Buen Ayre Visual de Argentina y Pajarera del Medio de Colombia, presentan la segunda entrega de una serie de conversaciones con escritores sobre su relación con el cine. En esta ocasión, G. Jaramillo Rojas* entrevistó al cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos.
Alberto Salcedo Ramos, voz mayor de la crónica latinoamericana, habla sobre cine, literatura y periodismo. Foto tomada de www.reddeperiodismocultural.fnpi.org |
G JARAMILLO ROJAS: ¿Cómo ha sido tu
relación con el cine a lo largo de los años?
ALBERTO SALCEDO RAMOS: Ha sido una
relación grata. Yo no tengo el fetiche de que el cine hay que verlo en la
pantalla grande, con las luces apagadas y las palomitas de maíz a la mano. No
me interesa el ritual sino la película, y además me encanta verla a mi ritmo.
Ya sabes, ir al baño si quiero, o levantarme por un café. Por eso me gusta ver
cine en mi casa. He adquirido en las tiendas un buen número de películas. Con
el cine me pasa lo mismo que con la literatura: me da más gusto volver sobre lo
que amo que buscar novedades. Cuando se volvió fácil ver películas en casa
mejoró mi relación con el cine. Puedo repetir escenas y congelar los cuadros
para apreciar mejor ciertos detalles que me llaman la atención.
GJR: ¿Crees que lo cinematográfico y lo
literario están profundamente hermanados y condenados a encontrarse o hay
caminos propios de cada uno donde el otro lenguaje no tiene cabida?
ASR: Son dos lenguajes diferentes con
vasos comunicantes entre sí. Es ya un lugar común que el buen libro no
necesariamente sirve para hacer una buena película, pero también es cierto que
muchas historias han funcionado de maravillas tanto en la literatura como en el
cine. Por ejemplo, El Padrino. El escritor Robert Louis Stevenson decía:
“contar historias es escribir sobre gente en acción”. Esto vale tanto para el
cine como para la literatura. Eso sí: se trata de dos búsquedas distintas. Es
complicado hacer una película con base en un libro. En la entrevista que
François Truffaut le hace a Alfred Hitchcock, este cuenta cómo resolvía el
asunto: al leer una novela que le interesaba, se aferraba a la idea que a él le
había quedado y se olvidaba para siempre del libro. Yo acudiría a la analogía
de mi amigo Carlos Sánchez Ocampo: el cine y la literatura pertenecen a la
misma casa pero son dos habitaciones distintas.
GJR: Hay quienes consideran que el cine
es un modo de expresión tan nuevo que, necesariamente, debe ser completamente
diferente de la literatura. ¿Lo crees así? ¿Qué opinas?
ASR: Como dije, tanto el cine como la literatura
tienen su propio lenguaje aunque haya vasos comunicantes entre ellos. Ciertos
recursos que funcionan bien en el cine resultan chillones o inútiles en la
literatura, y viceversa. Las descripciones literarias en el cine son un
pleonasmo, y el exceso de imágenes visuales en la literatura puede ser
contraproducente. Eso sí: hay recursos que pasan sin tropiezos de un lugar a
otro. La literatura narrativa se enriqueció cuando empezó a utilizar los
efectos de montaje propios del cine, y el cine resolvió un problema técnico
cuando acudió al monólogo interior de los novelistas.
GJR: ¿Consideras que el cine es un
producto estricto de la literatura o sólo una expresión de ella?
ASR: Hace poco presenté en la Fiesta del
Libro de Medellín el libro Ópera prima, del antioqueño Javier Mejía. Es un
libro de entrevistas a varios directores de cine colombianos. Allí encontré una
explicación que me pareció aguda. Sergio Cabrera cuenta que creció en un
teatro, pues su padre era dramaturgo. Desde niño Sergio vio actores ensayando.
Un día, cuando era adolescente, Sergio recibió como regalo una cámara
fotográfica. Entonces pensó que si sumaba las fotos de su cámara nueva con las
acciones del teatro que había visto desde siempre, le saldría cine. Nunca he
creído que el cine sea un producto de la literatura ni una mera expresión de
ella, aunque a ratos se sirva de sus recursos.
GJR: El cine ha recibido de la literatura
relatos, argumentos, formas y cualidades. La literatura, en todo el último
siglo, ha venido recibiendo del cine diferentes modos de narrar, concertando
nuevas miradas y objetivos tanto ficcionales como documentales, e incluso
estilos. Teniendo en cuenta todo esto ¿Ha influido el cine en tu carrera como
cronista?
ASR: Totalmente. En mis relatos también
hay fundidos, y se siente el gusto por las escenas. ¿Recuerdas la primera
escena de El Padrino I? Aparece Amerigo Bonasera hablándole a alguien que el
público no ve. Durante más de tres minutos Bonasera le pide a ese ser al que no
vemos que haga justicia, pues su hija fue violada por dos tipos. Francis Ford
Coppola nos oculta en principio el rostro del ser al que se dirige Bonasera,
porque de ese modo resalta su poder. De entrada se nos revela que el Padrino es
como Dios: aunque no lo veamos es omnipresente y omnipotente. El cine es rico
en estos recursos que enriquecen la narrativa literaria. Fíjate que Juan José
Hoyos, en la crónica “Un fin de semana con Pablo Escobar”, utiliza el mismo
recurso de Coppola. Al principio aparecen unas garzas blancas posándose en las copas
de unos árboles, y solo en el tercer párrafo entra en acción Pablo Escobar
diciendo que él contrató cien hombres para que les enseñaran a esas garzas a
dormir de día. Al ocultarlo en los primeros párrafos Juan José Hoyos resalta su
poder.
GJR: Para muchos el cine ha dejado de ser
un arte y se ha convertido explícitamente en un espectáculo. ¿Algo así pasó
alguna vez en la literatura o crees que pueda llegar a pasar?
ASR: Siempre hay mal cine y buen cine, y
lo mismo pasa con la literatura. Es justo que cada quien escoja lo que le
plazca. El cine comercial y la literatura comercial comparten gustos y
calamidades, pero uno como lector o como espectador tiene otras opciones.
GJR: Fernando Vallejo asegura que el cine
es un lenguaje muy menor al lado de la literatura, así como la literatura es
infinitamente inferior a la música ¿Qué piensas de esta afirmación?
ASR: Estoy de acuerdo con él, pero
prefiero disfrutar plenamente del cine, de la música y de la literatura que
ponerme a establecer esas categorías.
GJR: La palabra es la unidad fundamental
de la literatura y sin ella no habría cine. ¿Sin imagen (que es la unidad
elemental del cine) crees que podría haber literatura?
ASR: En estos tiempos el cine sin
palabras no sólo sería mudo, sino además sordo. Tampoco concibo una literatura
sin imágenes. La palabra y la imagen son inseparables. Cuando tú nombras con el
lenguaje, imaginas lo nombrado, y cuando ves una imagen, piensas en la palabra
que la designa. Muchos grandes directores de cine contemporáneos dicen sentir
nostalgia por el cine mudo, pero siguen haciendo sus películas con palabras.
También hay literatos que despotrican del cine pero se sirven de sus recursos.
El Padrino, de Francis Ford Coppola, una adaptación ejemplar y una de las películas favoritas de Alberto Salcedo Ramos. |
GJR: Hay adaptaciones e inspiraciones de
todo a todo: del teatro al teatro (Antígona de Sófocles y la versión
diferenciada de Bertolt Brecht), de la poesía a la escultura (Las flores del mal
de Baudelaire y El pensador de Rodin), de la música a la literatura (La consagración de la primavera de Igor Stravinsky y la novela homónima de Alejo
Carpentier), de la literatura a la música (los amores de Paolo y Francesca de
La Divina Comedia de Dante recreados en Francesca de Rimini de Tchaikowsky) de
la arquitectura al cine (Metrópolis de Fritz Lang) y tal vez la más explotada
de todas las adaptaciones entre otras muchísimas: de la literatura al cine
(Muerte en Venecia de Thomas Mann recreada por Luchino Visconti). Con todo esto y
en todos los sentidos y tránsitos omitidos más por espacio que por otra cosa, ¿consideras que existen las adaptaciones perfectas o fidedignas o más bien todo
se reduce al universo de la inspiración? ¿Los lenguajes, además de ser
diferentes, pueden resultar incompatibles?
ASR: Quien adapta necesita tomar su
propio camino, no quedarse atado a la obra original. Yo sí creo que puede haber
lenguajes incompatibles. La obra de García Márquez tiene un preciosismo
estético que depende en gran parte de la resonancia poética y musical de sus
palabras. ¿Cómo traduces eso al cine? Sí, claro, puedes poner en escena las
situaciones que Gabo escribió, pero al hacerlo sin la voz y sin el tono de él,
cambia el asunto. Gabo pareciera ser el único que conoce el Ábrete Sésamo de su
universo literario. Los directores de cine que lo han intentado no han podido.
Quizá lo logrará el que sea capaz de aplicar aquello de Hitchcock que mencioné
hace un momento: trabajar sobre su idea y olvidarse de Gabo.
GJR: Riccioto Canudo es el responsable de
que desde 1914 el cine sea considerado el Séptimo Arte cuando escribió su
Manifiesto de las siete artes, allí él abordó y definió al cine como una
síntesis de las artes en donde se ve y se oye, y que con su capacidad de
rememoración también hace posible que se huela, se deguste, se palpe y, en
definitiva, se sienta. Con respecto a la literatura y la escritura y, en
general para con todo el mundo del arte, ¿estás de acuerdo con esta afirmación
que unifica todo dentro del cine o crees que las cosas han cambiado o nunca
fueron así?
ASR: En el famoso prólogo de Música para
camaleones, Truman Capote nos cuenta que cuando comenzó a escribir sintió que
era algo divertido. Dejó de serlo cuando aprendió la diferencia entre escribir
bien y escribir mal. Luego hizo un descubrimiento más aterrador: la diferencia
entre escribir bien y el arte verdadero. Supongo que esto vale para el cine,
aunque yo sinceramente no me creo con el juicio suficiente para establecer si
una película es o no es arte. George Bernard Shaw decía que la función de
cualquier arte es permitirnos ver nuestra propia alma, y eso es algo que uno ha
sentido viendo ciertas películas.
GJR: ¿Qué tipo de conocimientos o
sentimientos es incapaz de aglutinar el cine en relación a la literatura o qué
tiene el cine que no tenga la literatura?
ASR: Joan Didion dice en una entrevista
que ella al principio no quería ser escritora sino actriz. Después cambió de
idea porque descubrió que tanto el escritor como el actor buscan lo mismo:
hacer creer, hacer sentir. En el cine es más evidente porque ves rostros,
acciones, lágrimas, y eso te puede llevar a una empatía más fácil. Sin embargo,
en la literatura también se presenta.
GJR: El polifacético Howard Hawks dijo en
alguna ocasión que para hacer cine hacen falta tres cosas: una buena historia,
una buena historia y una buena historia. ¿Se aplica para la creación literaria
o para el periodismo narrativo?
ASR: Absolutamente. Si no tienes una
buena historia no tienes nada. Uno de los narradores que han defendido con más
ardor e inteligencia el valor de las historias fue Hemingway. Una vez lo
expresó en estos términos: “un escritor malo debería pensar en ahorcarse. Así,
por lo menos, ya tendría la historia del ahorcamiento para empezar”. Como ves,
si tienes una buena historia puedes hasta morirte.
El gol que costó un muerto, de Víctor Gaviria, inspirado en una crónica de Alberto Salcedo Ramos. |
GJR: ¿Lo bello, lo feo, lo horroroso y lo
sublime en cine es igual a lo bello, lo feo, lo horroroso y lo sublime en
literatura?
ASR: No estoy seguro de que la sensación
de uno como espectador de cine y como lector sea igual, pero tanto en el cine
como en la literatura uno encuentra lo bello, lo feo, lo horroroso y lo
sublime.
GJR: ¿Qué huellas o impresiones
personales, sensibles, estéticas, sociales, etc., ha dejado el mundo del cine
en la obra de no ficción de Alberto Salcedo Ramos?
ASR: En el buen cine no sólo vemos
actores haciendo representaciones: sobre todo, nos vemos reflejados nosotros
mismos, con nuestros miedos, con nuestros traumas, con nuestras fragilidades,
con nuestras pequeñas victorias. El cine, más que una ventana por la que nos
asomamos para ver hacia afuera, es como un espejo que nos devuelve nuestro
propio rostro. La literatura también nos ayuda a descifrarnos, a entendernos.
El arte narrativo, en general, permite explorar la condición humana.
GJR: Teniendo en cuenta tu larga
trayectoria en periodismo narrativo, ¿nunca escribiste o te surgió la
posibilidad o la idea de escribir un guión documental? Si la respuesta es sí, ¿qué pasó?
ASR: Hice televisión documental durante
muchos años. Dirigí y escribí algunas series como Vida de barrio y Vámonos
caminando. Me sirvieron para recorrer Colombia y descubrir historias que luego
han aparecido también en mis libros. Por ejemplo, la de la señora damnificada
de Armero que aparece en “De un hombre obligado a levantarse con el pie
derecho” y la del hombre que cuenta chistes en los velorios incluida en La eterna parranda. Hace rato no me arrimo a ese mundo de lo documental en
televisión.
GJR: ¿Cuál o cuáles de tus crónicas te
gustaría rehacer cinematográficamente? ¿Lo harías dentro del molde argumental o
documental?
ASR: Me gustaría que se llevara al cine
la historia de Pambelé contada en mi libro El oro y la oscuridad. La
preferiría en el molde argumental, definitivamente. También me gustaría que se
hiciera una película sobre mi crónica “Los ángeles de Lupe Pintor”. Es la
historia de un ex campeón mundial de boxeo que le ocasionó la muerte a un rival,
y años después se volvió amigo del padre de su víctima. Delante de mí, la
esposa de Lupe Pintor le agarró el puño y me lo mostró. Me dijo que nosotros,
los amantes del boxeo, solo conocimos esa parte de las manos que su marido
usaba para trabajar, es decir, los nudillos, pero que ella había conocido la
parte suave, y en este punto me mostró las palmas. Es la parte que Lupe utiliza
para acariciar a sus hijos, para prodigarse en el afecto. Ella acudió a ese
gesto algo teatral para dejarme en claro que la muerte ocasionada por su marido
en el ring había sido sólo un accidente.
GJR: Cuéntanos un poco a propósito de las
relaciones, correspondencias o imposibilidades que existen entre los universos
del cine y el periodismo.
ASR: También entre estas dos disciplinas
hay vasos comunicantes, sobre todo entre el periodismo y el cine documental. Me
siento incapaz de hacer cine, pero sé que algunas historias que he contado como
periodista narrativo podrían funcionar en ese ámbito. Hay un cortometraje de
Víctor Gaviria basado en mi crónica "El gol que costó un muerto".
GJR: ¿Qué piensas de la crítica
cinematográfica? ¿La has ejercido?
ASR: Me parece necesaria y además me
gusta. Yo, en todo caso, nunca leo una crítica sin haber visto antes la
película. Prefiero acercarme sin prejuicios y encantarme o desencantarme por mi
propia cuenta. Nunca he ejercido esa actividad, pero me gustaría hacerlo, al
menos durante un tiempo. Eso me haría ver más cine del que veo.
GJR: Para la construcción de tus
personajes y tus historias de no ficción, ¿cómo trabajas las imágenes en función
de la narración? ¿Te influencia más la literatura o alguna ves te has
sorprendido utilizando herramientas o técnicas del “contar” cinematográfico?
ASR: A mí no me toca “construir
personajes” sino retratar los que encuentro en mi trabajo como reportero. Para
ello siempre tengo a la vista aquello que ya cité de Robert Louis Stevenson:
“contar historias es escribir sobre gente en acción”. Procuro que la gente me
permita ser testigo de cómo vive en su cotidianidad. De ese modo encuentro las
escenas que me permiten revelar su esencia. Utilizo recursos del cine, insisto,
pero le doy prioridad a lo literario, pues lo mío es la escritura.
GJR: ¿Encuentras diferencias
substanciales en las formas de sumersión, investigación y seguimiento a un
tema, contexto y/o personaje entre el periodismo narrativo y el formato
documental audiovisual o crees que hay una hermandad irreductible?
ASR: Hay una hermandad evidente.
GJR: ¿Recuerdas especialmente alguna
adaptación cinematográfica? ¿Por qué?
ASR: Un tranvía llamado deseo. A pesar de que su gramática visual hoy se
siente envejecida, tiene una gran tensión dramática que sigue siendo
perturbadora.
GJR: ¿Sigues el cine colombiano? ¿Qué
piensas de lo cosechado en los últimos años?
ASR: He visto con emoción varias películas
colombianas, como Rodrigo D. No futuro y El abrazo de la serpiente, así como los
maravillosos documentales de Luis Ospina, que podrían tutearse con cualquier
gran pieza del género más allá de nuestras fronteras.
GJR: ¿Cuáles son las tres películas colombianas que
más te gustan?
ASR: Rodrigo D. No futuro, El abrazo de la
serpiente y Un tigre de papel.
GJR: Un puñado de películas y/o
directores inolvidables para ti.
ASR: La familia y El baile de Ettore
Scola, Comer, beber, amar de Ang Lee, Medianoche en París de Woody
Allen, Psicosis de Alfred Hitchcock, Ciudadano Kane de Orson Welles, 8
½ de Fellini, El Padrino I de Francis Ford Coppola.
*Estudió Sociología en el Externado de Colombia y, posteriormente, una maestría en Sociología de la Cultura en alguna universidad argentina. Actualmente trabaja como editor y redactor para revistas digitales y programas de radio independientes de arte, cultura y sociedad en Buenos Aires y Montevideo.
*Estudió Sociología en el Externado de Colombia y, posteriormente, una maestría en Sociología de la Cultura en alguna universidad argentina. Actualmente trabaja como editor y redactor para revistas digitales y programas de radio independientes de arte, cultura y sociedad en Buenos Aires y Montevideo.
1 comentario:
El cine y la literatura son lenguanes diferentes pero que permiten expresar y revelar un punto en común: la condición humana. Llegan a lo mismo.
Saludos y ¡gracias!
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