Hace 25 años surgió un Medellín, en la Universidad Pontificia Bolivariana pero también en otros lugares menos "centrales" de la ciudad, un colectivo de video independiente -Madera Salvaje- que dejó una marca y aún hoy una huella entre los realizadores audiovisuales que aspiraban a expresarse con libertad y a tomarse por asalto los medio de producción. Muchas cosas han pasado desde entonces en las arcas del cine y en los límites y fronteras de este país, salvaje de una manera indeseada. Este tercer manifiesto de uno de los integrantes de Madera Salvaje, quizá "no pretende explicar más una postura" sino establecerse como gesto en un mercado de muecas y mohines. PAZ
Por SANTIAGO ANDRÉS GÓMEZ*
Salud, amigos, salud.
Este texto no pretende explicar más
una postura salvaje en los muy diversos integrantes que quedamos del colectivo
que ahora cumple 25 años.
Los anteriores manifiestos, y es
posible que el tercero sea el último, tratan de teorizar sobre un cine salvaje
en cuanto a su producción, el primero, en los noventa, como video
independiente, y en cuanto a su concepción general, incluyendo lo que tiene que
ver con la distribución en Internet, en el segundo, de hace solo cinco años.
En ambos casos tratamos de aprovechar
esas innovaciones tecnológicas que, a veces como utopías, a veces como trampas,
ofrecen e incluso implican una liberación de los discursos. O sea, una
liberación consustancial al cine, que dignifica pero también encarcela.
Ahora recordaremos nada más a ese
sujeto con que se gozaba el padre Luis Alberto Álvarez, profeta del video en
Colombia, comparando a uno de sus principales impulsores, en los noventa, antes
de que el video independiente fuera absorbido por las leyes desvirtuadas del
mercado en el Neoliberalismo.
El príncipe Hamlet, idéntico, según
Álvarez, a quien esto escribe, el fundador de Madera Salvaje, decía que se
sentiría libre encerrado en una cáscara de nuez, si no tuviera deseos.
La libertad, valor tan meditado por la
filosofía de los últimos siglos, tan diversa en Adam Smith que en Kant, tan
pavorosamente contemplada por los pensadores del xx, precisa por igual del
voluntarismo que de la resignación.
¿Qué liberación comporta el cine
cuando hoy la imagen es una letra más que te condena a dos o tres acepciones
rabiosas? La única dignificación del mundo ante los ojos del cineasta pasa por
un reconocimiento mutuo de la ignorancia común. Esto es, abandonar de una vez
por todas la idea del cine como industria, e incluso como arte y como instrumento
de reivindicación política.
Podemos ser fábrica, quizá, sin
necesidad de conquistar mercados. Podemos expresarnos, quizá, sin necesidad del
aplauso o la validación de un colegiado. Podemos comunicarnos, sí, sin
necesidad del entendimiento diáfano. Gozar, ser crear en la imagen, sin necesidad
de dominar, perdurar o figurar, prevalecer.
Los mercados internos, insistimos, hoy como ayer, han de ser nuestro objetivo. Pero el palpar, el meditar, el acompañar, han de ser nuestra tarea.
En días pasados fue popular el video
de una chica que se quejaba de las protestas ciudadanas y ponía como ejemplo
para el país el decidirse a hacer cine para ganar millones de pesos y que así
el país sí crezca.
Al poco tiempo el cineasta Mauricio
Lezama fue asesinado mientras trabajaba en una película que haría memoria sobre
el conflicto que ha marcado nuestra existencia como país.
Entre esos dos polos nos movemos, y ya
no hay medias tintas.
Sepan nada más que Lezama no ha
muerto. Y la chica, resucitará.
*Escritor, realizador y crítico.
1 comentario:
Muchachos, los manifiestos importan un comino en esta época. Lo que valen son las acciones.
Lo único que importa es que ustedes se pongan una disciplina. ¿Cada cuánto van a hacer una película? ¿una al día? ¿una por semana? ¿una por mes? ¿cuántas han hecho en 25 años?
Hagan una diaria. Sean prolíficos y hagan retumbar este zancudero.
¿Quieren mostrar cuántos Hamlets caben en una nuez o cuántas le caben a él? Háganlo en imágenes. Para qué leerlo si lo pueden mostrar. Muestren a Álvarez, a Lezama y a la pelada en pantalla. Recuperen esos 25 años perdidos. Ya sabemos que saben escribir: ahora hagan una película diaria.
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