Foto: Carolina Navas |
El vuelco del cangrejo, la opera prima de Óscar Ruiz Navia, no era en modo alguno una película perfecta o contundente; pero aunque partes de su engranaje chirriaban, tenía unidad de sentido, estaba amarrada a un propósito que nunca se traicionaba: el de mostrar el rompimiento de una comunidad por las fuerzas del progreso y la modernidad. O el de insinuar que tal vez nunca existió la armonía que asociamos al pasado. El vuelco lograba ser una película política sotto voce y lo era porque cada personaje iba un poco más allá de lo que se esperaba de él, instaurando un desorden social que probablemente fuera la garantía de un nuevo comienzo.
Los hongos, en cambio, es una película despolitizada o, a mi parecer, reaccionaria. La saturación de elementos políticos en el contenido, por ejemplo la presencia expresa de la rebeldía contracultural representada por los dos jóvenes grafiteros protagonistas y el ambiente caldeado que los circunda, la inclusión explícita de los políticos y su consabido oportunismo, la sobreexposición del discurso mediático oficial, el lugar que se le otorga a la "autenticidad documental" de las canciones de las mujeres negras desplazadas, logran el efecto contrario al buscado. Es decir, no se activa ninguna fuerza en el espectador que dispare en éste un nuevo entendimiento, sino que, por el contrario, se refuerza el embotamiento y la conformidad con el estado de las cosas. Esta percepción paralizante es el resultado de su timidez formal y del conformismo de su punto de vista.
Cortar (o no) las raíces
Respecto a lo primero, tengo la penosa sensación de que una gran cantidad de planos y secuencias de Los hongos están coartados en su posibilidades expresivas, literalmente cercenados antes de tiempo, sin que el espectador pueda darle forma a una idea o un sentimiento. De ninguna manera es una película elíptica o que sufra las consecuencias de un montaje acelerado; es más como una incomodidad o falta de empatía real con lo que se está contando. Podría especular que esta falencia se debe también a las limitaciones técnicas del grupo de "no actores" con los que se trabaja, que en realidad nunca dan la talla, con lo cual se reiteran problemas de dirección de actores que ya estaban presentes en El vuelco del cangrejo pero que en Los hongos se hacen más visibles. Tal vez sea la ocasión de replantearse el sentido de rehuir el trabajo con profesionales; quizá solo sea una dificultad para encontrar un método que libere una expresión.
Foto: Carolina Navas |
Pero el cine no solo es un arte del actor y el personaje, y menos el cine con el que asociábamos a Ruiz Navia, ese controvertido estilo internacional que gusta de detenerse en los paisajes y las cosas, que construye con los objetos un continuum de sentido. Aquí esa posibilidad de contemplar está subutilizada. Por una parte, alegra que el director se reinvente y huya de fórmulas preconcebidas o quiera ir más allá de un estilo generacional y de época. El problema es que nada viene en su remplazo.
Los hongos es una película que, tengo la impresión, tiene problemas para fijar su atención. No anuda sus hilos ni tiene interés en llegar hasta el fondo de lo que cuenta. Varios ejemplos vienen en auxilio de esta idea: aunque algunas miradas y vacilaciones de Ras parecieran apuntar a una incomodidad respecto a su compañero Calvin, de mejor clase social, la película nunca plantea un conflicto de clase. En Los hongos se hace evidente una indiferencia de clase: no es que las diferencias sociales se hayan superado sino que el punto de vista del director respecto a estos asuntos se ha anestesiado. Un problema similar ocurre con los conflictos de género, que son importantes en tanto los personajes principales están en el camino de experimentar y descubrir su sexualidad. Ruiz Navia resuelve estas experiencias con una tajante frivolidad, mediante -por ejemplo- el acercamiento erótico de dos chicas y, una vez más, la indiferencia de Calvin y Ras como testigos de este derrumbe (por supuesto parcial) de sus mundos afectivos. "Esa pelada es la muerte lenta", le dice el primero al segundo para con ello cerrar el episodio que, tal vez, lo separe para siempre de la mujer a la que ama.
Sé que es complejo decir estas cosas pero con Los hongos sentí que se concretaba la misoginia que muchos espectadores y espectadoras atribuyeron a Tierra en la lengua. Se trata una vez más de un problema de recorte y punto de vista, que no le permitió a Ruiz Navia construir unas contrapartes femeninas sólidas o medianamente interesantes.
La película, en cambio, despliega un sentido afectivo de orden edípico, conservador, cuando la libertad soñada por los dos protagonistas, y que es el supuesto motor de la película, al final de la historia se reduce a la necesidad que cada uno de ellos siente de pintar a sus respectivas madres. Del mismo orden es la idealización de la abuela, un personaje sin duda simpático pero pobremente definido en términos actorales y dramatúrgicos, y que opera como suma de los afectos que Calvin es capaz de expresar.
Los hongos es un paso en falso en una carrera, la de Ruiz Navia, que no por eso puede dejar de ser prometedora y de merecer un compás de espera. El premio ganado por esta película en Locarno así como su selección para el Festival de Toronto demuestran unas tremendas asimetrías de orden geoestético, aporías en la manera como nos vemos y como nos ven.
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13 comentarios:
Un deambular, un "continuum" con eventos, unos más y otros menos relevantes, entrañables o dolorosos, cotidianos o brutales, pero sin rupturas profundas o instantes iluminados.
Este camino, individual para cada personaje y sin destino pre definido, tiene de fondo un paisaje de búsquedas colectivas insatisfechas -en la religión, en la familia, en lo político, en la construcción de ciudad, en el amor romántico, en las revoluciones y en la amistad, entre muchas otras- todas ellas llenas de belleza, sin, casi, ser bonitas.
¿No promueve la inconformidad con el estado de cosas? ¿Debería?
¿Tendría que profundizar en un conflicto de clase o de género?
Una película sin grandes metarrelatos o moralejas o promesas de caminos certeros. Un recorrido que reconforta y duele: por las preguntas; los colores; las incertidumbres y la atmósfera. Unos personajes que no se consigue admirar, pero sí querer. Otro acierto de este director, incluso con sus pequeñas incoherencias y limitaciones.
Una propuesta que intenta -y no siempre logra- continuar la ruta para descentrar nuestro cine de la denuncia panfletaria, del maniqueismo moral, del omnipresente conflicto armado.
Larga vida a las "asimetrías de orden geoestético". Ojalá no tallen y no definan, suficiente con que asumamos su creciente irrelevancia.
El cine que se hace en Colombia es bucólico y plano. Si no son intentos de "Viejitos en el campo" como los que sobreexplotan en todos los cortometrajes o pueblitos paisas con guerrilleros y paramilitares o el Pacífico (que vende muchísimo afuera donde discriminan menos a los afro que acá), no nos quedan sino historias de yuppies 'rolotanos'.
Sería bueno que nuestros realizadores leyeran más. Que si van a abusar de la geografía lo hagan como Carpentier o Jose Eustasio Rivera. Que si nos van a dar historias urbanas tomen ejemplos buenos de ellas, del mismo cine, Woody Allen como mínimo. Y que entiendan, como bien lo entienden los franceses o los anglosajones, que entiendan de una vez por todas, que un mal actor puede dañar el mejor guión, pero que el mejor actor puede hacer brillar un pésimo guión.
No más actores naturales sosos que tanto daño le han hecho al cine que se produce aquí. Los jueces de afuera los miran como miraban hace 500 años 'las bestias mitológicas' que llevaban a Europa enjauladas, desde las Indias occidentales… pero no tardará el asombro en revelarse como ridículo. Gracias a los seguidores de Víctor Gaviria, pero, como los zapatos pisahuevos o el walkman, ese tiempo ya fue.
Creo que al autor de este artículo le falta ver al cine más allá del cine -acción reacción- A este cine, como el de Los Hongos, le llamo yo "cine contemplativo" en el cual no llegamos a conocer a los personajes en profundidad, las acciones no tienen un contexto o explicación racional, en realidad la película se desarrolla casi como la vida misma, llena de eventos y casualidades, donde no todo siempre pasa por una razón. Ahora, el contexto político en el que viven estos personajes tal vez es desconocido para quien escribe este artículo; no importa lo que hagas "siempre serás el malo" bajo esta parodia viven los personajes, que no buscan el éxito, sólo hacer de ese mundo en el que viven, un lugar con sus propias leyes. Creo que es hora de leer, entender y ver el cine que se hace en Colombia de una manera diferente, ya es hora de leer la imagen cinematográfica de otra manera.
Una de las cosas que me parecen molestas de la película, y que tal vez Pedro lo ha mencionado al hablar de los hilos sueltos o la falta de empatía en las situaciones, es que se "escucha" la voz (¿crítica?) del director aplastando la propia historia (¿historias?). Los discursos monotemáticos de Uribe, la brutalidad policial, la rebeldía política juvenil, la lujuria "bipolar" adolescente, las cantaoras del pacífico. Y todo se sucede a modo de estampas juveniles o patrimoniales, sin que deambulen orgánicamente en el relato (y lo orgánico no tiene que ser simétrico, sino que también puede ser monstruoso, como en la caso de la entrañable El vuelco del cangrejo). ¿Si la película "es la vida misma", porque lo exótico y "alternativo" predomina sobre la sinrazón de lo rutinario e intrascendente? Creo que intentaban contar una historia familiar, y terminó hablando el pequeño periodista que el director lleva por dentro.
Esta pelicula aburre. Es una historia fuera de foco, que salpica de cliche en cliche (la escena doc del pacifico colombiano, la escena lesbica, la escena de la opresision, el discurso politico etc etc) tratando de atar una historia mal actuada que al final se desvances en la nada. Que era exactamente lo que el escritor de esta historia queria mostrarnos?. Las imagenes de Cali se ven muy pasadas de moda, ya vistas en otras peliculas que han manejado una narrativa similar pero con historias de mas profundidad y mejor actuadas.
Los hongos es una película que no tiene interés en llegar hasta el fondo de lo que cuenta porque el director parte de la premisa poética de un viaje a sus raíces, Cali, ciudad de su infancia, no es una película repetida, simplemente intenta homenajear el estilo de sus predecesores cinematográficos, el contexto sociopolítico es un reflejo de la vida del autor en su adolescencia, solo quiere ambientar las escenas de su vida pasada, es una película para sentarse, relajarse y disfrutar su música, su estética, el humor, ver a los hongos nacer en medio de un campo hostil y estéril.
Estas películas no son más que pose. No hay nada que rescatar ni que ver más allá de eso. Se ven bien, suenan bien pero son una pose de gente que quiere posar como artista, perjudicando así los imaginarios del país y el papel del cine en ellos. Gracias a esas poses el cine colombiano va perdiendo.
Que artículo tan mal redactado. Señor blogero pseudointelectual: Por favor dedíquele mas tiempo a la lectura y menos a postear fotos estúpidas en Facebook. Bobalicón ignorante.
Por eso gana tantos premios?
Por eso gana tantos premios?
Por eso gana tantos premios?
Por eso gana tantos premios?
Por eso gana tantos premios?
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