Se necesita fe a borbotones para ver El Man. Y ya no es la que se le pedía al maltratado espectador colombiano para convencerlo de ir a ver un nuevo esfuerzo del cine nacional. Ahora es fe en sentido estricto. El personaje principal es un taxista que, a su pesar y amparado en el poder del Divino Niño, se convierte en superhéroe; y el antagonista es un vulgar especulador inmobiliario. Alrededor de ambos personajes, ostensiblemente ridículos, hay, por un lado, un barrio popular en camino de ser demolido, con su buena y pobre gente, y por otro, una oficina de serviles funcionarios.
Son temas y ambientes que recuerdan La estrategia del caracol. Pero la película de Cabrera era un homenaje a la resistencia popular, mientras en El Man todos los gestos, colores, costumbres o lenguaje de la “gente del pueblo”, están mirados desde la superioridad de quien filma lo popular sin untarse de sus miserias. Con el ojo bien puesto en la taquilla, Harold Trompetero dirige una película descabellada, que hace reír solo por el tamaño de su desproporción. Y que degrada no digamos el cine como arte, sino el oficio mismo de hacer películas en Colombia, cuando ya se creían superadas las épocas del legendario Jairo Pinilla, creador de ‘Kondor El Mago’, el verdadero primer superhéroe nacional.
En El Man todo cuanto ocurre es inverosímil e incongruente: se le exige al público que lo crea todo, sin justificar nada. El argumento, el guión y la puesta en escena se toman todas las licencias. Pero no se trata de libertad artística; son las gracias del Divino Niño que puede convertir, por puro capricho, una comedia en una película fantástica. Lo único congruente de El Man es cuando el antagonista llama por celular a un tal Dago, y lo tranquiliza diciéndole: “Si está feo no se preocupe. Eso es para pobres”. Y los pobres somos todos nosotros.
EL MAN: Guión, dirección y producción: Harold Trompetero. Con: Bernardo García, Fernando Solórzano, Inés Prieto, Aída Bossa. Colombia, 2009, 100 min.
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