lunes, 26 de octubre de 2015

Violencia, de Jorge Forero: ¿Tríptico exclusivo o “arte” excluyente?

Por Oscar Garzón*

En días pasados leí en este blog un texto de Pedro Adrián Zuluaga sobre Violencia (que el autor afirma haber escrito para acompañar el estreno de la película de Jorge Forero en la Berlinale 2015). Y el sábado en la noche fui uno de los espectadores de las llamadas "únicas funciones" de su estrenó en Colombia. Lo que a continuación comparto surgió a partir de varias preguntas críticas sobre Violencia y el entramado en el cual se insertó su promoción y exhibición. Es, entonces, un texto que cuestiona lo escrito por Zuluaga (que dadas sus características, puede ser tomado como un texto promocional) y busca ahondar en el debate crítico de la película.

Segundo segmento de Violencia, de Jorge Forero.

Ya es bien sabido que las buenas intenciones suelen tener la terca costumbre de convertirse en una suerte de oasis; apuntamos con fuerza y convicción hacia él, solo para encontrarnos con arena entre los dedos. Violencia, de Jorge Forero, termina siendo una película motivada por la pretensión de aquello llamado “compromiso”: un compromiso con el Arte y el País. Antes de detenernos en este discurso que se ha tejido entorno a su promoción, distribución y estreno, encuentro prudente y necesario hablar de la película misma, de sus 74 minutos de “Buenas Intenciones”.

I. Construyendo Violencia

Violencia se teje en un tríptico de segmentos-episodios que buscan retratar la vida de tres personajes a través de un lenguaje de lo cotidiano. Su estructura parte del supuesto hecho de que, como argumenta Forero en una entrevista para el portal LatAm cinema: “en el conflicto en Colombia hay principalmente tres actores: guerrilla, paramilitarismo y el ejército” (1). 

En el primer segmento tenemos El Secuestrado, en el segundo El Falso Positivo y en el último El Paramilitar. ¿Por qué los distingo de este modo? Porque la película se rehúsa a darles un nombre y pretende dibujar aquello que su director ha denominado un arquetipo. ¿Y qué entiende por arquetipo? No es muy claro, aunque sugiero que nos aventuremos por definir este concepto como un personaje-modelo, una representación originaria que habla de un todo. Forero defiende esta decisión en un artículo de Samuel Castro en la revista Arcadia, donde explica que “los personajes no tienen nombre ni apellidos en la historia, para que nadie pensara que estas eran historias particulares y para evitar señalamientos y prejuicios…” (2).

Aquí vienen, entonces, las primeras preguntas: ¿busca el director universalizar la experiencia del secuestro? ¿La experiencia del Falso Positivo? ¿Por qué narrar una historia particular, desde lo cotidiano y a la vez optar por personajes-modelo universales? El riesgo aquí es palpable en el segundo segmento, quizá el más débil, donde vemos claramente una necesidad del director por crear una cotidianidad que es forzada por diálogos poco verosímiles, con pausas en la actuación que rompen la idea de lo cotidiano y un actor principal que parece fuera de contexto. Su historia no es más compleja que aquellas que construye un noticiero de televisión oficialista; éste no pretende ahondar en el individuo, en las diferencias, pero construye eficazmente una idea abstracta de víctima.

El Falso Positivo de la película es un personaje-modelo más cercano a la caricatura que al arquetipo, porque es un modelo vacío, falto de malicia, en un barrio popular cualquiera (¿también arquetípico?) donde el destino se cierra sobre él porque así es la historia de los Falsos Positivos y hay que mostrarle al mundo lo violento de este acontecimiento. Los personajes-arquetipo de Violencia terminan siendo muñecos o stick-figures que el director maneja para que correspondan con sus “buenas intenciones”. Ahora bien, Forero argumenta que no pretende contar nada nuevo, pero sí quiere poner al espectador en una situación específica:

“Quise poner la lupa sobre la cotidianidad de la violencia: mostrarle al espectador algo que ya conoce, pero buscar la manera de generar una nueva posibilidad de respuesta. La película no trata al espectador como un niño ni como una masa homogénea; lo trata como un adulto para darle posibilidades de nuevas lecturas de lo que está pasando. No juzga, no pone ejemplos, no señala. No intenta contarte algo que no sabes, sino que quiere mostrarte algo que tú ya sabes para poder mirarlo con otros ojos y poder generar una nueva lectura” (2).

¿Pero cómo se construye aquí la posibilidad de generar “una nueva lectura” en el espectador? Si la historia es la misma que ya conocemos, supondríamos que la forma cinematográfica entraría a aportarle al espectador herramientas para construir ese algo más que un noticiero, por ejemplo, no puede darnos: ahí radicaría el valor del cine, del tan cacareado Arte como respuesta a eso apabullante y trágico llamado Guerra.

Sin embargo, las herramientas formales no son contundentes e incluso en ocasiones entran en choque con la unidad de cada segmento: por ejemplo, en el primer episodio hay un plano secuencia de la cámara sujetada al actor mientras camina entre la selva; el resultado es un movimiento que distrae de la expresión del individuo y su cotidianidad. La variedad termina negándole unidad a la película. Violencia se pierde en un compendio de técnicas (3), sin que ninguna sea realmente significante

Para rescatar está el plano secuencia que abre la película y que promete retratar un cuerpo con paciencia en la mitad de una selva aplastante, en una situación trágica donde el tiempo tiene su propio ritmo infernal. Pero luego todo se desvanece en un ir y venir formal que, en vez de crear lecturas distintas, termina dejando al espectador con la lectura de siempre: una señora que escuché al salir de la sala apenas atinó a decir pobrecito muchacho. ¿A quién se refería? ¿Acaso a El Secuestrado o a El Falso Positivo? ¿Al Paramilitar que se rehúsa a seguir órdenes? Gran problema: los arquetipos se han convertido en indistinguibles y reemplazables, porque al final el espectador los puede despachar con la misma lectura: pobrecitos. Aquellos son los riesgos de convertir a las víctimas en conceptos.

Otro nivel de construcción que también intenta explicar la estructura del tríptico es quizá la que menos está presente con claridad y fuerza. Forero argumenta que así como nuestro conflicto se define principalmente en la triada Ejército-Guerrilla-Paramilitares, “también el ser humano está construido sobre tres pilares: el cuerpo, el alma y lo que se llamaría la conciencia. Entonces quise abordar cómo la violencia destruye gradualmente todo lo que lo compone a uno como un ser humano. Y ahí encontré que las violencias ejercidas por estos tres grupos en Colombia efectivamente eran violencias que hacían esto, que atacaban al ser humano en toda su integridad, en toda su complejidad, en todas sus capas” (4).

En la revista Artificio, Forero complementa: “Yo estaba relacionado con muchas teorías teológicas, filosóficas, espirituales, que hablan de la composición del ser humano a partir de tres elementos: el alma, la conciencia y el cuerpo” (5). No explica exactamente cuáles teorías; definiciones de cuerpo, alma y conciencia hay tantas como filósofos, teólogos, psicoanalistas y épocas. 

La lectura más evidente y poética es el retrato que del cuerpo se hace en los tres segmentos: el cuerpo encadenado de El Secuestrado es el más contundente; allí vemos sus cicatrices, sus rituales de higiene, sus enfermedades. El cuerpo de El Falso Positivo está sugerido de entrada en la tímida escena de sexo que abre el segmento y finalmente está el cuerpo y lo animal, como cosificación, en el segmento de El Paramilitar. ¿Qué tenemos de La Conciencia y El Alma? ¿Podremos leer la negación del paramilitar subordinado que se rehúsa a “la prueba” como un ataque de conciencia? No lo sé; sospecho que por ese camino se entra en los terrenos de la sobre-interpretación.

Al final queda la sensación de que Forero construyó Violencia a partir de demasiadas certezas: El País, El Arte, El Compromiso, El Conflicto, El Arquetipo, El Secuestrado, El Falso Positivo, El Cuerpo, El Alma, La Conciencia. Quizá cabría dudar un poco más de nuestras certezas. ¿Son en efecto tres los principales actores del conflicto de nuestro país? ¿Dónde quedan El Político, El Juez, El Empresario, El Ciudadano? ¿Cómo retratar un individuo arquetípico sin que al final terminen siendo figuras-víctimas intercambiables? 

Sospecho que la película habría sido más radical en su forma y en sus posibles lecturas si hubiese explorado el arquetipo en el lugar donde más produce significado: la sátira al mejor estilo de la Commedia dell’Arte, donde el arquetipo genera experiencias universales que a la vez son cuestionadas con la violencia de lo cómico. Pero eso, me dirá el director, es otra película. Y tendría toda la razón; no es muy propio de los Bien Intencionados hacer comedia de aquello tan serio y trágico como el conflicto colombiano


II. Promocionando Violencia

Rodrigo Vélez, en el primer segmento de Violencia.
Capítulo aparte merece todo lo que se ha tejido alrededor de la promoción, distribución y exhibición de la película y donde han participado su director Jorge Forero, la empresa productora Burning Blue y la distribuidora Cine Colombia a través de Pía Barragán y Nasly Boude.

Dice Forero en su entrevista a LatAmme molesta mucho ese discurso de que nosotros hacemos películas para festivales, pues todas nuestras películas siempre tienen un compromiso artístico y social muy fuerte, que habla de lo que pasa en nuestro país, que habla de las problemáticas, que habla de lo que somos, que habla de nuestras tradiciones, habla de nosotros mismos, y nuestro primer público, nuestros primeros espectadores, siempre son el público colombiano. Ahora, no entiendo eso de ‘para festivales’ y qué es lo comercial y qué es lo que pretenden que hagamos. Lo que sí puedo decir es que nuestro cine sí es un cine muy comprometido con nuestro país, pero también muy comprometido con el arte”.

Alega el director que “ellos” (¿quiénes? ¿los de Burning Blue? ¿Los directores de cine que estrenan en Europa?) hacen cine “comprometido con el país y con el arte” y que sus “primeros espectadores” están dentro del público colombiano. ¿Pero quién o quiénes son exactamente este “público colombiano”?

En el perfil de la más reciente revista Arcadia, escrito por Samuel Castro, se presenta a Violencia como “una obra de arte, una película más cercana a eso que llaman “cine arte” y se argumenta que un público acostumbrado a ópera, montajes teatrales británicos y visitas guiadas a los mejores museos, son el espectador ideal para el filme.

¿Es entonces el “público colombiano” al que se refiere Forero en su entrevista aquel que compra abonos para la ópera del MET? ¿Estamos ante una suposición solapada de que existe un espectador ilustrado que valorará Violencia como la “obra de arte” que dice ser?

Pero sobre todo, si el director considera que su película es importante para discutir nuestro presente, nuestro conflicto (Forero ha hecho referencias al proceso en La Habana, a nuestra indolencia etc.), entonces, ¿por qué estrenarla en el exclusivo circuito alternativo de Cine Colombia?

Indagando entre los involucrados en esta decisión, se encuentra un tuit escueto de Pía Barragán (@Pia_Barragan), fechado el 13 de octubre pasado, donde dice: “Para crear nuevas relaciones con los espectadores, se va a exhibir la película VIOLENCIA como Contenido Alternativo”.

¿Cuáles son esas “nuevas relaciones” con los espectadores que pretenden crear? A través de funciones exclusivas vamos poco a poco llegando a los terrenos de lo excluyente. Y en lo excluyente está también la violencia que la película pretende retratar. Siguiendo los ánimos Bien Intencionados que rodean la película, ¿por qué no estrenarla en Soacha, lugar donde unas madres aún lloran a sus hijos, los mal llamados Falsos Positivos?

¿Acaso la verdadera razón (y de esto se habla en el artículo de Arcadia) es económica y de producción? (6) ¿Entonces el compromiso es más con la vida económica de la película en su cadena de producción que con el país y su público? ¿Dónde queda el compromiso con los espectadores colombianos? Reitero: ¿Cuál es el “público colombiano” del que habla Forero en la entrevista de LatAm? ¿Cuál es el público del que habla Pía Barragán en su tuit?

Si de verdad la película fuera importante, radical, formalmente vanguardista, o si nos presentara nuevas reflexiones sobre el conflicto colombiano, entonces la contradicción es que la película se haya perdido para la gran mayoría del “público colombiano” por el estreno exclusivo que le dieron.

Pero la película no es tan importante, ni radical, ni formalmente vanguardista ni presenta grandes reflexiones sobre el conflicto colombiano. Es una película que se ahoga en el oasis de las Buenas Intenciones: desde su construcción hasta su exhibición.

* Óscar Garzón estudió Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Luego estudió Guion en UCLA (Estados Unidos). Ocasionalmente escribe divagaciones sobre cine en su blog: https://imagenerrante.wordpress.com/


Notas:

3) En una entrevista a la revista Artificio, Forero explica sus decisiones formales: “La primera historia estaba llena de grúas y dollys y con cámara bajo el agua y movimientos más complejos; toda la segunda historia está narrada desde una presencia que está ahí, pero que no se mete, como un espíritu errante; y la tercera, es alguien que está mirando temeroso estas situaciones sin hacer énfasis en lo que está sucediendo”.
4) Ver LatAm cinema.
(6) Nasly Boude comenta en el artículo de Arcadia: “‘Películas como esta tienen muy poco tiempo de vida en la cartelera comercial. El público de este tipo de contenidos sabe que se va a enfrentar a otro tipo de experiencia y tiene una disposición diferente’. Y además, como además, como agrega Boude, contará con las ventajas de difusión que el programa ya ha conquistado.”

Ver trailer:



4 comentarios:

Unknown dijo...

Es triste, ver que alguien ataca con semejante sevicia una película de un director nuevo. Desafortunadamente lo que logra es que uno, o yo, que no he visto la película, entienda más sobre el odio que al autor de este artículo le generó que sobre el film. Yo entiendo salir ofendido de ver una película, incluso que ofenda a veces que un crítico, o la critica, salga a apoyar algo cuando uno no ve qué es lo que enaltecen. Pero salir a criticar un modo de distribución parece cuando menos, extraño. Si, adivino que se estrena una película de este estilo como contenido alternativo como estrategia de ventas. Ahora, lo exclusivo y lo excluyente son cosas distintas, y pensar que si una pone la película en soacha va mas gente, o si la pone mas días a la semana se acerca mas al publico, se equivoca. La exclusividad, y la posibilidad de concentrar esfuerzos en dos únicos días con toda la furia, es probablemente más rentable que estar dos semanas en cartel con 1 espectador al dia. Y si entiende que hay una suerte de motor ideológico tras la estrategia, tampoco está mal, hacer una obra cuyo publico ideal son lo que van a la opera. Es a partir de películas así que se educa al publico, y ese sector pequeño que disfruta de una película empieza a crecer. Entonces me pregunto, más allá de la película, hay razón por la cual se opone tan furibundo a que haya gente haciendo cosas y probando nuevos modos de exhibición?

Óscar Garzón dijo...

Sr. Godoy.
Gracias por leer y comentar.
Lamento que haya malinterpretado la intención de mi texto así como también lamento que no haya podido ver la película.
Varias cosas:
1. Aunque usted no lo crea, no "odié" la película. De hecho disfruto las películas que, independiente de que me parezcan fallidas o no, generan debate, encuentro y choque de ideas, pensamientos distintos.
2. En cuanto a su extrañeza por criticar "un modo de exhibición" creo firmemente que una película no termina cuando terminan sus créditos finales. Hay muchos factores y lugares donde la película produce significados: en la crítica, en los medios, en los festivales donde se estrena, los premios que gana, etc. En este caso particular encontré que su modo de exhibición estaba minado de contradicciones y me pareció prudente plantear las preguntas que hago en mi texto.
3. A diferencia suya, no veo que lo exclusivo y lo excluyente sean cosas tan distintas. Por supuesto que no creo que si la película se hubiera estrenado en Soacha habría ido más gente, pero sí habría sido más coherente con el discurso de compromiso de su director por los temas que toca. Palabras más, palabras menos, creo que el discurso del estreno exclusivo va en clara contravía con el discurso de la película misma así como del director en los medios. No creo que seamos tan ingenuos en creer que la película habla dentro de una burbuja y todo lo que se teje en torno a ella sea insignigicante.
4. Tampoco está mal, claro que no, hacer películas para un público cuyo interés sea la ópera. En eso estamos de acuerdo. Pero repito, en el caso particular de Violencia y sus discursos, hay una contradicción que me parece problemática.
5.Y finalmente, respondo a su pregunta: "hay razón por la cual se opone tan furibundo a que haya gente haciendo cosas y probando nuevos modos de exhibición?"
No veo en qué parte de mi texto diga o dé a entender que me "opongo" a que "haya gente haciendo cosas". Así no lo crea, me interesa todo lo contrario: que haya cada vez más gente haciendo más cosas. Soy un habitual espectador del cine colombiano y si voy a verlas es precisamente porque valoro y aprecio que se estén haciendo cosas, fallidas o no. Respecto a la segunda parte, sobre si me opongo a que se prueben "nuevos modos de exhibición", se equivoca una vez más: De hecho el año pasado me pareció acertado que Contravía Films y Ruiz-Navia hayan decidido arriesgarse a estrenar "Los Hongos" vía internet después de su paso por salas. Creo que así como cada película encuentra su lenguaje, también debe encontrar su estreno más apropiado y coherente.
6. Para terminar, encuentro problemático esa referencia que hace sobre criticar a un director nuevo. Me recuerda ciertos comentarios que se hicieron cuando Libia Stella Gómez estrenó "Ella" y la defendieron porque era una directora mujer. ¿Insinúa que debemos tener una lectura diferencial con los directores nuevos? Creo que Forero tiene la madurez para enfrentarse a las diferentes lecturas, favorables o no, que produzca su película.

fgonzalezse dijo...

Aunque comparto algunas de las observaciones escépticas y críticas, creo que "Violencia" es una propuesta que logra satisfactoriamente presentar el fenómeno de un modo distinto. La película conecta la cotidianidad con la violencia al punto en que lo que vemos escapa a esa versión anestesiada que suele presentar la prensa. Es cierto que la promoción y el discurso con que el realizador interpreta su propia película tienen cuestiones discutibles. Y sí, esto altera la manera en que vemos y recibimos una cinta. Pero eso no obsta para ver el planteamiento de una mirada que redescubre aquello que parecía conocido. En últimas, en mi opinión, la importancia de "Violencia" radica en que suma una perspectiva diferente a la representación del conflicto.

Cordial saludo

Anónimo dijo...

Encuentro mucho más objetiva esta entrada que la de Zuluaga y cualquier otra (en realidad artículos y no críticas) que se hicieron sobre la película. No se puede decir que algo está bien hecho sólo porque le apuesta a algo "diferente" o en palabras de Forero, "Raro. Le reconozco a Zuluaga que de el espacio para este tipo de miradas distintas que no se ven enredadas por las relaciones personales y laborales (Diana B- FICCI- Burning Blue). Y a Oscar, buen análisis, tengo muchas opiniones en común.