Cine colombiano y retórica estadística
Un texto de Claudia Triana de Vargas, directora de Proimágenes en Movimiento, publicado en latAmcinema.com, de nuevo cae en la retórica estadística y en el análisis caprichoso y parcial de las cifras del cine en Colombia:
http://www.latamcinema.com/especial.php?id=125
Si se miran con detenimiento y sensatez, las cifras del cine colombiano preocupan mucho: de las casi tres millones de boletas vendidas para ver cine colombiano en 2011 (el 8.3% del mercado doméstico), la asistencia se concentra en cuatro de las 18 películas estrenadas: El paseo, con 1.189.607 boletas; Los colores de la montaña con 378.218; El Páramo con 325.681, y El jefe con 318.441. Ni siquiera vale la pena entrar a discutir los aportes de dos de ellas, en términos sociales o estéticos. Frente a esos éxitos necesarios, todos olvidamos los presupuestos "programáticos" de la Ley de Cultura y la Ley de Cine, la idea de que "el cine nos permite vernos y reconocernos como personas y como grupos con distintas maneras de entender todos los aspectos de la vida, algo especialmente importante en un país, que como el nuestro, tiene una diversidad cultural inagotable” (tomado de la cartilla La ley de cine para todos, Bogotá: Ministerio de Cultura, Proimágenes en Movimiento, 2004). El cine concebido únicamente como una industria tiene legítimo derecho a existir, y es mayoritario en todas partes. La pregunta es si esa es la apuesta de una política pública, que se asienta en la demagogia de la identidad y la relevancia social.
Lo que se obvia en el análisis grueso de las estadísticas es que las cifras de asistencia a las otras 14 películas colombianas exhibidas en 2011 son pírricas o están claramente por debajo de las expectativas de productores y distribuidores (señal de un profesionalismo muy lejano en la comercialización de las películas), como lo evidencia el rendimiento por copia, que es en muchos casos dramático como ocurrio con Pequeñas voces (estrenada con 62 copias, con menos de 10 mil espectadores y un rendimiento por copia de 157 espectadores). El divorcio del público con el cine nacional es ostensible, y cualquier pregunta enfocada a determinar las razones de ese desencanto termina en discusiones acalaradas e incapacidad de reconocer el espacio y la razón del otro.
Más tramposa aún es la estadística más grande: las 38 millones de boletas vendidas corresponde a una oferta que se ha empobrecido en vez de diversificarse: más teatros para el mismo número de películas y una dictadura del 3D -cuya precio de boletería está por las nubes-. Cada semana, los cinéfilos tenemos que escoger entre quedarnos en la casa viendo películas conseguidas de manera "ilegal" o someternos a la precariedad de la oferta "legal". Ya se imaginarán qué decide la mayoría. ¿Se puede situar la discusión del cine colombiano -por lo menos la que proponen desde la institucionalidad- en algo más sustantivo y de mayor alcance que las cifras?
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