María Isabel Rueda, columnista de El Tiempo y analista de La W. |
Y ahora, ¿qué se está preguntando María Isabel? Ella, en contravía del buen periodista, se pregunta poco y se responde mucho, o cuando pregunta ya sabe la respuesta, como sus colegas de la famosa mesa de trabajo que ejercen funciones, a la vez, de fiscales y jueces en un programa que bien podría llamarse "Los justicieros de la mañana".
En su columna del domingo pasado en El Tiempo, María Isabel evalúa el gabinete presidencial del presidente Santos. La columna completa está aquí:
Pero como este blog es de cine, me ocuparé sólo de llamar la atención sobre lo que la columnista, en su papel de aventajada Casandra, dice sobre la Ministra de Cultura, máxima autoridad del cine colombiano por lo menos formalmente, en su calidad de presidenta del Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía. "La Ministra de Cultura hasta ahora se ha dedicado a dejar muy en claro que ella es distinta de su antecesora, pero todavía no sabemos muy bien por qué." ¿Tendrá razón María Isabel?
Aunque su opinión sobre la Ministra de Cultura, a quien ni siquiera llama por su nombre, no es una pieza muy sofisticada de argumentación, conviene revisar que pudo haber llevado a la columnista a formarse ese concepto, o por lo menos ese prejuicio. 1). La doctora Mariana Garcés no ha demostrado una obsesión mediática ni lejanamente parecida a la de su antecesora, Paula Moreno Zapata. 2). No representa una minoría maltratada y a la vez resentida, por lo cual puede estar actuando con excesiva prudencia, en vista de que no es mucho lo que tiene que demostrar, ni a tantos a quienes taparle la boca. 3). Es verdad que ni siquiera la opinión pública mejor informada sabe muy bien cuál es su prioridad: ¿macroeventos? ¿Alguna legislación? ¿Un sector específico?
Todo apunta a que ocho años de un gobierno angustiado por los resultados y capaz de llevarse todo por delante para conseguirlos, han creado una opinión a su vez impaciente, calenturienta, de verbo fácil, una opinión cuya representante esclarecida bien puede ser María Isabel Rueda. Y que en la actual dictadura mediática (no, no hice parte de la marcha dominical de hace unas semanas encabezada por Piedad Córdoba), los temas que no se pongan en la agenda de la prensa y, por su intermediación, en la de los ciudadanos, es como si no existieran. Pero lo importante, para no ceder al chantaje periodístico, es ponderar cuáles temas son los que deben merecer la atención, de acuerdo con prioridades bien establecidas.
El caso del cine es especialmente dramático por su opacidad dentro de la actual administración del Ministerio de Cultura. Además de unas pocas decisiones menores que poco a poco se van conociendo, como el recorte de convocatorias o la reasignación de recursos en el presupuesto del Ministerio (decisiones más bien impacientes y poco estudiadas), ninguno de los temas mayores se ha asumido frontalmente. En la actual administración de la Dirección de Cinematografía parece existir el convencimiento de que una industria del cine en Colombia es igual a una industria de películas colombianas.
Y no es así: el cine en Colombia debe fortalecer los circuitos de exhibición y favorecer su desconcentración (que Cine Colombia no sea el macropoder del sector es también una responsabilidad del gobierno), debe invertir en el público para que el nicho minoritario del cine de calidad pueda crecer ("los paseos millonarios" más que entusiasmar deberían cuestionar a nuestras autoridades) y debe tener una política de formación de personal técnico y artístico a largo plazo; y "lo último pero no lo menor", debe propiciar una discusión verdaderamente pública de las políticas, para que la sensación cada vez mayor de favoritismos y discusiones intestinas o cerradas, pueda ser despejada. Sin esas convergencias las películas colombianas seguirán estrenándose en tierra de nadie, la exhibición mantendrá un comportamiento oligopólico y el mal gusto seguirá siendo identificado con el cine colombiano, con el alejamiento definitivo de cada vez mayores sectores del público.
Que la Ley de Cine se ocupe preferentemente de apoyar la producción resulta inevitable desde su misma concepción. Pero el Ministerio debe ir más allá y recuperar su interés por temas como los que menciono,que parecen complementarios o accesorios, pero no lo son.
Aunque estoy seguro de que María Isabel Rueda no tiene razón y de que lo que ella extraña es la exposición mediática porque sí, también es cierto que la actual Ministra debe posicionar su agenda. De lo contrario, y en una época de estados de opinión y mercadotecnia política inmediatista, ella misma como ministra puede resultar sacrificada.
5 comentarios:
Que buen análisis, nunca había entrado al blog, pero valió la pena.
Saludos. Muchos hablan de la muerte del cine, como Peter Greenaway, en España los distribuidores están desesperados porque ya nadie va a las salas de cine, todo lo ven pirateado por internet. Parece que efectivamente el cine murió o esta muriendo a pasos agigantados, entonces ¿por que tener una ley de cine para sostener un arte muerto, al menos para la mayoria? Es una pregunta que me gustaría que el autor algún día desarrollara. Saludos.
que buen análisis... esto es justamente lo que le hace falta a Mª Isabel...
Bueno, digo cine por convención, como podría decir audiovisual, que es más feo. Creo que el cine está más vivo que nunca, si superamos el tema de los formatos o las condiciones de exhibición. Aunque creo también que cierta forma de la experiencia del cine ha muerto o ha mutado. Pero vale la pena encontrar lo colectivo del cine con los medios de aquí y ahora. Sobre la ley de cine, bueno... es un medio que muchos parecen ver como un fin
Ni el cien ha muerto ni nos encontramos en camino de su defunción, de ahí la importancia de la ley de cine y de fortalecer alternativas viables de desarrollo hacia nuevos formatos,profundizando en los actuales y potenciando cambios a partir de la única forma posible de evolución: la creación continua.
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