viernes, 19 de noviembre de 2010

Cartagena: las geografías "difíciles" *

Tras el estreno de Cartagena (L' Homme de chevet), en el 50 Festival de Cine de esa ciudad el pasado mes de febrero, comentarios bastante desfavorables al filme de Alain Moone empezaron a circular. Se repetía así el fenómeno que afectó a otras películas, entre ellas El cielo de Alessandro Basile o Desasosiego de Guillermo Álvarez, que nunca se pudieron recuperar de una premier en uno de los espacios más cargados de historia en el cine colombiano y donde se suele exacerbar la intolerancia cinéfila y cineclubística.

Sorprende encontrase ahora con un filme que tiene muchos más méritos que los previstos en aquel boca a boca.Cartagena no adolece al menos de esa "estética sintética" tan propia de las películas filmadas en el país, que usan las locaciones colombianas para ilustrar todo un ársenal de prejuicios sobre el trópico salvaje e incivilizado. Una imagen del país creada para ojos extranjeros y que parece no precupar mucho siempre y cuando se cumpla la agenda de la Comisión Fílmica: "vender el país" como escenario sin entrar en inoportunas injerencias en qué se hace con esas locaciones.

Es cierto que Moone no se resiste a ubicar cómodamente al espectador en algunas postales turísticas propias de Cartagena (las murallas, la ciudad vieja, la miseria, el mercado, las prostitutas, la basura), pero sus mayores esfuerzos se concentran en mostrar el desarrollo de los personajes y sus relaciones: Muriel, una mujer francesa postrada en un cama (Sophie Marceau), un ex boxeador de supuesto origen colombiano pero de clara eduación europea (Christopher Lambert) y una ex profesora de la Alianza Francesa, interpretada sorprendentemente por Margarita Rosa de Francisco. Los tres coinciden en la necesidad de escapar de un pasado penoso, y encuentran en Cartagena la oportunidad de lograrlo, actualizando, cómo no, el viejo motivo cultural de la huida de la civilización hacia un lugar al margen de la historia donde un nuevo comienzo es posible.
 

El ex boxeador llega a la casa de Muriel para trabajar como su enfermero y su hombre de cabecera (tal como lo sugiere el título en francés), y en los ratos libres entrena a una mujer negra para una pelea de boxeo a la vez que se desliza en los márgenes de la ciudad con fascinación autodestructiva (las citas de Bukovski, Rimbaud o Álvaro Mutis cumplen una función de correlato a este viaje hacia atrás).

Atrapada como está en el borde de la representación racista, la película de Moone se levanta de ese fango gracias a una particular crudeza para ir revelando a los personajes, una "manera dura" que neutraliza cualquier tentativa de solución  romántica. Finalmente, quizá la muerte es la única huida posible y definitiva.

El filme se estrena hoy en Colombia, al mismo tiempo que otras películas como Bad Lieutenat (exhibida con el curioso título de Enemigo interno), de Werner Herzog, o London River, de Rachib Bouchareb, que pueden resultar quizá más atractivas. ¿Cómo, por cierto, se deciden los estrenos en Colombia, dado que hay semanas áridas y otras en las que las alternativas compiten entre sí?

*sobre el tema de los viajeros europeos por Latinoamérica, y el sueño, fallido o no, de reiventarse a sí mismos en esta nueva geografía, recomiendo el texto de Ángela Pérez, La geografía de los tiempos díficiles, que se concentra en experiencias de los siglos XVIII y XIX. El título de este artículo sobre Cartagena, evoca este antecedente.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Rabia en el corazón

Rabia, una coproducción entre Colombia, Ecuador y España, dirigida por el ecuatoriano Sebastián Cordero (Ratas, ratones, rateros y Crónicas), se estrenó ayer en Colombia, después de un recorrido relativamente exitoso por festivales internacionales (ganó el Premio Especial del Jurado en Tokio y el de Mejor Película en Málaga y se exhibió en Guadalajara y Toronto). En los créditos de la película aparece como productor el mexicano Guillermo de Toro y la participación industrial  de Colombia corrió por cuenta de la empresa Dynamo.

Antes de discutir otros aspectos del film, se debe reconocer que Cordero utiliza hábilmente algunos recursos cinematográficos (planos siempre bien concebidos, sobretodo) para lograr el suspenso y crear un ambiente enrarecido como marco a la relación entre dos inmigrantes latinoamericanos en España. Así, la mansión en la que ocurren los hechos (y donde José María, uno de los protagonsitas, se encierra para estar cerca de Rosa, la mujer a la que ama) es un personaje más dentro de la narración de esta película, que debe ser juzgada más en su relación con el thriller como género que en una posible inscripción en el realismo social a la colombiana.

Sin embargo, ese deseo explícito de hacer cine de género, manifestado abiertamente y enhorabuena por una empresa como Dynamo, permite plantear una serie de reflexiones, que son legítimas a la hora de abordar la relación del cine colombiano (o si quiere hispanomericano) con los géneros mayores y con el cine dominante made in Hollywood.

Esa apropiación de géneros no es nueva, como suponen los recién llegados a la industria. Al contrario, es una marca del cine colombiano tan definitiva como el realismo escueto con el que no pocas veces se identifican las películas nacionales. Históricamente el cine colombiano ha imitado muchos modelos, desde los melodramas franceses e italianos en los años 20, hasta los mexicanos en los 40, pasando por las incursiones recientes en el noir o en el road movie.

Tal apropiación solo ha significado algo en términos estéticos cuando se introduce un fuerte componente local que desestructura el género en su traducción, hasta convertirlo en "extraño". Ocurrió así en Pura Sangre (Luis Ospina, 1982) o en Carne de tu carne (Carlos Mayolo, 1983), ejemplos de incursiones irreverentes en subgéneros como los de los vampiros o los zombis, llenas de la hojarasca del suelo local.

Es el tiempo de decir que Rabia no tiene nada de esa irreverencia, y que sus condiciones de producción pueden de algún modo explicar su desangelada corrección, pero no la justifican. En la lógica de las coproducciones, la película aspira a un público internacional al que se le complace borrando las evidencias que podrían situar el film en una perspectiva crítica del mundo. Las marcas que aún sobreviven en la película son esquemáticas y meramente ilustrativas. Pongo dos ejemplos: una de las inmigrantes (Martina García) es conocida en el filme como "la colombiana", no sólo porque la actriz efectivamente lo es sino porque su apariencia puede acomodarse fácilmente en el estereotipo ("está buena y todos se la quieren follar") e instalar comodamente al público en él. Y el segundo es la alusión a la crisis económica española actual, que nos ubica en un tiempo histórico. Ninguno de estos dos aspectos tiene en el filme un desarrollo importante, ni tendría por qué tenerlo en un simple thriller de caracter industrial.

Pero mi pregunta es si esto es un modelo para el cine industrial que se quiere hacer en Colombia o con participación colombiana: un cine que difícilmente (y vergonzosamente) habla de "nosotros" y cuya relación con la tradición del cine colombiano o con la cultura colombiana es inexistente.

No me canso de insistir en que Rabia es un obediente filme de género, pero llamo la atención sobre la necesidad de dejarlo ahí, y no pretender cargarlo de ninguna otra relevancia. La película de Cordero no muestra el problema de la diáspora latinoamericana, y espero que nadie se engañe al respecto. Para lograr eso, en vez de proceder a borrar todas las marcas de lo latinoamericano, como hace el film, tendría que haberlas acentuado. Al contrario, Rabia busca lo homogeneo, lo redundante, el código. Y su perspectiva crítica es nula en tanto asume precisamente todas las exigencias de lo dominante.

Pero encrucijadas como las anteriores son precisamente las que plantea la búsqueda de un cine transnacional: qué se sacrifica y qué se obtiene en la idea de traspasar fronteras, qué tanto complacemos al otro, cómo sobrevive la hojarasca de lo propio ("hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos", como escribe García Márquez en el prólogo de su novela de 1955, la primera del ciclo de Macondo, precisamente). Son preguntas que hay que abordar de frente y sin hipocresía. ¿Pero hay suficientemente masa crítica en el cine colombiano para emprender ese debate?

Por cierto, dejo dos links que revelan el estado de nuestras discusiones:

http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/nc/detalle/article/el-cine-colombiano-no-es-una-industria/

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/A/al_cine_colombiano_le_salio_acne/al_cine_colombiano_le_salio_acne.asp?CodSeccion=217

Ver trailer: