respuesta me encantó: “Trabajo duro el tuyo, pues te toca hacer sola de directora de fotografía y de sonido, de diseñadora de vestuario y de arte…”

Hay adaptaciones e inspiraciones de todo a todo: del teatro al teatro (Antígona de Sófocles y la versión diferenciada de Bertolt Brecht), de la poesía a la escultura (Las flores del mal de Baudelaire y El pensador de Rodin), de la música a la literatura (La Consagración de la Primavera de Igor Stravinsky y la novela homónima de Alejo Carpentier), de la literatura a la música (los amores de Paolo y Francesca de La Divina Comedia de Dante recreados en Francesca de Rimini de Tchaikowsky) de la arquitectura al cine (Metrópolis de Fritz Lang) y tal vez la más explotada de todas las adaptaciones entre otras muchísimas: de la literatura al cine (Muerte en Venecia de Tomas Mann recreada por Luchino Visconti) Con todo esto y en todos los sentidos y tránsitos omitidos más por espacio que por otra cosa ¿Consideras que existen las adaptaciones perfectas o fidedignas o más bien todo se reduce al universo de la inspiración? Y ¿Los lenguajes, además de ser diferentes, pueden resultar incompatibles?
Me parece que las adaptaciones siempre son una obra nueva y en ese sentido no creo que deban ser fidedignas al original. Creo que es válido que preserven tanto como quieran del original o que se alejen hasta hacerlo irreconocible. En últimas eso es lo que hace la literatura: reinventar, explorar de un nuevo modo historias que otros ya contaron y temas que otros ya narraron.

Riccioto Canudo, es el responsable de que desde 1914 el cine sea considerado el Séptimo Arte cuando escribió su Manifiesto de las Siete Artes. Allí él abordó y definió al cine como una síntesis de las artes en donde se ve y se oye, y que con su capacidad de rememoración también hace posible que se huela, se deguste, se palpe y, en definitiva, se sienta. ¿Con respecto a la literatura y en general para con el mundo del arte, estás de acuerdo con esta afirmación o crees que las cosas han cambiado o nunca fueron así?
Estoy de acuerdo en que el cine es un arte.

¿Qué tipo de conocimientos o sentimientos es incapaz de aglutinar el cine en relación a la literatura o qué tiene el cine que no tenga la literatura?
En la literatura tenés la palabra para explicar; en el cine no y solo podés mostrar. Por ejemplo, en un libro uno puede poner al personaje a mirar por la ventana y decir que está pensando tal cosa. En el cine solo lo podés mostrar mirando por la ventana y sugerir qué está pensando o sintiendo a través de sus expresiones o la puesta en escena.

Últimamente, en muchas películas, uno ve que ponen una voz en off –a modo de narrador literario– para que nos vaya explicando los sucesos. Me parece un recurso muy pobre, tanto que he terminado por querer desalojarlo por completo de mi literatura. Cuando descubro a uno de mis narradores explicando algo pienso en esas películas con narradores en off que no me gustan para nada y hago el esfuerzo por encontrar una imagen o acción narrativa que sustituya la explicación y muestre o sugiera, como en el cine que me gusta.

El polifacético Howard Hawks dijo en alguna ocasión que para hacer cine hacen falta tres cosas: Una buena historia, una buena historia y una buena historia. ¿Se aplica para la creación literaria?
Yo creo que sí. En mis talleres de escritura siempre insisto en ello.

¿Lo bello, lo feo, lo horroroso y lo sublime en cine es igual a lo bello, lo feo, lo horroroso y lo sublime en literatura?
Sí.

Cuéntanos un poco sobre tu experiencia como guionista.
En los años noventa, cuando era libretista de televisión, tenía que entregar 45 páginas por semana. Eso me dio músculo escritural, pero me la pasaba encerrada en la casa, en piyama, frente al computador, y mis personajes tenían más vida que yo. Ganaba bien, sin embargo era una vida un poco triste.

En 2013 Antonio García Ángel y yo nos ganamos un estímulo de Proimágenes para desarrollar nuestro guion "Lavaperros", del que en ese momento teníamos ya un argumento largo y detallado. Cuando terminamos de escribir el guion habían pasado siete años desde que concebimos la idea. En 2017 ganamos el estímulo integral y este año van a filmar la película. Justo la próxima semana vamos a trabajar en los últimos ajustes del guion con el director, que es Carlos Moreno, y entonces habremos terminado nuestro trabajo y dejará por completo de ser nuestra película para quedar en manos del director y, luego, cuando la estrenen, del público.

Antonio y yo trabajamos ese guion porque queríamos divertirnos, descansar un poco de las penurias la escritura de cuentos y novelas, que se hacen en soledad. Lo hicimos: nos reímos cantidades. Pero también tuvimos reveses y nos tomó demasiados años llegar a la versión final. Escribir guiones es tan trabajoso como escribir novelas, solo que uno lo hace en compañía. El trabajo en el cine es siempre en equipo.

¿Qué tanto tiene La Perra de cinematográfico?
Yo creo que todo: es muy visual, una historia pequeñita con pocos personajes y en un ambiente dramático.


El club de la pelea, de David Fincher, una adaptación admirada por Pilar Quintana, que mejora el material original.

¿Recuerdas especialmente alguna adaptación cinematográfica?
Es muy difícil responder esto porque muchas de las grandes historias del cine son adaptaciones. Cuando en una película la historia es sólida, no digo que siempre, pero sí en muchas ocasiones, se trata de una adaptación de un libro. Y no es porque los escritores de literatura sean mejores que los guionistas sino porque por lo general los escritores han tenido más tiempo para pensar y trabajar sus historias y sus obras han resistido más filtros: los que uno mismo se pone a lo largo de años y años de trabajo, los de los lectores de confianza a los que uno entrega los primeros borradores, los de los editores, que suelen ser bastante exigentes, y los de los lectores al que les llega el libro terminado.

Unas adaptaciones que me gustaron bastante, porque representaron celosamente a  grandes libros que me encantan, son Ana Karenina y Orgullo y prejuicio de Joe Wright y Lo que queda del día de James Ivory.

Una que me gustó bastante por todo lo contrario, es decir, porque se aleja del libro y, en mi concepto, lo mejora, es El club de la pelea de David Fincher.

¿Cuál o cuáles de tus obras te gustaría ver representada en la gran pantalla? ¿Por qué?
La Perra, porque, como dije antes, es muy visual y tiene todo para ser adaptada: una historia precisa, unos pocos personajes y un universo hermoso y brutal como es la selva del Pacífico colombiano.

¿Sigues el cine colombiano? ¿Qué piensas de lo cosechado en los últimos años?
No veo todas las películas colombianas, pero sí trato de ver las que más me llaman la atención. Hay tres cosas que me asombran porque eran inconcebibles en mi adolescencia: el número de películas que se filman y estrenan al año (en aquella época, con suerte, se filmaba o estrenaba una); la diversidad de géneros que se exploran (comedias, horror, ciencia ficción, drama, guerra, dramas íntimos...) y la calidad técnica, que ahora es impecable en casi todas (en los ochenta y noventa la fotografía podía ser muy pobre y la regla era un sonido atroz).

Las tres películas colombianas que más te gustan.
Siete: Matar a Jesús de Laura Mora, Amazona de Clare Weiskopf, Tierra en la lengua de Rubén Mendoza, Los colores de la montaña de Carlos César Arbeláez, Perro come perro de Carlos Moreno, La gente de La Universal de Felipe Aljure y Cóndores no entierran todos los días de Francisco Norden.

Un puñado de películas y/o directores inolvidables para ti.
Brian De Palma, Carlito’s Way; Win Wenders, Wings of Desire y Faraway, So Close!; Guillermo del Toro, El laberinto del fauno.
Pero, para mí, el mejor de todos es un guionista: Charlie Kauffman de Being John Malkovich, Adaptation, Eternal Sunshine of the Spotless Mind y Anomalisa (que además dirigió él). Todas ellas están entre mis películas favoritas de todos los tiempos.

*Estudió Sociología en el Externado de Colombia y, posteriormente, una maestría en Sociología de la Cultura en alguna universidad argentina. Actualmente se desempeña como cronista para varios medios latinoamericanos y forma parte del consejo editorial de Revista LATE.


lunes, 9 de julio de 2018

MANIFIESTO por un (nuevo) cine CUIR en Colombia.


Este fin de semana, algunos de las cineastas firmantes leyeron en la Cinemateca Distrital de Bogotá, el Centro Colombo Americano de Medellín y la Cinemateca La Tertulia de Cali, un manifiesto por un (nuevo) cine Cuir en Colombia. La lectura tuvo lugar en funciones del Ciclo Rosa, el evento de cine lgbtiq+ más importante del país y donde ha quedado claro, una y otra vez, lo escasa e insatisfactoria que es en Colombia la representación de las sexualidades queer. Hoy, el día que comienza el Bogota Audiovisual Market (BAM) y a unas pocos semanas de la entronización de Iván Duque y su sonsonete de las economías naranja, este grito en contra del contenido y el formato homogeneizado, se reviste de todo su sentido liberador.

El susurro del jaguar, de Simon (è) J. Paetau y Thais Guisasola, una de las películas de referencia para las nuevos cineastas cuir de Colombia.

Nosotras, cineastas raros, mariconas, desviadas, voltiados, degenerados, confundidas, invertidos, areperas, cacorros, marimachas, floripondios, cacalanas, degeneradas, maniquebrados, perezosas, mariposas, constatamos:

Históricamente, en las películas colombianas (incluso en las que apreciamos) nuestro deseo ha sido representado desde unos pocos y asfixiantes modelos:

-Personajes de opereta, cómicos, ridiculizados, desexualizados, como el director de arte de la agencia de publicidad en Pasado el meridiano.

-Personajes que reptan en los márgenes, confinados a oficios del submundo del crimen: “No sé qué gusto le sacan a eso”, le dice Florencia a Ever y Perfecto, después de que violan a los niños -dormidos o muertos- en Pura sangre.

-Personajes hipersexualizados que arrastran un deseo mendicante: “Quítate la ropa muchacho”, le dice Fernando a uno de sus amantes en La virgen de los sicarios.

-Artistas homosexuales que subliman su deseo para que deje de ser un peligro social, como en Nuestra película, La desazón suprema: retrato incesante de Fernando Vallejo y Antonio María Valencia, música en cámara.

Nuestro cine  ha sido mojigato, puritano y remilgado. Cámara de resonancia del recelo, la burla, la desconfianza y el odio. En estas películas -las películas de la vergüenza-  las ausencias hablan. El silencio sobre el deseo lésbico, bisexual, trans e intersexual, muestra un cine prisionero del prejuicio y la comodidad.

En una sociedad que padece una violencia estructural, el cuerpo martirizado, silenciado, excluido, desechable, parece ser el único cuerpo posible. Nuestros cuerpos no están hechos solo para el sufrimiento. Somos cuerpos para la fantasía, el placer, los sueños y la imaginación.

Aunque tenemos herramientas jurídicas y culturales para hacernos visibles, el cine en Colombia se mantiene rezagado, jugando al escondite, el secretico y la victimización. ¿En serio es todavía una revelación que nuestro deseo existe?

¿Qué dice del deseo juvenil y de la angustia del clóset una parodia como Mariposas verdes? ¿Acaso no es solo una fantasía etnográfica una película como  Contracorriente? ¿Nos representan las actrices que juegan a ser trans en La estrategia del caracol o Buscando a Miguel? ¿Por qué son falsas las emociones y no el artificio en melodramas como La luciérnaga?

Este cine, dominado por el autoengaño y la insinceridad, nos exige tomar por asalto los medios y modos  de representación.

Somos más que un tema, una cuota o una descripción. Somos una forma de mirar: oblicua, inestable e invertida ¡Somos Cuir! No queremos ser normalizados, pasando del frío clóset al banal decorado. Abominamos el nuevo costumbrismo: nuestro deseo nos atraviesa pero no nos agota.

"Somos más que un tema, una cuota, una descripción", dicen los nuevas cineastas Cuir. En la imagen, otro referente: Soy tan feliz, de Vladimir Durán.

Lo Cuir es mestizo, impuro, fluido. Es disruptor. Películas como Soy tan feliz, Mila Caos, Cilaos, El susurro del jaguar y Adiós entusiasmo abren un camino. Han roto el tejido de supuestos, comodidades y fronteras que nos aprisionan.

Hemos de transgredir formas y cruzar límites. Los límites autoimpuestos.

Cuir no es patrimonio de un país o de una lengua, olvidemos las fronteras, los mapas, los géneros asignados.

Traicionemos nuestra herencia y los lugares que ordena la tradición.

Recuperemos a nuestros ancestros, hagamos de la Historia una mariconería. Integrémonos a los ritos y mitos de los que hemos sido desterrados.

El cine Cuir es territorio, es pueblo, es cuerpo.

Acabemos con la estructura de los hombres hombres, de los machos machos con la que se hace nuestro cine. Que a ningún director de fotografía se le llame señor, pues un técnico no es lacayo. Que la realización se convierta en un acto de contagio y comunión. Que los cuerpos técnicos se contaminen de otros cuerpos: mujeres, transexuales, bisexuales y todas las sexualidades que son una pregunta o un tránsito. Que nuestras películas sean fruto de manos, sudor y corazón Cuir.

Seamos un cine radical. Un grito. Una maquina de fragilidad, feminidad, sensibilidad, ternura, afecto.

No nos interesa explicarte nuestra diferencia. Nuestra existencia híbrida, sincrética, exuberante, habla por nosotros.

Desconfiemos de lo perfecto y lo genérico, del formato y el contenido. Abracemos todas nuestras posibilidades, errores, aberraciones.

Los espacios públicos nos esperan. Iluminemos la oscuridad de la catacumba, la taberna, el sauna y los apartamentos. Dejemos la seguridad de los fondos de financiación, los festivales y los multiplexes. No nos escondamos, abramos nuestro camino con el cine. Vamos al encuentro de otros que, como nosotras, han sido segregados.

Que la cámara no se quede en el hombro, que vaya a la cicatriz, la arruga, el pliegue, el coño.

Busquemos la memoria de aquellas que, como miles de nosotros, han sido perseguidas y aniquilados. Saquemos a flote lo sumergido y provoquemos con ello una inundación. No hay excusa para prolongar esta dependencia, el cine Cuir tiene que nacer primero libre.


Andrés Felipe Ardila Ardila
Andrés Isaza
Andrés Suárez
Angélica Hoyos
Alirio Cruz Cabrera
Camilo Villamizar Plazas
Daniel Mateo Vallejo Gutiérrez
Henry Melo
Javier Segovia
Jesús Gómez Giovanetti
Jonas Radžiūnas
Laura Huertas Millán
Luis Esguerra
Manuel Villa
María Paula Jiménez
Natalia Imery
Pablo Roldán
Santiago  Henao Vélez
Sara Fernández