jueves, 4 de febrero de 2016

Días extraños, de Juan Sebastián Quebrada: "¿Cómo vamos de abismo?"

Juan Lugo Quebrada y Luna Acosta, la pareja de colombianos protagonista de Días extraños.

Dentro de la competencia nacional del FICCI 56, se anunció esta semana el esperado estreno de Días extraños, la película del director colombiano Juan Sebastián Quebrada, rodada en Buenos Aires y que tuvo su premier en la competencia internacional del BAFICI 2015. El siguiente texto fue escrito por otro colombiano en el sur.


Por Giovanny Jaramillo Rojas*

Tuve la oportunidad de ver Días extraños más por voyerismo que por verdadera convicción. Ahora agradezco el hálito voyerista que me llevó a enlatarme un viernes –en hora pico en un subte abarrotado de oficinistas, cleptómanos y gente malhumorada, hasta llegar al centro neurálgico del popular barrio de Caballito.
Hacía calor y la Avenida Rivadavia rebosaba de zombis compulsivamente limitados por sus relativas condiciones de muertos en vida. Sin embargo, para mí la experiencia de Días extraños ni siquiera comenzó cuando agarré el subte para ir a ver la película, sino justamente hace más de tres años cuando ya instalado y decidido a vivir en la bellísima capital del Uruguay, me dio por cruzar el Río de la Plata hacia la delirante Buenos Aires, ciudad que, en menos de dos semanas, me atrapó reflejando su prepotente vanidad en los tersos ojos de mi novia, también bogotana, como yo.

Esto que escribo, desde el anonimato que es el mismo lugar en el que está situado el argumento de Días extraños, son sólo impresiones que manaron gracias a la marginalidad de sus personajes y la temerosa pero encantadora soledad a la que están profundamente abocados. En fin, antes que nada quiero comentar que en los 68 minutos de proyección auspiciados por el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente-BAFICI 2015, no dejé de pensar en aquella circunstancia de la novelita de Andrés Caicedo (Angelitos empantanados), en la que Danielito Bang le pregunta a Miguel Ángel –el protagonista: Ey ¿cómo vamos de abismo? Y Miguel Ángel responde: Bien, gracias. Todavía no toco fondo. No dejé de pensar en este frío diálogo porque desde que lo leí por primera vez vi una complejísima e hilarante historia para explotar cinematográficamente y, parece ser que, el elegido para hacerlo, haya leído o no ese libro, fue Juan Sebastián Quebrada, el director de la película en cuestión.

Ahora bien, hay obras de arte que no se tienen que entender, ni racionalizar, porque justamente su clave está en sentirlas, y ese portento, tan escaso y prácticamente imposible, hoy por hoy, lo logra lúcida y honestamente Días extraños, una película que trata sobre el miedo, un miedo que no viene desde afuera, sino un miedo que emana desde lo más íntimo de sus personajes, y que sólo se hace palmario una vez se ven en la obligación de enfrentarse a la terrible otredad. En esta suerte de oda o crítica de la turbación que me representa la película, encuentro la clave de la universalidad del "mensaje" de la misma que supera la "simple" historia de una pareja de jóvenes colombianos en Buenos Aires, adentrándose en la construcción dramática de una gran metáfora a propósito del individualismo moderno, fielmente simbolizado en la consumición de dos personas que, en una intensa diatriba de amor, no sólo se arrinconan entre sus respectivos aislamientos, sino que se desnudan ante sí mismos explorando sus límites y definiéndose sólo en los límites del otro. 

Esa incapacidad que tenemos todos de reconocernos a nosotros mismos en un proceso de introspección propio, que retrata perfectamente el film con el plus de la extranjería, creo que es la mayor ganancia del argumento porque muestra agudamente que todo lo que se muta en agresión o choque, contra el afuera, no es más que una excusa para salvaguardar el pavor que nos genera el adentro, legitimando así nuestra soledad en relación a la compañía de los otros, y más si estamos lejos de casa descubriendo los elementos de un mundo ajeno con mutaciones tan puras como intransferibles.

Esa otra violencia

Algo que me sorprendió de Días extraños es que independientemente de que haya sido forjada –en su mayoría por colombianxs en otro país, es que maneja una narrativa que el cine colombiano no ha podido superar desde hace décadas y que tampoco tendría por qué hacerlo: la violencia. En la película me parece que el tema de la violencia se optimiza, generando un nuevo universo para cuestionar ese fenómeno que es lo que más colombiana hace a la gente de Colombia, además de volverlo tan intestino e individual que logra desembocar en procesos de caracterización y representación de la esencia idiosincrásica de nuestro apabullado país. 



El film, además de mostrar esa violencia vernácula que se basa en el mencionado miedo, evidencia esa otra violencia mucho más solitaria e ignota que, día a día, reproducimos los colombianos en Colombia o en cualquier parte del mundo, y que sin tener que matar o lastimar a otros nos ejecuta a nosotros mismos en la silla eléctrica de nuestra identidad: la malicia, como una fórmula capital del carácter nacional que, si bien puede ser un rasgo, digamos general, en los temperamentos de muchos otros países sobre todo latinoamericanos,  está más que acentuada metódica y distintivamente en la llamada colombianidad. Celebro la normalización de esas violencias referidas que logra la película en el molde de la ficción, aunque las deteste intensamente como realidades reales. 

Me gustó sobremanera Días extraños porque me permitió ser un simple observador, ni siquiera espectador, de la vida, los personajes y los paisajes figurados de una ciudad fantasma que se niega a los espectros que ella misma forja. Me gustó porque es evidentemente provocadora y nunca se siente la cámara, además de que todo parece transcurrir como transcurren las cosas a puerta cerrada y en un contexto pretérito y melancólico agenciado por un blanco y negro que recuerda aquella intemperancia atmosférica explotada por Jim Jarmusch en Coffe and Cigarrettes. Me gustó porque me reconocí en dos cosas, para mí, sensibles: por un lado al ser un colombiano más que transita desoladamente esta jarrita llena y a rebosar que es Capital Federal en la que muchas veces, paradójicamente, no hay porteños, y por otro lado al estar adelantando desde hace varios meses con un grupo muy reducido de amigxs colombianxs, con mucho esfuerzo y a paso de caracol, el rodaje de un largometraje (Mi voz con vos) sobre un colombiano que deambula entre Argentina y Chile buscándose a sí mismo en el silencioso exilio que habita.

Para terminar quiero llamar la atención sobre algo un poco rimbombante y muy imprudente, por demás: ese primer plano de la película, cuando él va caminando con prisa y la insta a ella a que acelere su sosegado paso, está, a mi parecer, entre los mejores planos y los más sensitivos de la menguada historia del cine colombiano. No sería una exageración afirmar que la personalísima película de Juan Sebastián Quebrada es un depurado quiebre estético y argumental en la historia del cine de autor en Colombia. Ojalá el país pueda verla próximamente en cartelera, no sólo la película lo merece, sino el buen público también.

*Estudió Sociología en el Externado de Colombia y, posteriormente, una maestría en Sociología de la Cultura en alguna universidad argentina. Actualmente trabaja como editor y redactor para revistas digitales y programas de radio independientes de arte, cultura y sociedad en Buenos Aires y Montevideo.


Ver trailer:

https://vimeo.com/124254388