Después de un -algo prolongado- receso, vuelve la serie de entrevistas con escritores y su relación con el cine, de G. Jaramillo Rojas. En esta cuarta entrega el autor conversa con Pilar Quintana, autora de La Perra, una de las cinco novelas finalistas del Premio Nacional de Literatura que entregará este año el Ministerio de Cultura de Colombia.
Por G. JARAMILLO ROJAS*
G. JARAMILLO ROJAS: ¿Cómo ha sido tu relación con el cine a
lo largo de los años?
PILAR QUINTANA: De dependencia absoluta. Veo películas
todas las semanas, a veces todos los días. Mi plan favorito del mundo es ir a
cine o quedarme entre las cobijas viendo una película.
¿Crees que lo cinematográfico y lo
literario están profundamente hermanados y condenados a encontrarse o hay
caminos propios de cada uno donde el otro lenguaje no tiene cabida?
Creo que el cine y la literatura se
encuentran y se dividen; que pueden transitar de la mano o irse por caminos
propios y excluyentes. Lo hermoso del cine y la literatura es que admiten
infinitas formas. No hay un modelo para hacer literatura así como no puede
haberlo para hacer cine. Hay tantas posibilidades como autores, gustos e
intenciones literarias o cinematográficas.
Hay quienes consideran que el cine es un
modo de expresión tan nuevo que, necesariamente, debe ser completamente
diferente de la literatura. ¿Lo crees así? ¿Qué opinas?
No creo que el cine deba ser
completamente diferente de la literatura sino que puede serlo. Hay directores
que exploran posibilidades que solo el lenguaje cinematográfico ofrece y se
alejan de los mecanismos literarios. Otros se apoyan en los mecanismos
literarios y los adaptan al lenguaje cinematográfico. Unos no son mejores que
otros. Creo que el cine y la literatura tienen una relación simbiótica natural,
pero también pueden vivir separadamente.
¿Consideras que el cine es un producto
estricto de la literatura o sólo una expresión de ella?
Yo no diría que el cine es un producto de
la literatura, pero tampoco una expresión de ella. Creo que es un medio de
expresión separado de la literatura, que puede nutrirse de ella o nutrirla a
ella, pero que existe por sí mismo y por fuera de lo literario: un arte por
derecho propio.
El cine ha recibido de la literatura
relatos, argumentos, formas y cualidades. La literatura, en todo el último
siglo, ha venido recibiendo del cine diferentes modos de narrar, concertando
nuevas miradas y objetivos ficcionales e incluso estilos. Teniendo en cuenta
todo esto ¿Ha influido el cine en tu carrera como escritora?
A veces digo que soy una guionista que
escribe libros. Siempre he vivido de la
escritura y uno de mis primeros trabajos fue como libretista de televisión. Uno
de mis primeros trabajos y sin duda el más importante porque a través del
lenguaje audiovisual aprendí a contar historias de un modo efectivo, buenas o
malas, eso era lo de menos, pero efectivas: que capturaran al televidente y lo
obligaran a seguir viendo sin cambiar de canal. También escribía, con amigos,
guiones para cine. Estos no vieron la luz, afortunadamente, pues eran
flojísimos, pero de la misma manera que con los libretos me sirvieron de
entrenamiento.
Los libretos y los guiones de esos años
fueron una gran escuela, y es algo que siempre les recomiendo a los aspirantes
a escritores que me piden un consejo: trabajar escribiendo guiones o, por lo
menos, tomar un taller de guion. Yo no soy una escritora académica sino de
calle y la calle –es decir, la experiencia, el oficio– me la dio la escritura
de libretos y guiones.
Hoy en día sigo escribiendo mis libros
del mismo modo que se escriben los guiones: primero el argumento, luego la
escaleta y entonces ya el trabajo grueso de escritura. No conozco otra manera
de trabajar.
Para muchos el cine ha dejado de ser un
arte y se ha convertido explícitamente en un espectáculo. ¿Algo así pasó alguna
vez en la literatura o crees que pueda llegar a pasar?
Los dos son al mismo tiempo arte y
espectáculo. El cine siempre lo ha sido porque tiene ese componente de un
público reunido en una sala y a las estrellas y el glamur. La literatura,
anteriormente, estaba alejada de eso. Los escritores publicaban su libro y lo
máximo que ocurría era que salían reseñas en los periódicos. Ahora no es así.
Publicás y tenés que presentar tu libro en un evento parecido a los estrenos de
las películas, ir a ferias y festivales como los directores de cine y hacer un
poco de estrella frente al público: decir cosas ingeniosas, hacer pensar y
reír, entretener. Es una parte del trabajo, la que menos me gusta, pero
necesaria para promover los libros. Igual el arte sigue ahí, detrás de todos
los fuegos de artificio.
Fernando Vallejo asegura que el cine es
un lenguaje muy menor al lado de la literatura, así como la literatura es
infinitamente inferior a la música ¿Qué piensas de esta afirmación?
Pienso que hay que desconfiar de los
absolutos.
La palabra es la unidad fundamental de la
literatura y sin ella no habría cine. ¿Sin imagen (que es la unidad elemental
del cine) crees que podría haber literatura?
Creo que sí, que puede haber, por
ejemplo, una literatura muy abstracta o filosófica. Pero esa es la literatura
que menos me interesa. Para mí la idea de la literatura es lograr ponerle
imágenes en la cabeza al lector: lograr –con palabras– que él vea lo que yo me
imaginé.
En mis talleres de escritura les digo a
los asistentes: “Cierren los ojos y vean la historia que quieren contar como si
fuera una película, con los colores, el sonido, los personajes, el vestuario y
el clima. Luego cuenten esa película.”
Una vez le dije a un amigo director de
cine que su oficio era muy duro, ya que le tocaba trabajar con mucha gente: el
director de fotografía, de sonido, el diseñador de vestuario, de arte, etc. Su
respuesta me encantó: “Trabajo duro el tuyo, pues te toca hacer sola de
directora de fotografía y de sonido, de diseñadora de vestuario y de arte…”
Hay adaptaciones e inspiraciones de todo
a todo: del teatro al teatro (Antígona de Sófocles y la versión diferenciada de
Bertolt Brecht), de la poesía a la escultura (Las flores del mal de Baudelaire y
El pensador de Rodin), de la música a la literatura (La Consagración de la
Primavera de Igor Stravinsky y la novela homónima de Alejo Carpentier), de la
literatura a la música (los amores de Paolo y Francesca de La Divina Comedia de
Dante recreados en Francesca de Rimini de Tchaikowsky) de la arquitectura al cine
(Metrópolis de Fritz Lang) y tal vez la más explotada de todas las adaptaciones
entre otras muchísimas: de la literatura al cine (Muerte en Venecia de Tomas
Mann recreada por Luchino Visconti) Con todo esto y en todos los sentidos y
tránsitos omitidos más por espacio que por otra cosa ¿Consideras que existen
las adaptaciones perfectas o fidedignas o más bien todo se reduce al universo
de la inspiración? Y ¿Los lenguajes, además de ser diferentes, pueden resultar
incompatibles?
Me parece que las adaptaciones siempre
son una obra nueva y en ese sentido no creo que deban ser fidedignas al
original. Creo que es válido que preserven tanto como quieran del original o
que se alejen hasta hacerlo irreconocible. En últimas eso es lo que hace la
literatura: reinventar, explorar de un nuevo modo historias que otros ya
contaron y temas que otros ya narraron.
Riccioto Canudo, es el responsable de que
desde 1914 el cine sea considerado el Séptimo Arte cuando escribió su
Manifiesto de las Siete Artes. Allí él abordó y definió al cine como una
síntesis de las artes en donde se ve y se oye, y que con su capacidad de
rememoración también hace posible que se huela, se deguste, se palpe y, en
definitiva, se sienta. ¿Con respecto a la literatura y en general para con el
mundo del arte, estás de acuerdo con esta afirmación o crees que las cosas han
cambiado o nunca fueron así?
Estoy de acuerdo en que el cine es un
arte.
¿Qué tipo de conocimientos o sentimientos
es incapaz de aglutinar el cine en relación a la literatura o qué tiene el cine
que no tenga la literatura?
En la literatura tenés la palabra para
explicar; en el cine no y solo podés mostrar. Por ejemplo, en un libro uno
puede poner al personaje a mirar por la ventana y decir que está pensando tal
cosa. En el cine solo lo podés mostrar mirando por la ventana y sugerir qué
está pensando o sintiendo a través de sus expresiones o la puesta en escena.
Últimamente, en muchas películas, uno ve
que ponen una voz en off –a modo de narrador literario– para que nos vaya
explicando los sucesos. Me parece un recurso muy pobre, tanto que he terminado
por querer desalojarlo por completo de mi literatura. Cuando descubro a uno de
mis narradores explicando algo pienso en esas películas con narradores en off
que no me gustan para nada y hago el esfuerzo por encontrar una imagen o acción
narrativa que sustituya la explicación y muestre o sugiera, como en el cine que
me gusta.
El polifacético Howard Hawks dijo en
alguna ocasión que para hacer cine hacen falta tres cosas: Una buena historia,
una buena historia y una buena historia. ¿Se aplica para la creación literaria?
Yo creo que sí. En mis talleres de
escritura siempre insisto en ello.
¿Lo bello, lo feo, lo horroroso y lo
sublime en cine es igual a lo bello, lo feo, lo horroroso y lo sublime en
literatura?
Sí.
Cuéntanos un poco sobre tu experiencia
como guionista.
En los años noventa, cuando era
libretista de televisión, tenía que entregar 45 páginas por semana. Eso me dio
músculo escritural, pero me la pasaba encerrada en la casa, en piyama, frente
al computador, y mis personajes tenían más vida que yo. Ganaba bien, sin
embargo era una vida un poco triste.
En 2013 Antonio García Ángel y yo nos
ganamos un estímulo de Proimágenes para desarrollar nuestro guion "Lavaperros",
del que en ese momento teníamos ya un argumento largo y detallado. Cuando
terminamos de escribir el guion habían pasado siete años desde que concebimos
la idea. En 2017 ganamos el estímulo integral y este año van a filmar la
película. Justo la próxima semana vamos a trabajar en los últimos ajustes del
guion con el director, que es Carlos Moreno, y entonces habremos terminado
nuestro trabajo y dejará por completo de ser nuestra película para quedar en
manos del director y, luego, cuando la estrenen, del público.
Antonio y yo trabajamos ese guion porque
queríamos divertirnos, descansar un poco de las penurias la escritura de
cuentos y novelas, que se hacen en soledad. Lo hicimos: nos reímos cantidades.
Pero también tuvimos reveses y nos tomó demasiados años llegar a la versión final.
Escribir guiones es tan trabajoso como escribir novelas, solo que uno lo hace
en compañía. El trabajo en el cine es siempre en equipo.
¿Qué tanto tiene La Perra de
cinematográfico?
Yo creo que todo: es muy visual, una
historia pequeñita con pocos personajes y en un ambiente dramático.
El club de la pelea, de David Fincher, una adaptación admirada por Pilar Quintana, que mejora el material original. |
¿Recuerdas especialmente alguna
adaptación cinematográfica?
Es muy difícil responder esto porque
muchas de las grandes historias del cine son adaptaciones. Cuando en una
película la historia es sólida, no digo que siempre, pero sí en muchas
ocasiones, se trata de una adaptación de un libro. Y no es porque los
escritores de literatura sean mejores que los guionistas sino porque por lo
general los escritores han tenido más tiempo para pensar y trabajar sus
historias y sus obras han resistido más filtros: los que uno mismo se pone a lo
largo de años y años de trabajo, los de los lectores de confianza a los que uno
entrega los primeros borradores, los de los editores, que suelen ser bastante
exigentes, y los de los lectores al que les llega el libro terminado.
Unas adaptaciones que me gustaron
bastante, porque representaron celosamente a
grandes libros que me encantan, son Ana Karenina y Orgullo y prejuicio
de Joe Wright y Lo que queda del día de James Ivory.
Una que me gustó bastante por todo lo
contrario, es decir, porque se aleja del libro y, en mi concepto, lo mejora, es
El club de la pelea de David Fincher.
¿Cuál o cuáles de tus obras te gustaría
ver representada en la gran pantalla? ¿Por qué?
La Perra, porque, como dije antes, es muy
visual y tiene todo para ser adaptada: una historia precisa, unos pocos
personajes y un universo hermoso y brutal como es la selva del Pacífico
colombiano.
¿Sigues el cine colombiano? ¿Qué piensas
de lo cosechado en los últimos años?
No veo todas las películas colombianas,
pero sí trato de ver las que más me llaman la atención. Hay tres cosas que me
asombran porque eran inconcebibles en mi adolescencia: el número de películas
que se filman y estrenan al año (en aquella época, con suerte, se filmaba o
estrenaba una); la diversidad de géneros que se exploran (comedias, horror,
ciencia ficción, drama, guerra, dramas íntimos...) y la calidad técnica, que
ahora es impecable en casi todas (en los ochenta y noventa la fotografía podía
ser muy pobre y la regla era un sonido atroz).
Las tres películas colombianas que más te
gustan.
Siete: Matar a Jesús de Laura Mora,
Amazona de Clare Weiskopf, Tierra en la lengua de Rubén Mendoza, Los colores de
la montaña de Carlos César Arbeláez, Perro come perro de Carlos Moreno, La
gente de La Universal de Felipe Aljure y Cóndores no entierran todos los días
de Francisco Norden.
Un puñado de películas y/o directores
inolvidables para ti.
Brian De Palma, Carlito’s Way; Win
Wenders, Wings of Desire y Faraway, So Close!; Guillermo del Toro, El laberinto
del fauno.
Pero, para mí, el mejor de todos es un
guionista: Charlie Kauffman de Being John Malkovich, Adaptation, Eternal
Sunshine of the Spotless Mind y Anomalisa (que además dirigió él). Todas ellas
están entre mis películas favoritas de todos los tiempos.
*Estudió Sociología en el Externado de
Colombia y, posteriormente, una maestría en Sociología de la Cultura en alguna
universidad argentina. Actualmente se desempeña como cronista para varios
medios latinoamericanos y forma parte del consejo editorial de Revista LATE.
2 comentarios:
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