miércoles, 17 de julio de 2013

De rolling por Colombia: una vuelta por un país inflado de mierda

"Seguro que fue un sueño -insistían los oficiales-. En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz". 
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.



En la nueva Calle 26 de Bogotá, muy cerca del Cementerio Central y la Ciudad Universitaria, se puede ver un enorme mural con Jaime Garzón, y una contundente declaración: "País de mierda" (1). Lo que sorprende no es el rostro un poco adolorido de Garzón, cuyo recuerdo es con frecuencia exorcizado -y utilizado- por los medios, ni que alguien haya escrito lo que todos hemos sentido y experimentado alguna vez: que este es el peor moridero del mundo, la patria más infame e inicua. Es el hecho de que la figura de un humorista se asocie al desacuerdo y la contradicción, y no al consenso. Sorprende porque buena parte del humor colombiano de los últimos años -y notoriamente aquel cuyo vehículo ha sido el cine- es puro envilecimiento, distracción masiva que nos permite vanagloriarnos de que aquí, incluso lo peor, nos lo tomamos con gracia.

Jimmy Vásquez y Andrés López. Foto: Simón Ramón.
No hay que dudar de que ese lugar común tiene unos usos políticos, y que además, la realidad contradice el supuesto: lo que hay es un país crispado, donde todos estallamos no en desafueros de gracia sino en proverbiales arranques de violencia, que casi nunca guardan proporción con los hechos. Pues bien, De rolling por Colombia (que se estrena este viernes) juega con ideas aún más peligrosas y de incierta interpretación. Por ejemplo, que no queremos escuchar la verdad sino una fantasía que no nos lastime el ego, que la verdad no existe, que los hechos carecen de importancia y son puro "relato". En suma, la posmodernidad y el relativismo aterrizaron, de bruces, en el humor colombiano.

Para llevar adelante esta premisa, la película de Harold Trompetero no se detiene ante nada, con el convencimiento de que su propia mediocridad e inverosimilitud, al fin y al cabo, hacen parte de lo que se quiere decir; son precisamente "el mensaje". Sin ninguna base realista, el exitoso director de comedias que es Trompetero, entra a saco en uno de los eventos que definieron lo nacional y ayudaron a crear un relato artificial del país (de mierda) que hoy somos: la vuelta a Colombia. Y a eso le suma la evocación de un fenómeno de comunicación que conectó pueblos y regiones mucho antes que cualquier otro medio : la radio.


Hay que apreciar y reconocer la habilidad de Trompetero, tal vez el más exitoso director colombiano desde Gustavo Nieto Roa. Ha intentado darle forma narrativa a hechos que han pasado por alto otros creadores aparentemente más serios. Sabe que el cine es un magnífico señuelo de identificación emocional y le juega a la memoria y a la nostalgia de un pasado idealizado, no para entenderlo sino para recrearlo con ingenuidad y palmaditas en la espalda. Y con toda probabilidad cosechará ingentes frutos de esta estrategia.   

Pero no sabe uno qué pensar de una película que no solo es sobre la mentira sino que miente y miente mal. De rolling por Colombia empieza con imágenes tomadas de Rapsodia en Bogotá, la película documental que hizo José María Arzuaga al comienzo de los años sesenta, cuando la capital de Colombia tenía un rostro nuevo, después de la violenta conflagración de 1948, que la semidestruyó. Pero la película de Trompetero se sitúa en 1952. Es apenas un ejemplo de las licencias que se toma, y del empleo chapucero y abusivo del archivo y los efectos especiales.


Natalia Durán. Foto: Simón Ramón.
Es una comedia, dirán algunos, y por lo tanto, no hay que detenerse en minucias, no se necesita ser creíble. Pero yo creo que sí, porque incluso las bromas y las mentiras deben tener la apariencia de lo verdadero. Y en De rolling por Colombia las peripecias del trío de personajes que para salvar una emisora en crisis, decide hacer una transmisión ficticia (y a la postre muy exitosa) de la vuelta a Colombia, nos demanda dosis enormes de condescendencia, nos exige que pasemos por alto toda lógica narrativa con la única promesa de que es una hermosa fábula sembrada de risas y buena voluntad. Y que perdonemos a actores que no actúan sino que nos arrullan con una sinfonía de mohines y gestos desencajados. Y una dirección de arte que es, otra vez, el pastel de la cereza. Y una cadena de acontecimientos que solo alguien de otro mundo podría creer. En mi caso, no estoy dispuesto a entregar tanto. Y el casi seguro éxito de esta película no es algo que me vaya a alegrar, porque a lo único que contribuye es al embrutecimiento.

Reconozco que todo esto no es más que una desarmada perorata contra una película a la que nada puede detener, pues la protegen fuerzas sociales y sicológicas muy arraigadas. El espectador colombiano parece fácil de convencer y ha demostrado ser capaz de cambiar su fe -y el dinero de una boleta- por cualquier bolita de mal cristal. En suma, al público le gusta ser tratado como un niño, ama la nostalgia y las palmaditas en la espalda. Y tendrá lo que se merece. 

No hay sino que ver quiénes son nuestros ídolos. Porque no sabe uno qué pensar de la horda de periodistas que el día del ensayo de prensa se abalanzaron hacia Andrés López, protagonista del ripio en cuestión, junto con Jimmy Vásquez y Natalia Durán. ¿Qué sentirá el humorista de este engaño tan bien orquestado? Seguramente se reirá de nosotros con la certeza de que se necesita muy poco para ganar el amor de este pueblo, y de los medios y el cine, que son sus voceros. Basta con exhibir una panzona y autocomplaciente medianía.

(En realidad, si sé muy bien qué pensar de todo esto, pero como lo dijo el propio Andrés López: "si no le gustó la película, guárdeselo").

(1). Una amiga me recuerda que esta frase es tomada de las palabras del presentador deportivo César Augusto Londoño, el día del asesinato de Garzón: "Hasta aquí las noticias, país de mierda". Gracias Patricia Valencia.

Ver trailer:


23 comentarios:

jack casablanca dijo...

¿en realidad esos son los argumentos para desestimar la película? De nuevo el asunto de la verdad, y de las responsabilidades del cine para revelarla, cuando su función no es reflejar (¿y a imagen de cuál poder?), sino controvertir, escudriñar. ¿y desde cuándo los hechos (ese régimen de verdad) deben ser tan fundamentales y más en una película de humor, en una caricatura? Yo creo que el problema no debe ser la nula base realista (los monty python serían en ese sentido unos incompetentes)o el fomento a un relato artificial de país (todo relato es artificial, y desde todos los sectores se intenta construir uno), sino el tipo de humor que se construye, qué tanto critica al establecimiento, las convenciones,o la jerarquía de valores decantados ya en la práctica corriente del colombiano. O que tan recursivo,ingenioso o inventivo puede ser. Y eso en sí ya es una cuestión de gustos. Algunos se reirán con Woody Allen, otros con Trompetero, habría qué preguntarnos que hay detrás de la brecha que separa esos dos públicos

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

No es el asunto de la verdad, es la credibilidad y la lógica interna de la película, que es la mínima exigencia que se le debe hacer a toda forma narrativa. Que sea fiel a su propio mundo. En todo caso vaya vea la película, que la discusión no se puede plantear en un plano abstracto.

jack casablanca dijo...

No voy a ir a verla. A mí no me hace reír Trompetero. Y ese es el punto. Lo que critico aquí es la base argumental de su crítica, lo cual no supone que implícitamente piense que la película sea buena.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Pues lo que veo es que usted no entendió "la base argumental de mi crítica". Tal vez ni leyó o leyó mal, ¿dónde hablo de responsabilidades del cine con la verdad o con reflejar la realidad? Hablo de responsabilidades del cine con el mundo ficcional que representa. Hablo de que la comedia también es un género reglamentado, no en relación con su referente sino con su propia lógica. Si se hace una película de época, como Roa o De rolling con Colombia, se le debe algo a esa época -salvo que se intente hacer anacronismos deliberados-, que no es el caso. Es pura ligereza y mediocridad.

Rodolfo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rodolfo dijo...

El trailer parece de sitcom mala, o más bien de "teatro en la tele". Es... preocupante que intenten pasar eso por cine, y más que probablemente le vaya bien...
Por cierto: http://www.youtube.com/watch?v=WpwDRIiHasA

Anónimo dijo...

Para comentar el argumento central de esta crítica, haré algo tan herético como comparar en algún sentido a Harold Trompetero con Billy Wilder, quien fue criticado con dureza por usar la masacre de san Valentín en Con Faldas y a lo Loco: por desdibujar la realidad histórica, por inconsistencias como inventarse una cumbre de mafiosos en la playa. No he visto la película, pero la columna destila lo que anuncia: envidia de mierda, mediocridad de mierda; porque los críticos de cine en este país logran algo que parece imposible: ser peores que nuestras películas.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Estoy muy de acuerdo, si hubiese mejores películas habría mejores críticos. La mediocridad es simétrica y contagiosa: que cada quien tome lo que le corresponde.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

En cambio el talento no, no basta con citar a Billy Wilder para parecerse a él.

Omar dijo...

No me gusta mucho el cine colombiano en general, y menos cuando es chabacano, pero después de leer este escrito lleno -al parecer- de amargura, no entiendo las razones para despotricar tan intensamente y casi lanzar un insulto generalizado a toda gente de su país, incluyendo a las mismas personas que hemos tenido el desagrado de leer esto.

Películas tontas y mediocres hay en Colombia, en Estados Unidos, en Europa y en el resto del mundo (tal vez Andrés López es nuestro Adam Sandler). Al parecer entonces es que, según su lógica, vivimos en un mundo de mierda.

Este escrito es un ejemplo de lo que se conoce como "mamerto". Y no hablo de ideologías políticas por que también hay mamertos de derecha. Hablo de quejarse de todo y de todos (incluyendo su curiosa referencia a la forma como actuaron los periodistas con Andrés López, que no viene al caso), con muy poco sentido práctico, recargado de una retórica inútil -dizque "fuerzas sociales y sicológicas"- y muy poco en los detalles y contenido de la cinta que me imagino es lo que hacen los críticos profesionales.

Su forma es una forma muy común en la que actúan personas que ojalá algún se dieran cuenta de lo poco que aportan a este mundo de "mierda": Los pseudointelectuales; aquellos que afortunadamente, en este era en donde la gente ya tiene medios para averiguar siempre las cosas por si mismos, cada vez tienen menos chance de embaucar a los demás con retórica rimbombante y palabras rebuscadas.

Anónimo dijo...

Acabo de salir del cine y la critica está totalmente en lo cierto: es una ridiculez y ramplonería, que ni siquiera esta bien argumentada, bien actuada o bien dirigida.

El chauvinismo nuestro, hace que tengamos que decir que toda película colombiana es buena y punto (recuérdese el segundo mejor himno del mundo, las mujeres mas lindas, los mejores paisajes y demás tonterías que recuerdan el complejo de los colombianos).

Anónimo dijo...

No critico la pelicula si no a ustedes llamese como se llame solo en una escena se da el contexto de la pelicula y eso es ahorrar costos para divertir veanla como es, diversion. salgan y se distraen y rien un poco en vez de escribir pendejadas que no hace bien.... y si somos el pais de las mujeres lindas y el mejor cafe... señor colombiano

Anónimo dijo...

Definitivamente es desgastante seguir apaleando a Trompetero después de toda una vida ofreciendo el mismo tipo de productos, cataloguense cómo sea. La crítica seria de cine debe dirigir sus esfuerzos hacia donde sí sea capaz de exigir, motivar y contribuir a discusiones más lúcidas. Es tan inútil pedirle al consistentemente mediocre Trompetero, que critique al establecimiento, como celebrar ciegamente a los recientes cineastas colombianos que están plagiando, fusilando descaradamente fórmulas de cine "contemplativo", formalmente "consistentes" de principio a fin, sin que eso signifique que haya "verdad"; o la salida fácil de apalear el discurso anual de Santos en Cartagena, dejando "ilesos" a otros/as que merecen cuestionamientos ejemplares. Extremos peligrosos en los que cae este blog.

Unknown dijo...

Admiro que existan criticos en Colombia sin miedo a expresar, con argumentos, sus puntos de vista y por ahí derecho a hacer reflexionar hacia donde nos llevan propuestas tan facilistas como las de Trompetero.

Anónimo dijo...

Pues igual que se le debe exigir a una comedia que sea aguda, se le debe exigir a un crítico que sea agudo. El problema Julieta, es que aquí se criticó mierda con mierda.

Anónimo dijo...

El encabezado dice que este es "Un blog para la crítica y el debate abierto e independiente sobre el cine colombiando". Veo que la polémica alrededor de la película de Trompetero se está generando más por lo que NO tiene y que el blogger quisiera que tuviera. De cierta forma es válido. Pero entonces puede que el debate se redireccionar más bien hacia el tipo de comedia que no ha existido y que podría existir en Colombia. Para eso sería preciso revisar la historia del cine y hacer comparaciones con otros países y situaciones donde fue o ha sido urgente recurrir a la sátira, mofa o parodia para señalar vicios o problemas sociales en toda su dimensión dentro de sistemas específicos. ¿Cómo formar públicos, guionistas y directores que no han apreciado referentes de gran contenido y forma como Chaplin, Keaton, Étaix, Tati, García Berlanga, Allen, Moretti, Monicelli, Steno, Risi, en cuanto a construcciones dramáticas y de personajes, por sólo nombrar los más famosos en occidente? ¿Cómo omitir el teatro y toda clase de literatura de siglos atrás que nutrió a los anteriores? Por supuesto tenemos a Jaime Garzón, un caso aparentemente sin parangón en el mundo, y de ahí partió el blogger. Pero ¿Cómo se formó Jaime Garzón? ¿De qué fuentes bebió? Acaso en el cine colombiano, ¿es posible que se formen dramaturgos y comediógrafos de la nada, sólo por sacar un título universitario, o por tener un "mecenazgo" de la televisión o por ganar una convocatoria FDC?

Anónimo dijo...

Me parece que frases como: "no basta con citar a Billy Wilder para parecerse a él", suenan a esos profersores que les dicen a sus propios estudiantes: "¿Es que usted se cree Beethoven/Foucault/Bergman??" frase tan trillada que solamente cambia según la disciplina, y con la que subestiman a sus estudiantes y en cambio nunca bajan del pedestal o cuestionan a la celebridad con la que comparan. Con estos maestros de mente limitada quién van a lograr pensar libre, si efectivamente no se intenta proyectar alguna vez por encima de los tales íconos.. pero para los maestros esto será un sacrilegio. Piensa el maestro o el crítico que en verdad el alumno quisiera parecerse a Billy Wilder? No será éste el argumento fácil, y reduccionista cuando su pequeña autoridad y conocimiento se siente amenazado por un total extraño que pudiera ser en un futuro, algo que nadie imagina? Para mí, que el crítico realmente se lo está diciendo a sí mismo. Esa es la crítica y la docencia en colombia

Anónimo dijo...

Eso que dice de los profesores humillando a los estudiantes con ese tipo de frases es muy cierto. Recuerdo cómo lo hacía Camila Loboguerrero con sus estudiantes en clase: "¿Es que usted se cree X? ¿Es usted Y, acaso?". Típica actitud fascista de quien no soporta que otros piensen lo que les dé la gana, y reflejándoles las propias taras mentales. Incluso en Proimágenes, Claudia Tirana y el CNACC dicen ese tipo de cosas a los jóvenes todo el tiempo. ¿Qué se puede esperar de profesores, supuestos "gestores" y críticos de cine con complejo de inferioridad en una mano y la esvástica en la otra? Ojo, con comentarios análogos, Pedro Adrián parece estar cayendo en el mismo tipo de retórica reduccionista y resentida.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Lo que me incomoda de muchos de estos comentarios, no es que me ataquen personalmente. Es su anonimato. Entiendo que son las reglas del juego en estos foros, pero es una estrategia que debilita cualquier debate. Es el viejo recurso de los encapuchados. Entonces ¿quiénes son los mamertos? Al menos en las entradas de este blog cuando se critican hechos y acciones de algunas personas, está claro quién habla. Asumo mis equivocaciones o errores de apreciación, y rara vez los corrigo, porque los probables desenfoques también crean una memoria: son lo que pensé en algún momento. Finalmente, me hago cargo de mi propia mierda.

Anónimo dijo...

La ausencia de un nombre no tiene por qué debilitar el debate, ni el tener uno tiene por qué estimularlo. Imaginen si el anónimo divulgara su rol en la sociedad o su profesión, o edad o género: de inmediato saltarían a la vista los prejuicios y las categorías hacia un simple nombre o seudónimo, sea cual sea. El debate debe darse, y mucho mejor si se hace incluyendo a los visibles, los invisibles y los anónimos. Es más preocupante el caso de los que guardan silencio, ante una película colombiana, ante un graffitti, ante un artículo en la revista cultural, ante un texto en un blog. Más bien es el silencio de los nombres lo que detiene el debate, y no la opinión de los anónimos.

Anónimo dijo...

Nicolás Maduro acaba de prohibir las películas colombianas en Venezuela por su escaso valor artístico y cultural. Hizo bien en hacerlo pues entre otras cosas el cine venezolano está prohibido desde hace décadas en Colombia.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Opinar, criticar, evaluar o rajar de alguien dando su verdadero nombre es de gente honesta.