Este breve texto sobre las columnas de cine escritas por el Nobel colombiano, fue publicado en la edición de mayo de la revista española Caimán-Cuadernos de Cine.
La monumental obra periodística de Gabriel García Márquez ha
sido estudiada y publicada, pero aún está pendiente un análisis pormenorizado
de su acercamiento, como crítico, al cine, y lo que representa en el conjunto
de su obra. Para Colombia, ese corpus crítico que se publicó en la primera
mitad de la década de 1950, significó un quiebre en la manera como se escribía
de cine y en el lugar que éste empezaba a tener en el espacio cultural. El país
vivía un fuerte remezón político e intelectual que redefinió las tensiones
entre centro (Bogotá) y periferia, tradición y modernidad, y alta cultura,
cultura no letrada y cultura de masas. Gabo es hijo de esa coyuntura.
Jacques Gilard, uno de los recopiladores de su obra
periodística, muestra cómo, incluso en su temprana etapa “costeña”, García
Márquez anticipó su propio programa estético-político. Al respecto destaca la
que podría ser la nota más antigua dedicada al cine por el escritor: “El cine
norteamericano”, publicada en El Universal de Cartagena el 23 de septiembre de
1948. Se trata, más que de una crítica, de un comentario respecto a unas declaraciones
de Chaplin, que Gabo apoya. Chaplin llegó a decir que “USA no ha prestado
ninguna contribución valiosa al séptimo arte”, y García Márquez pone la guinda
en el pastel: “Lo peor de todo es que no se necesita ser un Chaplin para
descubrir un fracaso, protuberante como el del cine norteamericano”. Pero la
nota también es una defensa del cine europeo y una muestra de aprecio a Orson
Welles.
García Márquez y el fotógrafo Vasco Szinetar. |
En “La jirafa”, la célebre columna escrita en El Heraldo de
Barranquilla bajo el seudónimo de Septimus (1), entre enero de 1950 y diciembre
de 1952, Gabo perpetró algunos comentarios cinematográficos. El 16 de
septiembre de 1950 publicó una entusiasta nota sobre Ladrones de bicicletas, a
la que califica como “la película más humana que jamás se haya realizado”. Se
maravilla de cómo “Los italianos están haciendo cine en la calle, sin estudios,
sin trucos escénicos, como la vida misma”.
Al parecer García Márquez tuvo acceso no sólo a muchas
películas sino a material bibliográfico sobre cine a través de sus amigos el
escritor y periodista Álvaro Cepeda Samudio y el intelectual Luis Vicens (quien
en Europa había trabajado en L’Ecran Francais), lo que le permitió exhibir
mucha erudición en la columna “Estrenos de la semana” que se publicó en El
Espectador entre febrero de 1954 y julio de 1955. Gilard habla del combate de
García Márquez por la creación de un cine colombiano, y confía en que en esa
lucha radique el interés que los comentarios de cine del Nobel pudieran tener,
más allá de que en sí misma fuera una buena crítica.
Para Joel del Río: “La etapa de crítico de cine no siempre
brilla por su lucidez y la coherencia de sus juicios estéticos, porque estamos
en presencia de un creador en franco proceso de aprendizaje, conminado a que
sus artículos orienten al público” (2).
Las notas de cine de García Márquez tienen pues poco valor
en sí mismas, pero iluminan aspectos de las filiaciones artísticas y políticas
del escritor, se pueden leer como claves de una biografía intelectual. Y en la
historia del cine colombiano, sus tomas de posición ayudan a entender el
contexto de una época. No se trata del genio solitario que inventa un mundo y
le da nombre –Macondo– sino de alguien que participa modestamente en una
aventura colectiva –el cine– que aún no termina.
Notas:
1). Jacques Gilard, “Prólogo”, en: Gabriel García Márquez,
Entre cachacos-1. Obra periodística Vol. III,1ra edición, Bogotá, Oveja Negra,
1983, p. 25.
2). Joel del Río, El cine según García Márquez, La Habana,
EICTV/ICAIC/Cinemateca de Cuba, 2013, p. 23.
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