Por Juan David Correa*
My Way or The Highway, de Silvia Lorenzini |
Una de las imágenes de My Way or the
Highway muestra un inconmovible lago en Ushuaia durante algunos segundos que
parecen infinitos. Contemplando esa quietud caí en cuenta –quizá tarde– de cómo
el primer documental de Silvia Lorenzini está construido sobre una idea que
encuentro notable: el paisaje no está allí para adornar el viaje en motocicleta
que hace ella con su padre desde Colombia hasta el sur del continente, sino
para mostrarnos la mirada de la directora sobre las etapas de ese periplo de
tres meses. Por eso la presencia de Silvia en los planos es incidental, no muy
frecuente, y casi siempre a través de materiales diversos como fotografías,
pietajes antiguos, o momentos en los cuales ubica la cámara en espacios
cerrados en los que descansan tras las largas jornadas.
En algún año de la década de los años
setenta el italiano Giorgio Lorenzini vino a dar a Colombia para trabajar en la
fábrica de dulces de un familiar y en este país encontró el amor. Leonor
Alonso, se llamaba la hermosa y jovencísima mujer por la que este italiano,
heredero de una familia de viajantes genoveses, decidió irse a prestar el
servicio militar obligatorio en Italia, con la promesa de regresar. El pacto
amoroso, por supuesto, se iría cumpliendo en esos dos años de servicio a través
de sentidas cartas –que aparecen aquí y allá a lo largo del documental– y de
fotos que guardaron para siempre el recuerdo de esos días que parecían felices.
El tiempo guardó, también, y tras el regreso de Giorgio al país, dos hijos, una
serie de pietajes de una cámara súper ocho, y de un par de programas de
televisión de los años ochenta, que cuenta la épica de una familia que creció
asumiendo que la vida misma era una aventura.
Giorgio, como buen heredero de navegantes,
llegó a Colombia y comenzó a soñar con hacerse a la mar. Tras la boda, la
pareja pasó dos años en Guayaquil, y al regresar a Bogotá comenzó a construir
vehículos acuáticos primero para lagunas y lagos andinos, y después para el
mar, que algún día conquistaría.
Más allá del conmovedor argumento, que
Lorenzini y su montajista lograron editar creando una afortunada gramática, hay
muchos asuntos que quedan tras ver la escueta y maravillosa épica de un padre y
una hija haciendo juntos un viaje en motocicleta de 17.000 kilómetros. El
primero, y más evidente, es la manera en que las relaciones filiales han
comenzado a revelarse y rebelarse en el cine documental de Colombia: de Todo
comenzó por el fin a Amazona pasando por Ciro y yo, y Pizarro, por nombrar solo
algunos hitos de nuestra cinematografía reciente. En este caso particular como
un diálogo que no termina de funcionar, como una conversación hecha de retazos
y silencios, como una imposibilidad de nombrar el dolor y la belleza del
pasado.
Lo segundo es cómo la directora fue capaz
de emprender la aventura con la consciencia de que más allá del resultado lo
importante era el proceso y en ese devenir, la documentación íntima, aburrida,
desesperante, feliz y amarga; las conversaciones improbables con un padre que,
con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un hombre ensimismado y distante,
a quien le cuesta poner en cuestión sus sentimientos. Al hacerlo, cuando por
fin el viaje cobra sentido, tal como ocurre con todos los viajes, descubrimos
que esa coraza ha ido haciéndose sólida por las heridas de una vida que no
termina de describirse pero cuyas fisuras se asoman tras decenas de gestos.
Así, la película de Lorenzini nos lanza cientos de preguntas que nos hacemos a
diario: ¿de qué están hechas las relaciones humanas? ¿Dónde queda lo que
omitimos de las historias que contamos? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar
para encontrar respuestas que, de alguna manera, ya sabemos?
El viaje de esta hija y este padre, de su
ternura y dureza, resultan kilómetro a kilómetro; paisaje tras paisaje;
fotografía tras fotografía en una pieza delicada, sin voces en off, apenas con
trazos de textos, que esbozan cómo toda vida es un camino que nadie antes ha
recorrido.
Ver trailer:
*Periodista y editor.
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