![]() |
Víctor Hugo Morant, en Crónica del fin del mundo |
Ah, pero hablaba de la vejez. Pues ese es precisamente el tema principal de Crónica del fin del mundo. Pablo, es un viejo encerrado en su apartamento, prisionero de su miedo y su desencanto. El personaje, interpretado convincentemente por Víctor Hugo Morant, viejo actor de la televisión, perdió a su mujer en una explosión, hace 20 años, los mismos que ha pasado sin salir a la calle, asistido en cada necesidad por su hijo Felipe (Jimmy Vásquez), uno de esos profesionales precarios a los que, en palabras de su padre, "les han robado el futuro".
También componen este círculo Claudia, la esposa de Felipe, el pequeño hijo de ambos y un amigo algo atolondrado, con el que Felipe toma cerveza e imagina planes. El contexto que agrupa a este reducido grupo es la profecía maya del fin del mundo, y la manera como cada personaje se comporta frente a esta incierta expectativa. Pero ¿quiénes son los viejos? ¿Cuántos de estos personajes carecen, de hecho, de futuro? ¿Cuál es el mundo que se ha acabado ya? ¿Qué vendrá? Son grandes preguntas, pero la película ofrece frente a todas ellas respuestas muy parcas, casi siempre a través de diálogos inteligentes que dejan en claro la madurez de los realizadores, la claridad con que enfrentaron este proyecto y su radicalidad para llevarlo a buen término.
Crónica del fin del mundo destila pesimismo y desencanto, pero no en el tono pueril de films como Apatía. Una película de carretera, y otros títulos colombianos sobre el país enfermo y en bancarrota. Aquí no se trata ni siquiera de un alegato en contra de Colombia -aunque las marcas del país y en concreto de la ciudad de Bogotá nunca se disimulan-, sino de una desolación existencial que apenas tiene en el cine colombiano lejanos antecedentes como Pasado el meridiano de José María Arzuaga o Pisingaña de Leopoldo Pinzón.
La opera prima de Cuervo tiene problemas técnicos y narrativos como un sonido plano o la inconsistencia de ciertas acciones de los personajes, que atentan, por momentos, contra la verosimilitud de lo que se está contando. Y quizá un contexto social trabajado con apresuramiento. Pero estas deficiencias se pasan fácilmente por alto ante la capacidad de la película para crear unos personajes con conflictos en los que cualquier espectador se puede reconocer. Crónica del fin del mundo ofrece la posibilidad de que, contrario a una tradición muy extendida en el cine colombiano, nos sintamos solidarios con estos personajes, los acompañemos en su deriva. Si eso no es de algún modo pensar en el público, entonces no entiendo el papel del público en esa aventura común a todos de crear un cine nacional del que no sintamos vergüenza.
Ver trailer: