El director colombiano Jerónimo Atehortúa Arteaga (Déan Funes 841, Tres muertos -en codirección con Iñaki Dubourg-, Becerra), entrevistó en Sarajevo al portugués Pedro Costa, una figura de culto de la cinefilia internacional contemporánea. Esta versión extendida de la conversación publicada inicialmente en el periódico El Mundo, es una puerta de acceso al método y la visión ética y estética de un maestro del cine. En gran parte de la entrevista Costa desarrolla la idea de dinamitar o boicotear el guion cinematográfico, pero al precio de observar intensamente la realidad y sus estructuras dramáticas.
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El realizador portugués es, tal vez, el principal heredero y estandarte de la modernidad cinematográfica , siempre poniendo en cuestión ese legado y llevándolo a nuevas costas. Foto: Sefa Sungur |
Por Jerónimo Atehortúa Arteaga
JERÓNIMO ATEHORTÚA ARTEAGA: Estoy muy interesado en su concepción del
guion y la escritura cinematográfica. Me
parece que tiene una concepción muy novedosa de ella que a mi me resulta muy
pertinente para pensar, en términos políticos, cinematografías emergentes como la de mi país.
PEDRO COSTA: Hubo en tiempo en el que trabajaba de
modo, digamos, inconsciente, en el sentido de que me negaba a preguntarme
de dónde venía el dinero y cómo era
distribuido dentro de la película. Yo estaba casi que entrenado para no saber
eso. En mi escuela de cine no me lo enseñaron, porque mi universidad,
afortunadamente, era demasiada anárquica, y aún no estaba formateada en este
sentido. Era el tiempo inmediatamente posterior a la revolución (1), y todavía se
estaban preguntando qué tipo de institución querían ser, así que mientras
estudié allá, no me enteré de cuáles eran los “protocolos” de la realización
cinematográfica.
Por el contrario, en la universidad tuve
la enorme oportunidad de conocer a António Reis, uno de los más grandes
directores de cine portugués, a pesar de solo haber hecho tres películas. Reis era
todo lo contrario al director que depende de cronogramas, call sheets, mapas de
rodaje, etc. Por no mencionar que era un tipo al que le encantaba improvisar,
además de ser un artista en todo sentido. Era un poeta de verdad, era etnólogo,
estaba absolutamente interesado en la mitología, el arte folclórico, el arte
primitivo y antiguo, los rituales, era un hombre de gran erudición y al
mismo tiempo un verdadero campesino. Él venía de un pequeño pueblo al norte
de Portugal y permaneció como un hombre rural hasta el final. Reis fue quien me
dio una verdadera razón para permanecer en la universidad.
Mi motivación al empezar a estudiar era completamente enfocada en el aspecto
técnico del cine, cómo armar una cámara, cómo cargar un chasis, cómo exponer
correctamente, cómo grabar sonido, pero especialmente en ese tiempo descubrí la
edición. En todo caso mi intención siempre fue ser independiente, esa intuición
ya estaba allí. Yo permanecí en la universidad solo por dos años, porque
rápidamente fui invitado a trabajar en una película, luego en otras dos, después en un corto y así estuve trabajando como asistente y productor por diez años.
Esa fue la rutina de mi vida por un largo periodo.
La idea del guion no apareció en la
escuela. Yo sabía que gran parte del arte del cine que me fascinaba en ese
tiempo venía de la escritura: Hawks, Lubitsch, y el cine norteamericano en general dependía del guion. Pero era claro
que también estaba el cine silente que sin duda operaba con otra lógica. En
todo caso yo estaba muy conmovido por el cine clásico que veíamos en aquellos
enorme programas, que el futuro programador de la cinemateca hacía. Veíamos
ciclos enormes que duraban meses, en los que veíamos dos y a veces tres películas
por día. Fueron casi tres años en los
que pude ver todo el cine, allí ,con mis compañeros, vimos todo Mizoguchi, todo
Ozu, todo Murnau, todo Rivette, Truffaut… pero también Ford, Tourneur, los
clásicos de los años treinta y cuarenta. Al mismo tiempo los dos grandes faros del cine
contemporáneo que veíamos eran Straub/Huillet y Godard. Ellos eran el gran
ejemplo de lo que el cine podía alcanzar en ese momento. Eran directores que
partían de las formas, eran muy modernos
en todo sentido. Eran supremamente innovador su trabajo con el montaje, el
collage, el ensamblaje de elementos disimiles, sobre todo en el caso de Godard.
Mientras que Straub/Huillet eran cineastas rigurosos, que mostraban un trabajo
intenso, siempre dependiendo de textos. Esa idea del guion clásico en el cine
moderno que yo amaba era absolutamente subvertida por ellos. En Godard el guion
era la cámara, mientras que en Straub/Huillet era una cierta herencia que
partía de textos literarios como Kafka o los griegos; ellos no necesitaban de
ninguna “historia”, la historia la traían los textos puestos en la película.
Esto, de todos modos, era algo que António Reis nos decía casi todos los días,
“ustedes deben entender que incluso las piedras cuentan una historia, ustedes
no deben inventar o depender de su imaginación”.
JAA: Pero las dos primeras películas que
realizó, O Sangue y Casa de Lava, tenían un guion.
PC: La primera efectivamente tenía un
guion, yo no diría convencional, pero si muy autobiográfico. Aunque la historia
no es mía hay un elemento autobiográfico por contradicción. Quiero decir, yo no
tengo hermanos, pero me habría gustado tenerlos. Toda mi niñez y adolescencia
la viví en soledad, mi padre y mi madre estaban divorciados, era una familia
disfuncional. Como muchos chicos me la pasaba de una casa a la otra, pero sobre
todo me la pasaba muy solo. Yo vivía en las calles, en la ciudad, en el cine.
Recuerdo que cuando tenía 12 años iba al cine solo, después iba al café y
tomaba jugo y torta y luego tomaba el transporte público yo solo, de manera que
fui descubriendo el mundo en absoluta soledad, lo que de algún modo tiene mucha
relación con el cine.
JAA: Estoy consiente de que usted tiene
una suerte de desapego por sus primeras tres películas, pero de todos modos en
ellas se nota una escritura cinematográfica atípica, un flujo narrativo
moderno. Aunque esas primeras películas, sobre todo Casa de Lava, contaban con una producción grande, digamos
convencional, el relato estaba diluido en el espacio, procedía con una
causalidad débil, muy moderna. ¿Cómo se las arregló para lograr esto en una
producción de esas característica?
PC: Lo que siento por esas películas no
es desapego, sino distancia. Mi primera película era una producción más o menos
convencional, con cada elemento en su lugar, y es natural porque hasta ese
momento mi experiencia en el cine había sido como asistente. Yo estaba
completamente absorbido por la máquina
cinematográfica. Pero al mismo tiempo era una película producida por amigos. En
ese tiempo unos amigos y yo habíamos fundado una pequeña productora
cinematográfica. Sin embargo, esto no duró, no encontramos la forma de trabajar
conjuntamente. Aunque no diría que fue algo trágico, el hecho de que esta
empresa no durara fue causa de desilusión y tristeza pues esa fue la primera
vez que mi intento por producir de un modo diferente no funcionó. Se dio la
coincidencia de que Paulo Branco, que era y sigue siendo un productor bien
establecido, tuvo interés en producir mi segunda película. El problema era que
yo no tenía todavía un proyecto. Rápidamente se me ocurrió la idea estúpida de
hacer una remake de I Walked With A Zombie
de Jacques Tourneur, era un poco como eso que cuenta Godard cuando hizo Made in
U.S.A. Según él, simplemente tomó el
primer libro que encontró en la estación del tren y se lo dio al productor para
que le financiara su próxima película. En todo caso la idea de Casa de Lava
viene de la película de Tourneur, que a su vez viene de la novela Jane Eyre, de Charlotte Brontë. La trama de esta película, requería de una locación exótica, pues es
una historia que transcurre en un lugar alejado y misterioso. Pensamos entonces
en Cabo Verde, y el productor financió mi viaje allí para conocer el lugar por
primera vez, aunque luego a Branco le tomó largo tiempo recolectar el dinero suficiente
para hacer la película. Yo siempre digo que mi gran error fue esta segunda
película, pero fue un error revelador, que me llevó a entender qué era lo que
realmente yo quería. De algún modo tuve que ir hasta muy lejos de mi hábitat
natural, la ciudad, para luego regresar a encontrarme con cosas realmente
serias. En ese tiempo yo estaba absorto, jugando con esta máquina que es el
cine, y entonces encontré que era puro exceso. Lo que me pasó durante el rodaje
de esta segunda película fue el descubrimiento de mí mismo, que por supuesto es
algo que cualquiera puede hacer sin necesidad de meterse en un rodaje así, pero
para mí esta fue la forma de descubrir qué era lo que yo quería ser, cómo era
que yo quería comportarme frente al mundo, frente a un actor, un árbol, el mar;
tal vez de este modo fue más intenso, más eficiente. Frente a esto tuve que
hacer algo muy violento, que fue, de
algún modo, boicotear mi propia película. Era obvio que yo estaba mucho más
interesado en el pueblo y, especialmente, en la gente. Me llamaba la
atención el modo en qué vivían, cosa que
percibía como extraña, hermosa y
misteriosa. Todo en general me fascinaba: su religión, su economía, el modo en
que vestían, todo… por otro lado estaba la historia de mi película. Era un momento
en el que tenía frente a mi el guion de una película que yo había escrito para
mi productor, para que el obtuviera el dinero, porque esa es la forma en que la
máquina trabaja. Sin duda era un guion escrito únicamente por el dinero, era
solo para el productor. En esas 120 páginas que escribí para él no había nada
que me conmoviera en lo más mínimo. Por supuesto yo lo escribí sabiendo que la
mayoría de las cosas allí no podían hacerse, o no me interesaban. Todo eso ya
lo sentía. De todos modos me gustaban los actores con los que estaba
trabajando, me gustaba el equipo técnico, pero persistía la sensación de que simplemente yo estaba recorriendo las emociones descritas en el guion, y que no me estaba planteando las preguntas
verdaderas. Como no me hice esas preguntas antes de la película, ellas se
presentaron por sí mismas, de forma muy violenta durante el rodaje. Así que
boicoteé por completo el guion y a los
actores, y mi idea allí fue filmarlo todo en un estilo mucho más cercano al
documental. Por supuesto el equipo
técnico empezó a preocuparse. Hubo muchos días en los que yo salía del hotel
solo con el camarógrafo y el sonidista. Todos estaban asombrados, se
preguntaban si la película iba hacia algún lado, estaba rodeado de técnicos con
un guion en la mano, con notas técnicas precisas sobre horarios, locaciones,
puestas de sol, etc. y yo, en cambio, estaba boicoteando ese trabajo.
JAA: De manera que esa escritura
moderna, no sucedió en el montaje, sino
en el propio rodaje.
PC: Por supuesto, todo pasó durante la
producción. Como director yo estaba viviendo la pesadilla que presencié una y
otra vez cunado era asistente. La pesadilla era la ausencia de un trabajo
amable, la imposibilidad de tener tiempo para pensar, todo era demasiado
rápido. Cuando era asistente yo era uno de esos personajes que están todo el
tiempo apurando la producción, siempre gritando: “quedan 5 minutos”, “queda una
hora”. Estaba cegado, yo servía a los productores completamente. De vez en
cuando había un director que lograba escaparse para poder hacer lo que él
quería: Raoul Ruiz, Manoel de Oliveira, tipos como ellos, excepcionales. De
resto todas las películas eran más o menos lo mismo. De hecho el trabajo era
aburrido, rígido. Yo estaba a cargo de las listas de locaciones, los horarios,
nada de trabajo creativo. Yo era parte de un trabajo que consistía en mentir.
JAA: Sus películas más reciente son el
resultado de un trabajo constante en el tiempo. En ellas se nota que hay un
trabajo con la realidad, pero también una compleja estructura llena de recursos
dramáticos. Quisiera saber si en ellas
trabajó con algo similar a un guion.
PC: Al menos no en el sentido
convencional. Creo que el origen de todos los males, las injusticias y
perversidades en el mundo del cine está en el guion cinematográfico. El guion es como si fuera una especie de
tabla de derecho, es un conjunto de regulaciones con las que es muy difícil
negociar, porque se sustentan bajo esa dogma del cine que dice que el tiempo es
dinero. Pero esto es una mentira absoluta. El tiempo no es dinero. De hecho el
tiempo es lo único que podemos llegar a tener de nuestro lado si empezamos a
entender la producción de otro modo.
El guion supone un aplastamiento del
proceso de creación de una película. Llega un momento en que uno tiene la
realidad de frente y sin embargo quiere aferrarse a lo que tiene escrito en el
guion porque es lo que el productor pagó. Por eso creo que los problemas de la
creación en cine están en realidad en la producción.
JAA: En ese sentido me queda la idea de
que el guion es entonces una herramienta que se vuelve en contra de nosotros
porque termina cegándonos, impidiéndonos aceptar y tomar la riqueza de la
realidad y las personas que están efectivamente frente a la cámara.
PC: Por supuesto. Eso es algo que yo
siempre supe porque tuve una educación
en esta dirección con António Reis, quien trabajaba bajo una idea del guion
completamente atípica. Reis trabajaba con poemas, imágenes, mapas. Aunque sus películas estaban muy bien
planeadas, él filmaba teniendo en cuenta las puestas de sol, las temporadas, el
color de las hojas de los árboles según el momento del año, tenía en cuenta la
lluvia, la niebla, pero esta planeación surgía de algo interno, de su profundo
conocimiento de su entorno. Su guion,
era un guion vinculado a los elementos de la naturaleza, era algo orgánico, un
guion “natural”.
A
mÍ me avergüenza esa extrema preparación que supone el guion de cine
convencional. Bajo este modo de trabajo uno siempre queda con la sensación de
que está filmando por milésima vez la misma escena, solo que con leves
variaciones. Cuando hice Casa de Lava,
mi segunda película, pude descubrir que
en realidad yo quería estar más cerca de la gente, y que en muchas ocasiones lo
que de verdad quería filmar estaba frente a mí, pero no frente a mi encuadre,
bastaba solo mover un poco los ojos para verlo. La chica del pueblo que viene
por curiosidad a ver lo que está sucediendo en el rodaje, tal vez es lo que en
el fondo queremos filmar, no la escena previamente escrita. Es allí donde está
la verdadera intriga, el lugar donde el misterio y la verdad se encuentran de
manera positiva, sin que nosotros lo hayamos podido prever en la escritura.
Yo, en mi guion, dolorosamente escribía
misterio tras misterio, porque estaba superponiendo mis misterios a los
misterios de I Walked With a Zombie y Jane Eyre, y era absolutamente
innecesario. El misterio estaba en todos lados a mi alrededor, en los chicos,
las chicas, sus vidas, el volcán, todo estaba ahí, para mí, esperándome.
JAA: Tengo la sensación de que existe una especie de fetichización de “el relato” en el cine a través del guion cinematográfico. Se asume que el cine es una máquina cuya especificidad es contar historias. Por supuesto yo creo que siempre hay una historia, pero no creo que el cine se reduzca a ello, el cine es algo más. Yo tuve un buen profesor que criticaba esto y nos hacía ver que el guion no existía más allá de ser como los planos de una casa. Pero no tiene una existencia autónoma. Él señalaba algo que es curioso y es como la gente, tras ver una película a la salida del teatro muchas veces comenta: “me encantó el guion de esta película”, Incluso, los festivales suelen dar premios al mejor guion. Pero entonces uno se pregunta ¿de qué están hablando realmente? En la pantalla, dónde está el guion, dónde lo vieron, dónde lo leyeron. El acontecimiento cinematográfico es la película, no otra cosa. Quisiera saber qué piensa sobre esta idea de reducir el cine a un dispositivo para narrar. Tal vez es esta insistencia en solo querer ver narraciones lo que ciega a los cineastas, y los lleva a contar siempre la misma historia.
PC: António Reis en ese sentido era
brillante. Él nos decía, no solo en sus clases, sino con sus películas, que la
historia está en las piedras, en la arena, en las nubes, esos son los lugares
dónde la verdadera historia tras la historia se esconde. Ellos son el verdadero
guion de una película. Todo cuenta una historia, nosotros solo tenemos que
estar preparados y atentos para capturarla. Probablemente al hacer esto debamos
pagar un precio. Lo que sucede es que este mundo del entretenimiento está
contaminándolo todo. El problema más que las historias, es la idea de que la
narración tiene ciertas reglas. Y esto es algo que viene del uso de la
imaginación en el cine. Me explico. Me gustaría contrariar la idea de que la
imaginación es algo que viene antes de la película. Muy por el contrario y en
esto me inspiro mucho en Cezanne, la imaginación es algo que aparece con el
trabajo. El proceso es inverso, no es que primero está la imaginación y luego
está la película, para mí primero está la realidad, el trabajo, la materialidad
de la película y recién ahí surge la imaginación. Como explica Godard, si se
tratara de filmar nuestra imaginación ¿para qué las cámaras y los lentes? Por eso él siempre habla de que el cine es un
arte de la realidad, y nadie podría decir que sus películas no tienen
imaginación.
Desde mi punto de vista la imaginación es
mucho más problemática que el story-telling. Siempre he tenido la sensación
de que mi imaginación no es muy aguda o astuta. Nunca he intentado depender de
mi imaginación, o de mi capacidad para escribir cosas, no me gusta forzar la
realidad. Incluso en la vida a veces pienso en eso, ¿qué es la imaginación?
¿Qué es una persona imaginativa? Y creo que desde muy temprano en mi vida fui
más rápido que otras personas hacia la idea de que no dependemos de la
imaginación para hacer películas. Lo
cual es difícil de decir porque la gente se alarma y piensa que esta es una
aproximación turbia o fría a las cosas. Es lo mismo que
sucede cuando digo que en realidad quiero filmar el árbol, la flor en el sol, o
la chica que se acerca a mi rodaje, y no a mi propio rodaje. Creo de verdad que la escena que pude
escribir sentado en mi habitación dos meses antes, no es comparable bajo ningún
aspecto con la sensualidad de un lugar, lo escrito no tiene correlato, no
encaja, no da la altura. De esta manera una se va dando cuenta que la realidad
nos puede sorprender mucho más que la imaginación.
JAA: He podido ver Cavalo Dinheiro varias
veces, y me impresiona que cada vez que la veo, más que encontrar elementos o
detalles nuevos, encuentro toda una capa, una dimensión nueva de la película.
Tal vez, de manera retrospectiva, uno podría decir que en la película hay mucha
imaginación, los capas de tiempos, las voces,
son elementos-manifestación de una imaginación cinematográfico potente…
PC: Por supuesto que la hay. Mi idea acá
no es rechazar la imaginación. Sino dar una idea distinta de ella. Creo que la
imaginación proviene del trabajo duro y constante con la realidad de los
materiales que usamos para hacer una película: el tiempo, el espacio, las
personas, las voces, los recuerdos. Lo que hace trabajar mi imaginación es muy
concreto, son los materiales presentes en la creación, y hoy puedo decir que
esos elementos están normalmente ya en frente de la cámara, están ahí,
esperando y uno lo que tiene que hacer es ensamblarlos de modo que funcionen. Es como una pared, se construye
con ladrillos haciéndolos encajar.
Estas ideas sobre la imaginación vienen de la experiencia
traumática de haberme enfrentado a una
profesión que no respetaba, y que aún no respeto, y que no tiene nada que ver
con el cine clásico que admiro. Yo estoy
hablando de la corrupción de una forma artística y de una industria. Ya no
existe aquella industria que produjo esas grandes películas. Por supuesto
Hollywood todavía existe, pero hoy crean productos que yo no pueden interesarnos.
JAA: Pensando en estas valoraciones sobre
el guion cinematográfico como una herramienta que se vuelve en nuestra contra
para cegarnos, y en estas ideas sobre la imaginación en el cine concebida como
lo que surge tras el trabajo con los materiales de la creación artística y no
al revés, me pregunto si podríamos hablar de una escritura propiamente
cinematográfica y dónde puede estar. Por lo general se habla del guion, la
puesta en escena o el montaje, pero sus películas me hacen pensar en una
dimensión absolutamente ignorada cuando se habla de este asunto: la producción.
Se me viene a la cabeza ese maravilloso documental de Kavin Barlow y David Gil,
Unknown Chaplin, que usted recomienda tanto, en el que se muestra cómo la
escritura cinematográfica de Charly Chaplin estaba más vinculada a la
producción, y por supuesto a la puesta en escena, que a un guion o una historia
previamente concebida. Digo, esto podría ser una concepción novedosa, la
producción como escritura cinematográfica. Comento esto porque usualmente
afirma que una película está mucho más
en la producción, que es un concepto más amplio que recaudar dinero, que en la dirección.
PC: Sí, cuando yo hablo de producción en
cine, intento salvarla de ese callejón de la vergüenza en el que se encuentra
para los directores. Odiamos la producción, no nos gusta, tenemos una mala idea
de lo que es. Consideramos ladrones a los productores, porque roban, porque son
ignorantes, etc. Pero la producción, para mí, desde António Reis, Godard,
Straub/Huillet, Rouch, es el modo de hacer la película. Estos directores cuando
filmaban estaban inventando un modo de
hacer las películas que no se limitaba a los planos, al arte. Hacer una
película es también preguntarse cómo vamos a gastar el dinero, cómo vamos a
distribuirlo, cómo nos vamos a organizar. Estos directores tuvieron que
inventar sus propios sistemas para poder hacer sus propias películas. Y esto es
algo que me obsesiona, porque de un modo o de otro, todas las películas que
para mí son importantes y que me han impresionado inventaron su propia
producción. Entonces, lo más probable es que la clave se encuentre allí, en la
producción. ¿Por qué no? También es un arte tratar de resolver el modo de
conseguir los recursos para poder hacer
un plano que está emergiendo. Este
balance, entre las cosas que son necesarias y las que puedo conseguir, la
relación entre los medios y los fines, empezó a tener sentido para mí. Creo,
y esto es muy importante, que como cineastas debemos ser los dueños de nuestros
medios de producción. Hoy es mucho más sencillo que en el pasado. Pero es algo
que ya estaba en Chaplin. Esa es la gran lección que yo tomo de sus métodos. No
el estudio, ni los autos o los laboratorios. Una cámara, un trípode, algunas
luces, son medios a los que podemos acceder hoy y tener siempre con nosotros. No
es necesario alquilar nada para hacer una película hoy.
JAA: Probablemente con No Quarto da Vanda
usted cumplió ese sueño de Godard de poder hacer una película solo.
PC: Sí tal vez. Mi deseo, o mi obsesión,
no era la de estar solo. Esa circunstancia se presentó porque yo necesitaba
hacer esa película. Necesita atravesar ese pasaje. Necesitaba ese momento para
estar solo, para poder pensar de nuevo, o para poder ir más a fondo. Traía la
idea de que era necesario deshacerme de cosas. ¿Y qué podía hacer? Entonces
empezaban a rondar en mi cabeza todas estas ideas que mencionamos: Reis,
Godard, el guion, la producción, esa realidad que empieza a ser más atractiva que
mi imaginación.
Recuerdo la historia que leí un día
sobre Rossellini. Nunca la volví a ver de nuevo. Era una entrevista hecha por
Truffaut. Rossellini decía que hacer
películas era tan simple como trazar una grilla en la que simplemente hay que
hacer un desglose, poniendo cómo se visten los personajes, qué usan, qué comen.
Uno llena todos esos elementos y la película está lista. A partir de esto
Truffaut decía algo hermoso y era que Rossellini no tenía la inocencia
suficiente, la estupidez infantil que alguien debía tener para poder hacer
cierto tipo de películas. Lo que decía
Truffaut era claro, en algún punto, uno debe ser un poco naíf e idiota para poder seguir creyendo en este
circo. Si uno ve la carrera de Rossellini, es una larga carrera hacia la
abstracción, que va de las películas sobre la guerra, a esas películas
extrañísimas en las que se dedica casi a filosofar. Este comentario de Truffaut sobre Rossellini
sintetiza una de las razones que me hizo cambiar, y me llevó a hacer las
películas que hice. Esta es una reflexión que yo llego a hacerme tras haber
vivido completamente cegado cuando trabajaba como asistente. Nunca me preocupé
mucho por cuestionarme esas constantes repeticiones de las que estaba hecho el
cine, en las que se filma una y otra vez la misma historia de amor.
JAA: ¿Llamaría a eso alienación?
PC: No. Simplemente quiero decir que
perdí esa inocencia infantil, casi
estupidez, necesaria para hacer otro
tipo de películas, para escribir cierto tipo de guiones.
JAA: Pero en cierto sentido sí es una
alienación. Digo. Estamos hablando de alguien que trabaja en una máquina, que
es la palabra que usted usa, y que hace parte de ella, pero jamás se pregunta
a sí mismo cuál es el trabajo que hace.
PC: Seguro. En términos políticos y
económicos esa es la típica experiencia de la alienación. Por eso ese cine es una máquina que rechazo.
Repito, yo creo que el negocio del cine es una de las peores réplicas de todo
lo malo en nuestra sociedad capitalista. Es un espejo de la masacre jerárquica
que vivimos. Es una pirámide que contiene todos los clichés e ismos de nuestra
sociedad. Todo lo que sucede en un equipo de rodaje es un reflejo de las peores
cosas que suceden en cualquier otro entorno laboral: es racista, sexista,
injusto y la mayoría del tiempo la gente que está ahí no lo hace por ningún
tipo de interés por el trabajo que está haciendo, simplemente está por el dinero,
y un poco, porque es “sexy”. Es un trabajo que pone a la gente en hoteles,
aviones , que cambia constantemente. Alguien que trabaja en la industria puede
ir a siete países distintos en un solo año. Es una vida-novedad.
Yo, por mi parte, no quiero eso y no lo
necesito. Y sobre todo, no tengo eso a lo que llamó Truffaut una cierta
cantidad de estupidez para creer en ese
tipo de historias. Yo estoy del lado de António Reis o Rossellini en el sentido
de que siento que debe haber algo más que las historias, debe haber algo más en
la realidad, debe haber algo más para descubrir y que probablemente es mucho
más hermoso, rico y complejo que cualquier historia que podamos escribir con
nuestra propia imaginación.
JAA: No leí la entrevista a Rossellini que
comenta, por eso me gustaría precisar un poco más a qué se refería. ¿A señalar
la simplicidad de la creación cinematográfica dentro de la industria?
PC: No. Citaba ese comentario en otro
sentido. Siempre se deben tomar primero notas partiendo de la realidad. Si lo
que nos interesa es un valle, las historias que pueda haber en él, con un chico
o una chica, etc. Lo primero que hay que hacer es investigar el valle, cómo es,
cómo vive la gente allí, recién ahí se puede empezar el guion y el trabajo.
Primero se conoce el espacio y luego se le imprime el tiempo. Pero lo primero
es investigar la realidad material de la película. Es simple, pero no es fácil,
requiere un trabajo enorme. La investigación es: ver, ver, ver. Por ejemplo
para Straub/Huillet siempre se partía de un texto literario, Kafka o los
griegos, luego venía la investigación sobre un espacio determinado. Ellos
buscaban la conexión entre, digamos el valle, y algo que ellos habían leído.
Ese fue el modo en que ellos hicieron Sicilia! Straub cuenta que una vez iban
en su auto viajando por Italia y sintieron un olor fuerte. Se detuvieron,
salieron del auto, se acercaron al puente y vieron el lecho de la montaña
repleto de naranjas. En ese momento no hicieron nada. 25 años después Straub
está en su casa, toma el libro Conversación en Sicilia de Vittorini y lee las primera líneas en las que se cuenta
que un hombre se está quejando de no haber podido vender naranjas, porque sus
jefes están botándolas en las montañas y los ríos para especular con el precio.
De inmediato Straub recordó la anécdota de años atrás sobre las naranjas y
sintió la necesidad de adaptar ese libro. Lo que quiero señalar con esto es la compleja
relación entre la realidad y la imaginación. A veces toma veinte años conectar ambas cosas. Con No Quarto da Vanda,
por ejemplo, me tomó todo un año en el que simplemente iba a Fontainhas a estar
con Vanda, y luego otros dos años filmando todos los días.
JAA: Es un poco como lo que se ve de
Charlie Chaplin en el documental que mencionaba. Cuando nos muestran las tomas
que quedaron por fuera de muchas de sus películas y luego las retoma más tarde,
está ahí esa relación. Él encontraba un gag en medio de una filmación, pero tal
vez no era el momento de usarlo, así que lo guardaba en su memoria y lo usaba
más tarde en otra de sus obras maestras en la que sí era pertinente.
Me gustaría preguntarle por ese otro lado
de la producción cinematográfica que usted menciona seguido. Me refiero al lado
político de la producción cinematográfica. En dos sentidos: en una ocasión usted dijo que era necesario
hablar de la política en el cine, y que la política en el cine era: dinero,
dinero y dinero, un poco como en el inicio de Tout va Bien de Godard. Por el
otro está una concepción complementaria, traída también por Godard cuando dice que la política en el cine no es filmar
temas políticos, sino más bien filmar políticamente. Yo veo ambas dimensiones en sus películas.
PC: Más que eso, lo que Godard pide es
encontrar una forma política de hacer películas. Yo tuve la fortuna de poder
resolver mis inquietudes sobre este asunto hace mucho tiempo, yo entendí que
debía trabajar con decencia, en comparación con la pérdida estúpida, que no
alcanza ni a ser lujo, que se hace en la industria cinematográfica. Tras mi crisis con Casa de Lava, que luego se
intensifica con Ossos, supe que debía
cambiar, era simple. No podía seguir
viviendo así, era una mentira, una
impostura. No tengo la personalidad como para haber seguido fingiendo, y
convenciéndome de que me parecía bien una escena, de que estaba a gusto con un
plano, o de que me gustaba lo que estaba haciendo si continuaba haciéndolo de
ese modo. Solo podía estar a gusto y
saber lo que hacía si lo hacía a mi modo. Como asistente entendí que muchos de
los problemas que hay en el cine vienen de malas decisiones en la
producción. Todo lo que en un rodaje hacía que los directores estuvieran
alterados, venía de las decisiones tomadas en la producción. Pero en ese momento no me importó, porque
asumía que eran labores separadas: el director dirige y el productor consigue
los medios para que la película se ponga en movimiento. Cuando estaba haciendo
Casa de Lava sentí esa necesidad de estar en un lugar en el que pudiera pensar
mejor, junto a gente que me pudiera ayudar a encontrar lo que necesitaba, y en
muchos casos, incluso, quería estar solo por un momento, y eso fue lo que hice.
Durante ese rodaje mucha gente me dio cartas para llevar a Lisboa. Fue cuando
regresé y empecé a entregar estas cartas que el milagro sucedió, conocí el
barrio de Fontainhas y a su gente. Este lugar me sedujo por razones estéticas
por supuesto. Era un lugar muy marginal de la sociedad, pero no fue por razones
políticas o militantes que llegué a él. Lo que me atraía eran los colores, el
lenguaje, el sonido del creole, la música, las caras, una cierta personalidad
que sentía muy cercana a la nuestra.
En
cada película que uno ve, como Godard dice, uno puede percibir lo que falta, lo
que está sobrehecho, en síntesis, uno puede percibir dónde va el dinero, dónde
está el gasto ocioso, la inflación. Por supuesto que hay algo utópico en lo que
yo propongo, pero a mí me gustaría que la razón para hacer una película pudiera
integrar algún tipo de política, no solo la idea de un drama, sino la idea de
la política para escenificar ese drama. Es decir, si vamos a hacer una película
debería hacerse con transparencia. El engaño, la mentira, el ocultamiento,
aunque suene fuerte, se han convertido en la gramática de la producción
convencional en cine. Creo, de verdad, que si una producción se encara con
decencia, esa decencia se verá proyectada en la pantalla, y nuestras películas
serán mejores. Creo que una gran parte de las buenas películas presentan un
buen balance entre medios, dinero y arte sin mostrar desproporción. Esto lo veo
en Straub/Huillet, en Godard, en Rouch. Es mucho lo que se puede hacer con
decencia.
JAA: ¿Usted se considera un director o
artista político?
PC: En el sentido de que yo muestro esto
mucho más que otros, sí. Yo elegí el lugar en el que quería estar. Desde
entonces no he cambiado mucho, tengo ciertas ideas sobre los valores, las cosas
más preciadas para mí, no lo son para
otros, no los son para la mayoría de los espectadores, y ciertamente no para la
industria del cine, al fin y al cabo no es que ellos me apoyen demasiado, y
tampoco que yo pida mucho. De todos modos estoy
seguro de que yo he rechazado gran parte de este mundo del cine.
JAA: En muchas ocasiones usa la palabra
resistencia para hablar de algunas películas. ¿Usted cree que es esto lo usted
está haciendo? Resistiendo, un poco portando la llama de un modo de concebir el
cine que está desapareciendo en este mundo de las coproducciones.
PC: Me parece que la palabra resistencia
está demasiado desgastada.
JAA: Quiero decir, cuando veo sus
películas siempre noto que no solo hay algo ahí que se resiste al consumo como
entretenimiento, sino que también hay en
ellas ciertos valores que resisten.
PC: En estas circunstancia mi intención
es diferente. Más bien yo intento probar que uno puede hacer algo distinto. Un
trabajo que no es documental, no es ficción, no es sociología, es ante todo, un
trabajo interesante con la imagen y el sonido, es un oficio, esto es algo que
aprendí del cine clásico, lo importante es ocuparse de la película, no perder
el arte, el oficio, la habilidad de tomar decisiones, hacer elecciones,
etc. Y no caer en un montón de vicios de
la realización como lo es el despilfarro de dinero. Nuestro primer aliado es el
tiempo, que es una de las primeras cosas sobre las que tenemos que trabajar. Es
como en el póquer, uno tiene que apostar todo su dinero al tiempo. El tiempo y
la gente. Si la gente tiene algún interés en lo que estamos haciendo, si están
ahí por algo más que el dinero, debe entonces haber tiempo para pensar.
Yo
me siento muy influido por la música. The Clash, The Sex Psitols, The
Buzzcocks, The Undertones. Y por ello creo que este oficio debe ser más cercano
al de una banda como estas, los nuevos equipos técnicos de filmación, en los
que pienso, deberían ser más como una banda de punk.
JAA: Ahora que menciona estas bandas de
rock en comparación con lo que el cine debería ser, y si tenemos en cuenta que
uno casi podría decir que el rock está muerto…
PC: Sí, probablemente el rock esté
muerto.
JAA: ¿Usted cree que el cine tiene futuro?
¿O tan solo estamos viendo los estertores de un cadáver?
PC: Yo creo que sí. El cine tiene futuro
por supuesto. Lo que veo ahora es menos y menos posibilidades de mostrar las
películas, películas interesantes. A veces veo menos posibilidades para filmar
las películas realmente importantes.
Tengo esperanza, pero me temo que estas películas importantes no van a
ser financiadas, veo una segregación selectiva basada en un gusto particular,
basado en ideas vagas sobre el estilo, y tengo la sensación de que los elegidos
en estos círculos que deciden el cine que se hace, son seleccionados por un
grupo pequeño de personas. Y me refiero al mundo en el que nosotros estamos. No
a Hollywood, no a las grandes industrias.
JAA: ¿Se refiere a los festivales de cine?
PC: Me refiero a las películas que
podemos hacer en Europa, Latinoamérica, Asia. Al círculo del cine de autor o
artístico. Las decisiones de financiar
estas películas son tomadas sobre falsas presunciones y análisis vulgares de
las películas y de lo que ellas pueden ser. Son criterios no competentes. De
nuevo, es un asunto político, pues las decisiones son tomadas bajo criterios,
que para mí, no son cinematográficos. Pero en todo caso no me gustaría
profundizar demasiado en este asunto. Tampoco quiero insultar a nadie. Lo que
sí creo es que cada vez es más difícil ver películas, no estoy de acuerdo para nada con
quienes afirman que cada vez hay más y más películas, creo que es una gran
mentira. Internet, ese profundo pozo subterráneo, ha terminado por matar un
montón de cosas y los directores que uno conoce son los que están en las
portadas de las revistas, en los festivales, etc. Pero creo que hay
posibilidades, mi idea ha sido ser pequeño y local.
JAA: Este síndrome que usted describe es
preocupante, hay cientos de películas que se hacen para luego ser guardadas
entre un cajón porque no participan del gusto de estos círculos reducidos, y
como usted dice ese gusto muchas veces
es forjado por criterios vulgares que
nada tienen que ver con el cine como arte. Al igual que en la política todos
podemos sentir que las cosas están mal. Se siente en el aire, uno lo puede
percibir. Vivimos en un mundo con un relato pobre donde no podemos imaginar un
mundo distinto a este que estamos viviendo. Entonces nos resignamos y esto es
lo mismo que pasa con el mundo del cine Surge la pregunta, ¿qué opción tenemos? Sabemos que las cosas están mal, pero, ¿qué hacer?
PC: Hay que empezar por confrontar la
realidad. Lo que yo hago en las películas, para mí, en mi soledad, es tratar de
no escapar de la dificultad, y casi siempre me enfrento a cosas difíciles. Lo
que veo en mi país, es una parálisis total en los jóvenes, y si el cine puede
ser salvado es por los jóvenes, por supuesto con la solidaridad de los mayores
que quieran unírseles. Pero en mi país, creo que debe nacer una nueva
asociación de directores que se aparte
de la corrupción y la miseria que existe, esta es la primera etapa para
enfrentarse a esta aspecto de la selección de películas que comento. Es difícil
que pueda haber algo de resistencia proveniente de las escuelas de cine. Pero creo
que la gente puede empezar a organizarse en asociaciones, comités, para
intentar cambiar las regulaciones y
proponer cosas nuevas. En este punto sí es importante la imaginación para
iniciar una acción colectiva. Uno puede llegar a encontrar el camino solo
pero es mucho más difícil.
Creo que el cambio en el cine debe venir
de hacerse ciertas preguntas cruciales, sobre el dinero, la financiación y la
distribución.
JAA: Me gustaría ir un poco más atrás en
el problema. Hace unos días leí un entrevista de Paul Schrader, en la que él
decía, más o menos, que el problema del cine contemporáneo no eran las
películas, sino el público. Según él, hoy al público le interesa muy poco las
películas serias. ¿Está de acuerdo con esto?
PC: No, no estoy de acuerdo. Estos tipos
como él están muertos. No cuentan para nada. No tienen nada que dar. Esta gente
no está en contacto con ninguna realidad. En casos como el de usted, en un país
latinoamericano, debe ser terrible la realidad de la producción y eso no creo
que tenga que ver con la gente.
Hace unos días estaba en Nueva York, en
un festival en el Lincoln Center, y estaba otro director, James Grey, que es un
tipo que parece agradarle a la gente. Este hombre se la pasó durante una hora,
en una entrevista, en cierto modo, insultándome a mí y también a usted. Estaba
tan, tan convencido de estar dando un sermón, porque hablaba como si dijera la
verdad, y la gente, aparentemente, creía
que lo hacía. Grey decía que él podría
hacer películas en digital o con cámaras pequeñas, pero es demasiado fácil y
deberíamos resistir esa idea. Decía que a él le gustan las cosas difíciles, y
lo difícil es meterse en la selva con cámaras de 35 mm y un equipo técnico de
cien personas. Pero lo único que estaba haciendo era mentir en un sentido
amplio. Porque al decir esto, encubría muchas otras cosas, porque no hablaba de
los aviones, los jet privados, los estudios, y si eso es a lo que él llama
dificultad estamos completamente jodidos. Al alabar esta dificultad, Grey
quería decir que debíamos estar del lado del cine, y el cine es algo complejo,
difícil, costoso. Nos está diciendo, yo pude hacer un uso distinto del dinero,
pero no, es mejor hacer las cosas de este modo.
JAA: Por supuesto. Abrazar este tipo de
aproximaciones al cine es negar a personas como yo, la posibilidad de hacer un
cine competente. Porque al fin y al cabo lo que están diciendo es que el único
cine digno de hacerse es el que se hace a gran escala y con un brazo financiero
al que jamás podremos acceder. Pero
yéndonos al lado opuesto de este espectro, con películas como las suyas o las
de Apichatpong Weerasethakul, por dar solo un ejemplo, ¿cree que es posible seguir afirmando
que el cine es una industria?
PC: En Hollywood sí. En Europa no. La cruel
realidad de las cosas es que la mayoría de las películas que se hacen pierden
dinero. E incluso, la mayoría de ellas ya están perdiendo dinero cuando son
imaginadas. Más de el 80% de las películas europeas son financiadas por fondos
públicos, no privados. Y lo cierto es que los productores en Europa están más
movidos por una idea de originalidad que de ganancia. A ellos les interesa más
la idea de financiar el arte, y la mayoría del tiempo saben de antemano que se
va a perder dinero.
JAA: Pero al menos desde mi punto de vista
eso está bien. El cine es una inversión cultual, no económica, su ganancia no
retorna en forma de dinero, sino bajo otras formas.
PC: En mi caso trabajo con equipos muy
reducidos y con presupuestos muy pequeños, y sobre todo trato de mantener los
derechos de propiedad sobre mi obra. Y
de hecho esta es la forma que tengo de poder hacer otra película, no perdiendo
dinero.
JAA: ¿Cree que es posible reconciliar este
cine de autor con las masas? Digo, ¿Es posible lograr que la gente vaya a ver
películas como las que hace?
PC: No es algo que me preocupe. No es mi
problema. No creo que nos debamos preocupar demasiado por eso. No tengo ninguna
idea sobre esto. Porque aparte de la audiencia cinéfila alrededor del mundo,
interesada en este tipo de películas, yo hago mis películas con algunas
personas en mente, y esa gente es la misma gente a la que estoy filmando. Los
amigos y la familia de Ventura, gente que conozco, la gente del barrio. ¿Por
qué no? Esa es la gente en la que debemos pensar.
JAA: Un poco cambiando de tema, me
gustaría hablar de un asunto un poco más
personal, porque me concierne mucho como latinoamericano. Cuando uno está en
Europa y ve los universos que se dedican a representar en el cine mainstream,
películas como las suyas adquieren un relieve mayor. Están totalmente alejadas
de ese mundo clase media y alta que ellos representan y mira hacia los márgenes
de la sociedad. Sin embargo, yo empiezo a ver una tensión distinta en el cine
latinoamericano respecto a este tema. He visto lo influyentes que son sus
películas allá. Pero al mismo tiempo yo empiezo a sentir esta gran tensión
respecto del reparto geopolítico de lo que nosotros los latinoamericanos
debemos hablar, y la marginalidad se ha convertido en una suerte de canon.
PC: Es una pregunta curiosa. Nunca me lo
había preguntado. Para empezar yo no soy la mejor persona para preguntarle por
el cine de hoy. No veo tantas películas contemporáneas. Soy el tipo de personas
que ve ciertos cineastas, una y otra vez.
Parte de lo que comenta es cierto, si miramos un poco hacia atrás,
podemos ver que antes había mucho más interés por representar cada aspecto de
la sociedad. No tengo una opinión formada sobre esto, pero es como lo comentado
sobre Rossellini, cualquier lugar de la sociedad es un espacio abierto para la
investigación, es un campo de estudio y no veo porque el cine se deba limitar a
representar una u otra clase social.
Si mis ideas en el cine son útiles para
algo, quisiera más que sirvieran como inspiración para romper las reglas existentes en el campo
de la producción, más que con esa idea de que el cine debe solo representar a
las personas que habitan los márgenes de la sociedad. Mi deseo de trabajar con la gente que
trabajo es para que ellos puedan hablar de ellos mismos, un poco sobre su
clase, sus fracasos, su memoria, no es para mostrar la pobreza.
(1). Costa se refiera a la llamada Revolución de los Claveles, el levantamiento de 1974 que significó el fin de la dictadura de Salazar y la emancipación de las últimas colonias portuguesas en África.
3 comentarios:
¿Todavía no hay comentarios? ¿Y en este país tan culto en materia de cine? ¿Qué pasó con los profesores y estudiantes de guión de la maestría de escrituras creativas que tienen la verdad revelada? ¿Por qué no salen a defender el guión clásico que tanto profesan? ¿Cómo dicen los manuales que hay que defenderse de quienes no usan guiones?
Lo triste es que mientras la gente siga presentando historias ajustadas para ganar las convocatorias FDC y para gustar a la mayoría de jurados posible, esta idea de ser dueños de los medios de producción no va a poder tener lugar. Si quien quiere hacer cine piensa que hay que ajustarse para ganar financiación o que no se debe criticar a los que otorgan la financiación, pues jamás habrá libertad. Siempre estarán haciendo, narrando, apreciando, comentando y consumiendo bajo las reglas de Proimágenes. Recuerden que para ellos no hay diferencia entre premiar un trabajo u otro, pues siempre seguirá entrando dinero proveniente de las taquillas a lo largo del año. Aquí el cine es de vendidos, de cochinos que solamente quieren poner algo en pantalla para llenarse los bolsillos y tener algo de fama. No tienen nada qué decir: solamente quieren complacer jurados con un puñado de posibles historias sobre idiosincrasia nacional. ¿Quieren llenarse? Entonces continúen presentado proyectos explotando personajes de territorios marginales que no conocen o victimarios contra víctimas en medio del conflicto que no han vivido pero que han seguido a través de medios y relatos oficiales. Sigan repitiendo lo que los noticieros dicen pero acomodado a las formas/fórmula que están conquistando festivales afuera. FDC es la posible plata fácil que los obliga a dedicarse año tras año para presentar un proyecto o varios hasta que algún día le peguen al premio. Con mentalidad de jugadores, cada año se van ablandando más al punto que van encontrando qué es lo que más puede gustar y pegar hasta que en dos o en diez años se ganan su premio y una vez dentro, tienen que seguir presentándose a la categoría siguiente, cada vez más enviciados y más complacientes modificándose para ganar no importa el gran espectro posible de jurados que aparezcan. Una lotería lamentable donde los cineastas transformados por la fiebre de ganancia se convierten finalmente en fieles apostadores domesticados. Así quién va a cuestionar nada ni a producir por fuera del FDC. Tampoco se interpelará a nadie porque cualquiera puede convertirse en jurado o en jefe de algo en cualquier momento o tendrá contactos claves. Todo vale mientras sea posible ganar un premio o ganar un favor de alguien. El cine aquí es por ende complaciente y blando. Falta gente problemática, irrespetuosa, desafiante, abyecta que se cague en Proimágenes, FDC, Mincultura, las facultades de cine y comunicación social y todos sus derivados. Dan vergüenza, dan asco. Son inútiles. Quédense en la cómoda inercia hasta mayo preparando sus proyectos para la lotería de 2017, 2018, etc. ¿Y los otros qué haremos? - Pues todo lo contrario
jose maria gil robles valiente en el caso aceite de redondela reace; candido conde pumpido ferreiro y rajoy sobredo pasteleros, querían taparlo
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