viernes, 1 de marzo de 2013

Operación E, o el arte de desviar la atención

El arranque y la conclusión de Operación  E, la coproducción hispano-francesa dirigida por Miguel Courtois y con una mínima participación colombiana,  lanzan el anzuelo para que nos preguntemos qué tan legítimo es mentir en el cine "basado en hechos reales"; y esto ocurre en un contexto internacional agitado por  la misma  discusión, toda vez que las grandes nominadas a los Oscar 2013 (ArgoZero Dark Thirty y Lincoln) fueron objeto de igual reproche.

Es claro que toda  obra (un film, una novela e incluso un artículo periodístico) asume un punto de vista que afecta, por ejemplo, la selección del material y los grados de implicación o distancia del narrador con los protagonistas de los hechos. Operación E es una película con una presentación claramente favorable de José Crisanto Gómez, el campesino que recibió de las FARC a Emmanuel Rojas. El film, dedicado a las víctimas del conflicto armado (no sabemos muy bien de qué país, lo que termina por ningunearlas), quiere mostrarnos a este personaje, magníficamente interpretado por Luis Tosar, como una víctima más, rodeado de unas fuerzas que lo cercaron y le destruyeron su vida, sin que tuviera ninguna posibilidad de elegir.  

Asimismo, Operación E evita de manera deliberada ocuparse del drama personal de Clara Rojas, mostrando de ella lo que estrictamente supimos a través de los medios y que por lo tanto es de dominio público. De esta forma, la discusión sobre una posible lesión de la intimidad de la ex secuestrada queda saldada a favor de la película. 

Luis Tosar como José Crisanto Gómez
El caso de Emmanuel, que aparece con nombre propio y es el móvil de todos los acontecimientos,  es mucho más complicado, pues sus derechos como menor de edad y víctima que merece una especial protección tal vez si queden afectados, y eso explica que la película se estrene ahora de manera sorprendente y apresurada, para aprovechar el fracaso de Clara Rojas en su intento de obstruir su exhibición, pero con la procuraduría haciendo preguntas incómodas y pertinentes que obligarían al film a volver al ostracismo. 



No es pues un asunto de libertad de expresión, como lo han dicho a coro los medios, y como incluso lo manifestó el presidente Santos en el discurso de inauguración del 53 FICCI, la semana pasada, tomando partido a favor de una instancia del Estado (la juez que permitió la exhibición de Operación E), en una actitud impropia de un jefe de gobierno. Se trata, más allá del populismo ideológico o el partidismo interesado, de una sofisticada discusión jurídica que puede hacer las delicias de los futuros abogados y sentar jurisprudencia sobre casos venideros.

Pero volvamos a José Crisanto y su presunto papel de víctima. Para favorecer este punto de vista, la película no solo  lo convierte en el centro del drama, sino que lo construye como un campesino ingenioso y simpático, un héroe cotidiano cuyo heroismo se ve además favorecido por la fuerza que tiene Tosar. Es un encuadre legítimo, y lo mejor de la película, de lejos, es contar el conflicto colombiano desde abajo, mostrando las "tretas del débil", la capacidad del ciudadano de a pie para reacomodar día a día sus estrategias de supervivencia. Y a pesar de eso Operación E no suscribe una neo-picaresca de sujetos que le hacen el quite a la guerra, por el contrario, dado el destino del campesino, a lo que asistimos es a una tragedia que nos provoca una catarsis de indignación.

Pero, ¿a qué precio? Puesto que lo que es menos legítimo, o por lo menos se debería volver materia de discusión, es la manipulación emocional y la mentira histórica disfrazada de información objetiva. En este último caso, la película es bastante ligera cuando una vez pasan los créditos iniciales leeemos un resumen informativo -y que se entiende como información exacta y verificable- sobre los orígenes y trayectoria de las FARC. Al explicar los comienzos de las FARC como un brazo político del partido comunista, la película desconoce el origen campesino y de autodefensa de esta agrupación, que con el tiempo, poco o mucho, fue derivando hacia una guerrilla marxista. Parece una inexactitud menor, pero no lo es, y menos en un tiempo de procesos de paz y de luchas simbólicas. 

Ignorar la historia de las FARC, resumirla en unas cuantas líneas sumarias, impide no solo la reconciliación nacional sino entender lo que significa la corrupción de los ideales de esta guerrilla, convertida en una cosa peor que la que combaten; una degradación que es resultado de un proceso histórico complejo y trágico.Y nos hace pensar en la imposibilidad de una escritura "justa" de la historia. En este caso no se incurre en la mentira o en la liviandad histórica para favorecer la narración o potenciar el drama, como arguyeron los productores de Argo o Lincoln. Se trata de un desliz ideológico. Al sugerir que las FARC siempre fueron terroristas, que siempre fueron iguales a sí mismas, se les masacra simbólicamente, y queda precisamente abierto el tipo de malentendido y de herida imposible de sanar.

La película, sin embargo, logra reponerse como el ave fénix de esta señal de alarma del comienzo, que haría presumir lo peor: un film afín al poder de turno y con reducida perspectiva histórica. Los hechos se van encadenando de manera creíble salvo esa escena inicial con la voz fuera de cuadro de Clara Rojas, con unos helicópteros que sobrevuelan un claro en la selva, y con un niño que es apresuradamente arrebatado a su madre. Una escena tramposa y poco creíble desde cualquier punto de vista.  

Pero el colmo de la manipulación emocional es el final. Crisanto es separado del programa de testigos protegidos del gobierno y llevado preso. Su familia es lanzada a la calle. Aquí la película enhebra un discurso muy crítico sobre la inhumanidad del Estado, o para ser más exactos, del gobierno de Álvaro Uribe que lo representaba en ese momento, al mostrar como usó al campesino tanto como las FARC. Gómez paga una condena de seis años, según la película, aunque en realidad fueron cuatro. Y vemos a su familia engrosando la población desplazada de las grandes ciudades. Es un destino previsible para una familia que indudablemente fue víctima. 

Martina García, la campesina, esposa de Crisanto,  increíblemente bella y en buena forma, tras seis embarazos












Ver por ejemplo la entrevista que publicó hoy Semana con José Crisanto Gómez:
http://www.semana.com/nacion/articulo/aqui-para-defender-nino-mira-quien-hijo/334937-3 

Pero también es  un golpe bajo y una ligereza, destinada a criticar burdamente al gobierno colombiano, y empatar las cargas. Ni FARC ni gobierno, solo las víctimas.

Es una posición bienintencionada, pero demasiado simplista.

Operación E es una película rescatable en muchos aspectos y nos entrega un punto de vista necesario sobre el conflicto colombiano: el de las víctimas en un tiempo que, como dice, Beatriz Sarlo, es "su tiempo", "nuestro tiempo". No era pues necesario ese rudo señalamiento del victimario. A estos últimos, habría que identificarlos con precisión, porque sus crimenes no son intercambiables. O en su defecto ignorarlos.

Ver: 

Entrevista con el director de Operación E:


Trailer de la película:





                                                                                                                                                                                                                                                                            

8 comentarios:

Seiryoku dijo...

"Pero, ¿a qué precio? Puesto que lo que es menos legítimo, o por lo menos se debería volver materia de discusión, es la manipulación emocional y la mentira histórica disfrazada de información objetiva."

¿en serio?, ¿descubrieron el agua tibia?... por lo menos, personalmente, ningún material cinematografiado dice la "verdad" sobre nada, a menos que esa verdad sea la "de moda"... por lo cual se le puede pagar a una película para que legitime (o siga legitimando) ese discurso.

pero, se han usado durante la historia del Cine, de la televisión, los mismos recursos conceptuales y de hecho de este "Arte" para legitimar ideas, ¿por que ahora se debe uno sorprender y exigir que "se vuelva materia de discusión" una narración?. Creo que lo que se debería volver materia de discusión, entre la gente, entre una persona y otra si se quiere (un sueño frustrado) son las mismas estrategias que se usaron para que esto aparente ser "Verdad", y no la historia del campesino, o la de las FARC, o la de Colombia contada en una Película, que OBVIAMENTE ha sido manipulada (el mismo concepto de "manipular" algo tan intangible como la información, viene de meterle mano, dedos, tijera, uñas para desdibujar).

y a quien se le ocurre que la IN-formación tiene que ser objetiva... si esta para eso, para IN-formar (para cualquier lado)...

"Y nos hace pensar en la imposibilidad de una escritura "justa" de la historia."

Por favor!, quien puede pensar en la escritura "Justa" de cualquier historia!!!, justa desde quien, desde que grupito, desde que organización, desde que ideología? (entiendase, nunca sera Justa); siquiera podemos pensar en una "Historia legible" que produzca alguna emocion y por ende idea en alguien (sea la que esta sea), ¿a quien le da por exigir una "Historia Justa"'?

Queda saber si viéndola hay otra impresión igualmente poco válida porque llegará a personal; o ¿hay algo que se postee en Facebook que sirva para algo?

Bonus: Complementan el articulo con el pie de Foto: "Martina García, la campesina, esposa de Crisanto, increíblemente bella y en buena forma, tras seis embarazos"... y todavía hablan en el mismo artículo de "manipulación de información"

Bonus 2: el director en la entrevista; "Vamos a hacer una película que sea verdad pero que parezca ficción, que haya momentos en que los espectadores no sepan si es real o si es un documental”... esta si me dio risa.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Si usted lee bien, lo que yo sugiero que se vuelva materia de discusión no es la narración en sí misma sino dos especies de paratextos dentro de ella, que son los "letreros" iniciales y el epílogo, que justamente están en los bordes de esa narración. Por otra parte, los hechos sí existen (y como inocente periodista lo creo), no todo en el mundo es interpretación. Y una escritura "justa" de la historia, así entre comillas, es aquella donde al menos esos hechos sobrevivan en su integridad.

jack casablanca dijo...

Los hechos sí existen, pero no son otra cosa que lo que se dice de ellos. Incluso un testimonio de primera mano es una producción narrativa derivada de vaivenes emocionales, prejuicios. Los hechos, o la realidad, no son más que impresiones pasajeras, algo que se pierde para la siempre. Lo que hace el historiador, el periodista, o el cineasta, es elegir ciertas fuentes (todas resultantes de una deriva) y construir su particular relato. Las historias, como decía Wenders, son imposibles, pero son nuestro auxilio contra el terror.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Si alguien muere, si a alguien lo matan, si una cosa empezó de cierta manera y no de otra, si las Farc fueron en su comienzo una guerrilla campesina y no la fundó el Partido Comunista, eso son hechos, independiente de cómo se interpreten, más allá de la narración que se haga de ellos. Los testimonios y las narraciones son lo que es subjetivo. Pero dentro de las obras hay elementos que fungen de cierta objetividad y que tienen esa lectura: esos prólogos o epílogos exlicativos que uno asume como "La Historia". Ahí la película miente.

Nunca creí que Joseph Ratzinger tuviera razón cuando en todos los tonos del mundo dice que abusamos del relativismo. Y yo soy por lo que veo más papista que el Papa.

Por cierto, extrañaba sus comentarios Jack. ¡Bienvenido de vuelta!

Anónimo dijo...

¿Podría haber más controversia después del tan reciente(y como usted nota: apresurado) estreno? ¿Que podría ocurrir, en caso de encontrar la procuraduría impertinente o posiblemente lesiva la película para Emmanuel? ¿alguna sanción a los realizadores del filme, a pesar de ya ser irreversiblemente pública? ¿o ya todo está dicho y hecho?.
Si incluso el presidente opinó al respecto dando salvedad al asunto de su parte, pues lo muestra como asunto de Libertad de expresión, en contraposición a Clara Rojas y lo que no se sabe con precisión si era único interés por proteger a su hijo al intentar evitar la distribución en Colombia, se hace evidente que la película entonces polémica si alcanzó, por encima de que el Director manifestara que nunca tuvo la intención de serlo.

No me queda certeza de cómo puede tomarse entonces que se exhiba lo ocurrido con el hijo de Clara Rojas.

Y ¿qué decir sobre José Crisanto?
¿Es él quien siendo real, le proporciona en cierta medida ficción a la película, en el sentido en que la historia se concentra en él, atrayendo la atención a su historia especifica, como en cualquier otra película de ficción con cualquier personaje ficticio?

M.C

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Aunque sea impopular decirlo, yo creo, sin argumentación jurídica de por medio, que en el caso de Emmanuel, Clara Rojas tiene razón. Si como sociedad hemos "convenido" que los niños tiene protección especial, eso representa un valor superior al de la libertad de expresión, un límite que no se puede transgredir.

Lo lamentable es que la ex secuestrada, por lo que se ha sabido, sí considera que algo tan intagible como los derechos de Emmanuel, son negociables, lo que enrarece la discusión.

La campaña de los medios a favor de Clara Rojas y de la película demuestra la renuencia del periodismo a ser fiscalizado, tomando para sí lo mejor de dos mundos: vigilar sin ser vigilado.

Anónimo dijo...

Pedro, me pareceria interesante conocer su punto de vista acerca de lo que ha venido pasando con los tres caines. Gracias

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

No he seguido la serie con suficiente rigor, apenas vi fragmentos aislados. Obviamente contar el paramilitarismo desde sus victimarios, inescapablemente conlleva a una legitimación de estos. Pero en todo caso, la reacción me parece, si bien necesaria, también desproporcionado y algo hipócrita. Es el viejo esquema de escandalizarnos más con la representación de los hechos, que con los hechos en sí mismos. Ojala hubiese habido la misma energía para rechazar el paramilitarismo cuando estaba "vivo y coleando", y cuando todos sabíamos que ocurría. Frente a su representación, lo que habría que esperar es una suma de relatos que compensen esa mirada desde los victimarios. Aunque me temo que no serían tan populares.