domingo, 3 de mayo de 2015

De un tweet, de una película y de unos nuevos dioses



La sorpresa que (me) causa leer este tweet del documentalista, teórico y ex director del BAFICI Sergio Wolf, tiene algo de primitivo y se podría resumir en una pregunta de macho de cantina, de esas que abundan en Colombia (las preguntas, los machos y las cantinas). ¿Quién es usted para venir a resumir la historia del cine colombiano de las últimas décadas en una afirmación de menos de 140 caracteres? Pregunta torpe y que, sin duda, no lleva muy lejos. Porque ella revelaría la ansiedad y la conciencia de una relación asimétrica. Lo cierto es que, más allá de que cualquiera puede decir lo que se le pase por el magín, en ejercicio de la ilusión de libertad que dan los medios y las redes sociales, Wolf tiene una autoridad especial para que, aquello que diga, esté investido de aura, parezca una revelación. Además, su vínculo con el cine colombiano reciente es incontestable. En sus funciones de programador, jurado de convocatorias o simple espectador ha tenido un acercamiento privilegiado a las películas colombianas y ha intervenido (dándoles un lugar de visibilidad en el BAFICI) en el destino de algunas de ellas, como Agarrando pueblo y Pepos, esta última la extraña obsesión de Augusto Bernal Jiménez, una película "interesante", sobrevalorada hasta el delirio por el director de la Escuela Black Maria y lamentablemente secuestrada en su circulación por el propio director, Jorge Aldana. Precisamente como documentalista, teórico y ex director del BAFICI, Wolf ha reunido en torno a sí mismo el capital simbólico suficiente para permitirse no explicar lo que dice, para hablar en el vacío, un vacío que le corresponde llenar a sus oyentes, nosotros. Aquí haré un intento de penetrar en ese misterio.

Voy a empezar por aclarar que quizá hablaré de colegas y que, seguramente usaré argumentos ad hominem. Es incómodo tener que explicar que hay una larga tradición de estos usos retóricos, pero lo considero necesario en esta época tan aburridamente aséptica y políticamente correcta. Y hablaré de críticos porque lo que creo que revela el "provocador" tweet de Wolf, antes que nada, es la certeza de su oficio que algunos de ellos han reunido, la conciencia de su poder. Y toda exhibición de poder es, por principio, de mal gusto.

El poder de los críticos se ejerce en franjas muy acotadas y precisas del amplio campo de batalla que es el cine. Con las grandes películas de la industria, los llamados blockbusters, es mínimo lo que el crítico puede hacer: triunfarán o fracasarán, por encima de sus gritos en el desierto. Su poder (siempre debería leerse nuestro poder), entonces, se desplaza y se reduce, a los cines otros: los cines nacionales y sus luchas ingentes por ganar visibilidad, las películas que se mueven en ese dispositivo que se puede nombrar como "cine de autor", los cines de bajo presupuesto y que voluntariamente se ubican en algún margen. De cara a estos cines el crítico, quiero decir ciertos críticos, tienen garantizada una influencia que repara simbólicamente todo lo que se ha perdido en el camino. La principal devaluación que ha sufrido "el crítico" es la reducción de su presencia en los medios tradicionales, donde bien que mal, desempañaba un rol en el juego de "informar", darle forma a la opinión pública, fungiendo como un representante del oficio que Albert Camus llamó el mas bello del mundo. El periodismo, al menos idealmente, levanta un cortafuegos que separa al periodista de los intereses administrativos e institucionales, y de las fuentes, para proteger su independencia con respecto a ellas. El periodismo también supone la responsabilidad sobre lo que se dice, porque está en juego la credibilidad, el bien mayor del periodista, así que incluso las provocaciones deben estar sujetas a los hechos y no corresponder a invenciones o intereses específicos.

"El crítico", pues, ha sabido reinventarse migrando su voz hacia  medios no tradicionales y escampándose laboralmente en una variedad de oficios que, de forma inevitable, llevan a conflictos de intereses, porque aniquilan de tajo el cortafuegos y lo ponen en una relación inseparable con los representantes de la industria y el mercado, por un lado, y con los creadores por otro. Hoy ese crítico aparece como programador de salas y de festivales, como curador de museos, franjas televisivas y colecciones audiovisuales, como escritor de catálogos y jurado. Se objetará que, de algún modo, siempre fue así. Y es cierto. Lo que ha cambiado es, precisamente, la manera en la que circulan ciertas imágenes, determinadas contenidos audiovisuales definidos por su renuencia o su dificultad para incorporarse al mainstream.


Días extraños, de Sebastián Quebrada, seleccionada en la competencia internacional del 17o BAFICI.

Es en este contexto que intento explicar(me) el sentido de la ampulosa declaración tuiteada de Sergio Wolf. Días extraños es, hay que decirlo de una vez por todas, antes de ser de nuevo malentendido, una película impetuosa y refrescante, una opera prima en la que parece haberse sedimentado la gran presencia de estudiantes colombianos en Buenos Aires y, en general, en Argentina, logrando "unidad y solidez" como aquella hojarasca del famoso prólogo de García Márquez, e incorporándose a ese suelo fértil que es el cine argentino. Lo que ya venía anunciándose en cortometrajes como Soy tan feliz de Vladimir Durán o en la radical obra de Felipe Guerrero, llega en Días extraños a un insólito vigor. La película de Sebastián Quebrada es cine hecho en sus propias condiciones, con bajo presupuesto e independencia creativa. Y con los problemas asociados a sus condiciones de producción. Es una película humana, demasiado humana. No ese ovni venido de una galaxia extraterrestre como lo sugiere el tweet de Wolf. No voy a hablar aquí más de la película, pues análisis más puntuales de ella se harán en futuras entradas de este blog, solo quisiera celebrar la manera como ella nos obliga a repensar lo que sería hoy el cine colombiano, sus márgenes, límites y fronteras. 



Soy tan feliz, cortometraje del colombiano Vladimir Durán.
Porque por mucho que se aspire a que las películas circulen por el mundo sin adjetivos, estamos lejos de esa asepsia. Días extraños siempre será la película de unos estudiantes "colombianos" en Buenos Aires, sobre una pareja "colombiana" que, al contrario del cine "colombiano" asexuado, está atravesada por el erotismo y sus consecuencias: el vacío, los celos, la muerte. Su posición excéntrica en relación con Buenos Aires, se juzgará como una mirada extranjera sobre la que hay que ejercer cierta forma de condescendencia y paternalismo (sur-sur para seguir en el insoslayable juego geopolítico). Buenos Aires, en algunos cosas, todavía vive del sueño de ser el París del sur.

Wolf decide entonces fungir como ese padre y, a la manera de un situacionista del sur, hacer un gesto en torno a Días extraños e "intervenir" en el destino de la película. Como no es periodista decide pasar por alto que las opiniones deben corresponder a hechos o al menos argumentarse. Su gesto, de calculada arrogancia, no necesita descender al barro de las explicaciones. Los dioses se revelan en la zarza ardiente y cuando van a decir algo dicen "soy el que soy". Y los fieles... que se piren. 

Quisiera solo llamar la atención sobre los peligros de esa concentración de poder. En los "campos de batalla" en los que hoy reaparece el crítico, así festivales como salas especializadas, catálogos de colecciones o revistas de nicho, encuestas y listas (donde por cierto no hay que argumentar nada), premios y convocatorias, ocurren humanos, demasiado humanos mecanismos de inclusión y exclusión. Puede ocurrir que un mismo crítico promueva una misma película en estos muchos frentes: uno a varios festivales nacionales e internacionales en los que coincide como programador, una sala de arte y ensayo donde es asesor, un pack de video para el cual él escoge la película y escribe su entrada, un medio especializado que le sirve de campana de resonancia a su gusto o, en el peor de los casos, a su prejuicio, unos premios donde es jurado, etc., etc. (un prestigioso crítico presente en el FICCI de este año objetaba la presencia de Cord, de Pablo González, en la competencia colombiana bajo el argumento de que era una película de ciencia ficción). Puede ocurrir también, que ese mismo crítico obstruya con violencia otra película, condenándola, probablemente, a un injustificado olvido. Estas películas, generalmente esforzadas y pequeñas, independientes y de bajo presupuesto, viven o mueren bajo el abrazo de estos nuevos dioses. A lo que estamos abocados es a una peligrosa homologación del gusto cinéfilo bajo el amparo de los nuevos rectores de ese gusto: los críticos-programadores-curadores-jurados. La "Internacional Cinéfila", iniciativa de Roger Koza, es un buen parámetro de esta homologación. Por un lado, conmueve el interés por promover otros cines, por otro lado es preocupante la forma como entra en el mecanismo de los prejuicios y las exclusiones, de los imperativos y los deber-ser.



Este poder del crítico no es pues una invención paranoica, sino un hecho verificable. Lo que queda a mano es lo de siempre: atención, crítica permanente de cualquier forma de poder, reconocimiento racional de los hechos, sospecha sobre cualquier  forma de pensamiento teológico, autocrítica en los casos en los que uno mismo esté inserto en estas lógicas, quizá un poco de humor. Ayer publiqué yo mismo un tweet que intentaba caricaturizar la intervención de Wolf, entrando a saco en una tradición cinematográfica ajena, cacheteando y descabezando, a la topa tolondra, lo que hubiera al paso: décadas de películas buenas y malas que no merecían ser despachadas de forma tan sumaria.




Por supuesto era un tweet ridículo o, donde al menos, eran palmarias las asimetrías que sobreviven en las redes sociales a pesar de su promesa de igualdad democrática. Hay ciertos lugares desde los que se puede hablar generando sentido. Hay otros desde los que se puede hablar, respirando resentimiento. Hay países, capitales y tradiciones desiguales. En el primer caso estaba Wolf, en el segundo yo. En esta liturgia del cine -o en sus exequias como las llamó Oscar Cuervo en el blog La otra- sobrevive la cuidadosa distribución de sacerdotes que ofician el ritual y fieles que asisten embelesados:



Estaría bien abrir la ventana y que entre un poco de aire.

6 comentarios:

Unknown dijo...

https://vimeo.com/124695687

sergio wolf dijo...

Lejos de la arrogancia que se me arroga y menos de un poder que no tengo y de un oficio de "crítico" que hace mucho no ejerzo...

El supuesto exceso sobre "Días extraños" solo quiso llamar la atención con entusiasmo y admiración, sin nombres propios ni explicaciones que la propia dinámica de Twitter impide ni un desarrollo histórico del cine colombiano film a film, tanto del que he visto como del que he leído o con cuyos cineastas he conversado e intercambiado en estos diez años.

Esto en un arco temporal que va de "Garras de oro" a Gaviria, de "Canahuaro" a Cabera, de "Pepos" a Ciro Guerra o Ruiz Navia, de Norden a Camilo Botero Jaramillo, de "Pasado meridiano" a Ospina-Mayolo, de "Roa" a "Alias María".

"Días extraños" me parece una película NUEVA en el contexto de lo que he visto de la renovación del cine colombiano.
Imperfecta, desmañada, vibrante, cruzada por influencias y por ideas para digerirlas y proponer lo mejor que el cine puede hacer: crear un mundo, unos personajes que lo habitan, un modo de hablar y amar, una inscripción contemporánea...Nada más, nada menos.

Asimismo, si "Días extraños" no fuera tan valiosa no se la estarían disputando los principales festivales colombianos.

Sergio Wolf

Anónimo dijo...

El tweet de Wolf es una opinión de cinéfilo de un investigador que fue director de cierto festival y ya no lo es. Como toda opinión, está cargada de pasiones o provocaciones, determinadas más aun por la lógica de los 140 caracteres de la plataforma donde fue escrita. Pedro lo acusa, porque presumiblemente esperaba más elaboración y/o profundización en su afirmación, así como alguna cierta responsabilidad por tratarse de una figura pública con conocimientos notorios. Hasta cierto punto, la pelea de Pedro es válida en términos de cuestionar las autoridades o las miradas de poder, pero Wolf, también tiene el legítimo derecho a provocar y chocar contra un cine colombiano (de compleja y extensa historia por supuesto), que al parecer conoce y ha explorado. ¿Por qué duele tanto la cáustica provocación de Wolf? - ¿Es porque acaso le arrebató a Pedro la buena nueva de "Días extraños", si en verdad propone algo? ¿Es porque acaso Pedro es el único que puede hacer provocaciones o pensar o patear el cine colombiano y sus vicios o aciertos? ¿Qué problema hay con que Augusto Bernal defienda una película mítica (y bastante provocadora, si hablamos también en esos términos)? - Unos son contestatarios, pero otros,más bien reaccionarios.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

O quizá el poder (y aquí cito un texto inédito de Josetxo Cerdán) es: "en términos 'foucaltianos' algo difuso y relacional: una estrategia, algo que no se posee, sino que se ejerce".

Anónimo dijo...

¿Podrías indicarme por favor cuál es "la radical obra de Felipe Guerrero"?

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Sí, documentales como "Corta" y "Paraíso" y cortometrajes como "Nelsa". Aunque la obra de Felipe Guerrero, que trabaja también como montajista ("El vuelco del cangrejo", "Perro come perro", "El Páramo", entre otras) se ha desarrollado especialmente en Colombia y con "temas" colombianos, mi hipótesis es que su mirada ha sido fertilizada por la particular cinefilia que se vive en la Argentina, país donde vive. De Felipe me llama la atención, sobre todo, su pasión por los formatos y por la materialidad del cine, el excepcional trabajo sonoro de sus películas y la renuencia a dejarse encasillar en narrativas tradicionales, psicológicas o ilustrativas. Aquí puede leer un comentario sobre uno de sus trabajos: http://pajareradelmedio.blogspot.com/2012/09/corta-de-felipe-guerrero-nosotros-la.html