El director tailandés Apichatpong Weerasethakul, invitado a la edición 57 del FICCI. Foto: Sefa Sungur. |
Weerasethakul, un cineasta de lo sensorial y lo fantasmagórico, pero que al mismo tiempo retoma estructuras narrativas y relatos de la cultura popular y tradicional, recibirá un tributo en el próximo Festival de Cine de Cartagena-FICCI. Siete largometrajes, una instalación y tres cortos podrán ser vistos por los espectadores en Colombia, donde ninguna película suya ha sido estrenada comercialmente. La siguiente entrevista, es parte de una serie de conversaciones con directores esenciales para entender el cine contemporáneo, ofrecida generosamente a los lectores por el director Jerónimo Atehortúa Arteaga.
JERÓNIMO ATEHORTÚA ARTEAGA: Hace años leí
una crítica muy linda de Sergio Wolf (crítico y director argentino), en la que
describía su cine como un cine infinito en el sentido de que hay en él un
proyecto poético que asume la realidad como algo expandido donde hay un espacio
y un tiempo sin límites. Al tiempo, decía que esa infinitud era quizá la
enfermedad (Malady) que está tan presente en sus películas, incluso en los
títulos (Tropical Malady, Syndromes and a Century). Esta es una visión con la
que concuerdo bastante, pero quisiera saber usted qué piensa de ello.
APICHATPONG WEERASETHAKUL: Todas estas
capas que menciona están ligadas a mi propia memoria. Yo simplemente empecé por
representar estas diferentes capas como manifestación de una enfermedad física,
pero luego empecé a explorar la presentación (de estos elementos) de una
manera, no propiamente filosófica, sino de un modo orgánico a través del
cine. Es decir, tratando de que los
espectadores sientan que el cine, en sí mismo, está infectado de algún modo.
Entonces, en mis películas no solo están las personas literalmente con
enfermedades, sino que también hay un diseño sobre el tiempo de, digamos, el entretenimiento, sumando capas, para hacer sentir al espectador de este modo.
Es una experiencia similar a la que experimentamos cuando vemos televisión o
estamos expuestos a la información. Esto puede ser experimentado como una
especie de enfermedad, pero esto es algo que se logra simplemente a través de
una técnica particular en el cine.
JAA: Nunca había hecho esta conexión pero
lo que dice sobre el cine como infección me recuerda a David Cronenberg y ubica
su cine dentro de la tradición autoral que reflexiona sobre la imagen.
AW: Vi algunas películas de Cronenberg,
pero no muchas. Lo cierto es que en realidad yo no he visto demasiadas
películas. Yo primero estudié arquitectura en
Tailandia. Luego estudié cine en Chicago en una escuela de cine experimental,
eso fue algo decisivo para mí. Allí el foco era el cine que uno pudiera hacer
por uno mismo, y los autores fundamentales eran Stan Brakhage, Maya Deren,
Bruce Baillie y, por supuesto, Andy Warhol. Por otro lado, allí, durante ese
tiempo estaba el Film Center en donde pasaban cine de autor. Kiarostami era muy
importante, como parte del movimiento iraní de cine que en ese tiempo estaba
llegando. También veía mucho cine taiwanés, Hou Hsiao-hsien. Pero también mucho
cine europeo de la época, por ejemplo Sátántangó de Béla Tarr, y Godard,
siempre Godard, esto es algo que sí veo constantemente. En ese tiempo veía
películas intensamente y sentía que los directores se estaban preguntando por
la línea divisoria entre la realidad y la ficción. A diferencia de ahora, tenía una verdadera sed por ver películas. Por un lado estaba el cine experimental que
jugaba con las texturas, y por el otro, el cine de autor que, aun siendo
narrativo, era muy diferente a todo. Después de la universidad no he visto
mucho cine, excepto cuando voy a festivales. Pero de algún modo he empezado a
evadirlo.
JAA: ¿Por qué?
AW: Cada vez siento más la artificialidad
del cine. A medida que uno ve más películas uno empieza a identificar los
trucos. Incluso en lo que llaman “slow cinema”. El cine tiene un poder de
manipulación que empecé a sentir, sobre todo si lo comparo con la vida. La vida
es mucho más placentera y esto es algo imposible de reemplazar o, incluso, de
reflejar en el cine. El
cine es algo tan diminuto y aunque el contenido propio de una película no puede
ser presentado en la forma de un libro, aun así, el placer que uno obtiene
viendo películas lo puede obtener también leyendo, aunque sea de un modo
distinto. El problema es que el cine exige la gran pantalla, algo que en mi
país es cada vez más escaso, de manera que no tengo muchas opciones. En
Tailandia existe una gran imposibilidad de acceder al cine, pero además también
está esta pérdida de confianza en él que mencioné.
JAA: Ya regresaremos sobre este tema pero
quisiera que fuéramos atrás para profundizar un poco su en concepción sobre el
tiempo y los sueños en el cine. Sus películas muestran una especie de realidad
expandida que no está limitada por la causalidad del storytelling tradicional.
AW: Tiene mucho que ver con el montaje y
por supuesto con un diseño del tiempo. Para mí la clave es la simplicidad. En
los sueños siempre ocurren muchas cosas, pero cuando llega el momento de
resumirlo, el sueño es siempre un puñado de palabras claves. Yo intento
trabajar con eso. Tal vez esto es lo que transmite esa sensación que usted
comentaba. Pero en todo caso no es una decisión consiente. No es que yo diga
“listo, quiero hacer una película con una
atmósfera de sueño”, excepto en Cemetery of Splendor, donde estaba plenamente
consiente de querer llevar al espectador dentro de la confusión propia de los
sueños de los personajes principales.
Con Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives, Weerasethakul ganó en 2010 la Palma de Oro del Festival de Cannes. |
JAA: ¿Qué tan importante es para usted
contar una historia (storytelling) en sus películas?
AW: Bastante. Porque incluso cuando uno
hace cine experimental hay una historia, solo que es más libre. Incluso cuando
uno ve una imagen abstracta hay una historia dentro de ella. El cerebro humano genera conexiones y extrae una
historia siempre. Y eso me gusta del cine. Es una arte muy físico y al tiempo
subjetivo. En el cine uno tiene la representación sobre la representación de
las cosas, y al sumarle el tiempo es posible crear una historia, u otras
historias dentro de la mente de los espectadores.
JAA: Béla Tarr, a quien usted mencionó,
suele decir que no hay historias, todas ellas son lo mismo y fueron narradas
hace tiempo, por ejemplo en la Biblia. El cine para él, es algo distinto,
relativo al tiempo. ¿A esto se refiere?
AW: No, no pienso eso. Yo creo que las
historias siempre están cambiando. Como los recuerdos o nuestros cuerpos, siempre están en transformación. Por ejemplo en el
colegio o en los medios de comunicación enseñan una historia del país, pero con
el tiempo, viendo la realidad, con nueva información, uno se da cuenta que esa
historia no es más que propaganda, y de repente la historia se convierte en
ficción. Este tipo de cambio que sufren las historias es algo que a mí me
interesa mucho. Lo mismo sucede con los fantasmas. Un fantasma es mi realidad
en el pasado. De nuevo, es la historia cambiando constantemente.
JAA: Sin duda eso está presente en sus
películas, pero al tiempo, aunque hablemos de recuerdos y fantasmas, ellas son
muy concretas. Hay mucho calidez y delicadeza en ellas. Debo decir que en
muchos casos las historias en ellas se me escapan pero siempre queda la
sensación de estar ahí y el recuerdo de los personajes y la gente.
AW: Eso simplemente tiene que ver con yo
trabajo con gente a la que amo, y que conozco. Cuando escribo una historia
nunca hay un personaje “malo” y este tipo de cosas. Siempre voy guiándome por
las emociones. Tiene que ver con mi testarudez. En realidad yo no necesito de
un conflicto o de cualquiera de estos
elementos blanco y negro, bueno y malo de la narrativa convencional para hacer una película. Lo que yo recolecto
en mis cuadernos y mis apuntes tiene que ver con la belleza, la tristeza y las emociones. En el fondo creo que el asunto principal del cine es la belleza. Y
la belleza de la que hablo no tiene que ser una belleza física, la belleza está
en adquirir conciencia sobre la fragilidad de la vida.
JAA: Volviendo al tema que habíamos dejado
atrás. Usted comentó que había perdido la confianza en el cine. ¿Cuándo ocurrió
esto? Y ¿por qué?
AW: Oh, muy buena pregunta. Tal vez
ocurrió no mucho tiempo atrás. Probablemente fue durante 2008, tras hacer
Syndromes and a Century. Por ese tiempo
empecé a hacer muchos más cortometrajes e instalaciones. El cine, a más de ser
arduo de hacer por lo difícil que es conseguir recursos, empezó a parecer
confinado a las limitaciones de ciertas reglas, y a sentirse muy artificial. Especialmente hablando de la experiencia de ir a festivales. En
ellos la gente habla mucho de las películas, y a veces uno aprende de lo que algunos
escriben sobre nuestro trabajo, pero en otros
innumerables casos hay mucha
basura relativa a la filosofía, que deja al cine atrapado sin salida. Ocurre
algo similar con las artes visuales, existe un enorme flujo de reflexiones
institucionalizadas, que hace que las obras no sean algo que viene del corazón,
sino de los textos o del conocimiento, no de la vida. A esto es a lo que me refiero. Hacer cine empezó a
parecer menos emocionante. De modo que he intentado no pensar demasiado sobre
las propias reglas con las que hago mis películas, cómo hago tal o cual plano.
Incluso me siento mucho más libre en el cine no procediendo como en el cine de
autor, sino aceptando el estilo convencional: cámara subjetiva, plano contra
plano, etc, porque al fin de cuentas hoy la experimentación se ha convertido en
una fórmula. Podemos vernos engañados por la forma del cine de autor, y vernos
atrapados por sus trucos, como le sucede a muchos artistas. Todo esto es
realmente asfixiante. Así que con Cemetery of Splendor me relajé mucho más y
simplemente me concentré en el proceso de disfrutar o capturar una experiencia.
JAA: Es decir, ¿la sospecha hacia el cine
vino más del lado de la recepción que cierta audiencia tiene de sus películas?
AW: No solo eso. También viene de mí mismo
mientras estoy haciendo películas. Yo me pregunto constantemente por qué hago
las cosas de tal o cual modo. Me pregunto cuando hago un plano ¿por qué dura
tanto? O ¿por qué dura tan poco? En ocasiones uno mantiene un plano por largo
tiempo, pero el tiempo no debe ser largo. Si algo se siente largo uno debería
cortar. Pero a veces puede ser confuso, entonces uno se puede encontrar
diciendo: este plano debe ser así de largo, porque este es mi estilo. Este tipo
de cuestiones surgen en la elaboración de la película. Y muchas veces no es lo
correcto, es importante mantenerse lejos de estas ideas, porque no se trata del
estilo propio, se trata de un sentimiento o de una situación. En un plano largo (o secuencia) debe
haber lo que yo llamo espacio de calidad (quality space). En el plano uno
tiene el encuadre y el tiempo, o mejor
la duración, y lo que sucede allí dicta la calidad. En muchas ocasiones en un plano secuencia no
hay ninguna calidad. Por eso yo intento activar ciertos elementos en el plano.
JAA: Entiendo, se refiere a la situación
en que un director se vuelve rígido a la hora de filmar porque debe seguir algo
a lo que el llama su estilo, incluso en contra de sus intuiciones.
AW: Absolutamente. Pero a pesar de lo que
digo, esta es una pregunta que retorna constantemente. Pero está bien. Yo todo
el tiempo debo hacerme preguntas. Y a pesar de que mis películas están dentro
del mismo universo, siempre son distintas. Por ejemplo, el bosque de Uncle
Boonmee Who Can Recall His Past Lives no es el mismo bosque de Tropical Malady,
física y conceptualmente hablando.
JAA: Y entonces, si no al estilo que es
una manifestación personal, a qué apela para encontrar la lógica del
tiempo y el corte en sus películas.
AW: Debo decir que trabajo con un editor
y él me ayuda en este aspecto. Él, por supuesto, sigue el guion, pero luego,
entre ambos intentamos sentir juntos cuál es lugar adecuado para cortar. Es
difícil de decir. El tiempo, mientras uno está trabajando, cambia
constantemente. No es lo mismo el tiempo en el monitor de la computadora, que
en una proyección o que cuando a la imagen se le agrega el sonido. Así que es
un largo proceso encontrando el tiempo cinematográfico, evocándolo, sobre todo,
para el público.
JAA: Sus películas son extremadamente
sensuales e invitan al espectador a experimentarlas de un modo, digamos,
erótico. Y ello está incluso en el modo en que filma a un toro, la noche, una
princesa, o hasta una pierna llena de cicatrices.
AW: En mis películas hay una aproximación
física a las cosas, no intelectual. Simplemente porque ese no es nuestro
trabajo. Intelectualizar las cosas es el trabajo de otros, tal vez de
filósofos, no de los cineastas. El trabajo de un cineasta es ser honesto. A
esto me refería cuando decía que el mundo de las artes visuales se ha
corrompido, porque todo proviene únicamente del lado intelectual, eso es lo que
siento tan incorrecto en el arte institucionalizado. Cosa que también le viene ocurriéndole al
cine. Creo realmente que no existen las fórmulas y por eso intento subrayar esa
necesidad de cada uno de encontrar su propio ritmo, y cuando alguien encuentra
su propio ritmo, ello puede servir para explicar su propio cine, pero no con
palabras. La teoría debe venir después de la película, no antes, e incluso
diría que un cineasta ni siquiera necesita saber eso.
Tropical Malady |
JAA: Dada su creciente sospecha sobre el cine, y que además usted ha incursionado en otras artes, la pregunta es ¿por qué seguir insistiendo en el cine?
AW: Sigo haciendo películas porque sigue
siendo algo emocionante. El cine es todavía demasiado joven, y aun tiene esa
magia que logra sorprenderme cada vez que estoy haciendo una película,
especialmente en el montaje. Cuando comencé a hacer películas trataba
al cine como si fuera una especie de dios, en un pedestal, al que hay que
obedecer. Pero en los últimos años he venido trabajando con otros medios,
formas, marcos que lidian muy distinto con las cuestiones sobre la realidad, el presente y el cuerpo. Así, el cine me empezó a parecer cada vez
menos confiable, y de repente dejó de estar allí arriba en su pedestal y devino
algo simplemente normal. Sin embargo, el cine siempre me ha provocado. Es como
una especia de magia o vudú que no logro
desentrañar, un animal imposible de domesticar. Siempre me surge la pregunta.
¿Por qué es tan difícil de capturar a este animal para hacer de él algo
propio? Antes de hacer Cemetery of
Splendor pasé mucho tiempo tratando de lidiar con este problema. Entonces me di cuenta de que no existen las
fórmulas, incluso en las películas de Hollywood, que involucran tanto dinero.
No importa cuanto lo intenten anticipar apegándose a fórmulas, las películas de
Hollywood también fracasan, simplemente porque no hay forma de predecir si algo
funcionará o no, ese es el elemento que me hace persistir en el cine, lo cual
es también asombroso, porque al tiempo el cine es solo luz. Aun así es
misterioso.
JAA: Lo pregunto de un modo más general. ¿Por qué hace cine?
AW: Creo que me dedique a hacer películas
porque soy una persona de corta memoria. Filmo constantemente para poder
recordar, lo cual, termina yendo en contra del contenido de mis películas que
tratan sobre el presente, sobre no estar apegado a la memoria. Pero, de algún
modo, las películas son siempre sobre la memoria. Son sobre el intento de
capturar las cosas. En
los últimos años he intentado ver la labor cinematográfica como un proceso de
creación material. Como un modo de recrear la memoria o de activar ciertos
espacios. En ese devenir el proceso es algo precioso, porque no se trata de
producir la realidad, sino de simularla a través de la luz y del encuadre. De
modo que al final una película es un cadáver, un objeto que ya no es materia,
sino que se convierte en una realidad alternativa para distintas personas.
Entonces hacer cine es tal vez una
excusa, porque no se trata tanto de reconstruir algo como de recrear, o mejor,
del placer de recrear, y luego simplemente dejarlo ser.
JAA: Previamente usted mencionó que con
Cemetery of Splendor usted estaba reflexionando sobre el futuro de las
imágenes, y tal vez, sobre el futuro del cine. Se que sus reflexiones son la
película misma, pero quisiera saber un poco más de eso.
AW: Creo que el mundo nos está preparando
para algo distinto en el futuro con la tecnología. Por ejemplo está el caso de la realidad
virtual, o en un sentido muy diferente, con la desconexión radical con la que hoy experimentamos las imágenes. Por ejemplo, en las décadas de 1960 y 1970 los
espectadores se impresionaban con las imágenes del cine experimental de Stan
Brakhage, hoy esto no pasa con las generaciones más jóvenes, ellos no se
sienten conmovidos con ellas, simplemente juegan con ese tipo de imágenes. Creo, y espero, que el reinado del cine
como un arte intelectual colapsará pronto, y una nueva forma surgirá a través
de la tecnología, y el intercambio será más a través del cerebro. Porque hoy existen muchas investigación sobre la
posibilidad de intercambiar y enviar ondas o señales cerebrales, interpretar
los sueños e incluso convertirlos en imágenes. Esto es algo emocionante, porque
como he dicho, los sueños son mejores que el cine. Entonces la pregunta es:
cómo transferimos esto a la imagen cinematográfica.
JAA: En sus películas convive lo
mitológico con la tecnología. Están las leyendas del folklore y también los
celulares, las cámaras, los computadores, las luces de neón e incluso algunas
tecnologías imaginarias ¿Esta coexistencias es concebida como un tema o es el
reflejo de algo más?
AW: Creo que estos son elementos que
simplemente están allí en mi país. Vivir en Tailandia, y creo que debe ser
similar en Colombia, implica esta coexistencia. Y a veces las creencias de
nuestros países pueden ser frustrantes, pero en muchas otras ocasiones pueden fascinarnos. Por ejemplo, en Tailandia
es común que la gente compre un teléfono móvil con un número particular, bajo
la creencia de que ciertos números pueden traerles el amor de sus vidas. Hay
una serie de creencias primitivas que me fascinan, sobre todo cuando se
expresan a través de la tecnología.
JAA: Pero hay algo paradójico. Es cierto
que la sobreintelectualización es un problema, puede arruinar las películas y
sobre todo la recepción del cine, determinando el modo en que se ve. Pero al
tiempo noto que en sus películas hay preocupaciones que no dejan de tener un
componente intelectual. ¿Estas preguntas sobre la tecnología y la ciencia en
cierto contexto no vienen siendo un
encuentro entre la sensorialidad y el pensamiento?
AW: Tiene que ver con mis intereses. Todo
está en constante transformación. Uno no es el mismo que era hace 10 minutos.
Así como todo está cambiando, mis intereses en el cine también lo hacen, y yo intento no quedarme en una sola cosa,
incluso sabiendo que alguien puede encontrar muchas similitudes entre mis películas. En
mi primer film (Mysterious Object At Noon) me movía un interés muy
sencillo: hacer preguntas sobre la línea que divide los hechos de la
ficción. A partir de ahí empezó a surgir
la pregunta sobre el tiempo, que luego seguí en mis otras películas; más tarde
apareció la política. Este cambio de intereses llega con la vida. Tailandia en
los últimos años se ha convertido en un lugar muy violento y es imposible
alejarse de esa realidad. Por otro lado el asunto de la ciencia, la mente y la
medicina tiene que ver con intereses personales que he tenido desde mi niñez.
Hoy me interesa la meditación y el funcionamiento del cerebro mientras dormimos
y también durante la vigilia, por ejemplo, ¿cómo es que durante la meditación,
cuando cerramos los ojos, podemos producir colores? Es muy extraño, uno puede
llegar a percibir colores “personales”.
Este tipo de ideas se vuelven muy íntimas y es imposible que queden por
fuera de las películas.
JAA: ¿Podríamos decir entonces que lo que
hay en sus películas son diferentes capas de diferentes tipos de conocimiento
que coexisten?
AW: Sí. Pero me quedé pensando en algo
que me había comentado antes. Y es que antes de dedicarse al cine usted era
abogado, igual que Reygadas. Siento que hay cierta conexión. El derecho es una
profesión que lidia con una realidad que
ya no existe. Si no me equivoco, la
labor de un abogado es tratar de interpretar. ¿El pasado? ¿las acciones?
Entonces su labor depende enteramente del punto de vista desde el que se
observan las cosas. En ocasiones el abogado usa el tiempo, pero en otras lo
manipula ¿no? Todo esto para defender los interese del cliente. Y creo que esta labor es básicamente la misma
que puedo hacer yo al interpretar la realidad.
JAA: Sin duda, pero en parte yo dejé el
derecho porque sentía que la profesión, mayormente, estaba atrapada en una
visión supremamente rígida de sí misma y de la realidad. La labor del abogado
es como usted la describe, pero ellos
pretenden ser objetivos, o peor aun, neutrales. Después llegué al cine, pensando que iba a enfrentarme
a una profesión donde todos tenían conciencia de su textura abierta, y me di
cuenta de que la proporción de personas con la misma visión se mantiene en
ambos lugares. ¿Qué es sino toda esa
enseñanza del cine a través de esos absurdos manuales de fórmulas a lo McKee?
AW: Creo que es lo mismo en términos de
las convenciones del estilo autoral. El estilo es algo que atrapa al cine. Digo, el corazón del cine es la
interpretación de la realidad, cómo interpretamos las cosas. El estilo es un
asunto aparte.
JAA: Algo notable en sus películas es el
modo en que se aproxima a la cultura popular a través de la gente, la música,
las ficciones. Quisiera saber un poco más sobre esto. ¿Hay algo de ironía en
este acercamiento? Yo noté algo de eso en The Adventures Of Iron Pussy.
AW: Debo decir que hace unos 10 años yo
estaba mucho más involucrado en la cultura popular, sobre todo con la radio y
la televisión. Muchos de los cortos que hice tienen que ver con ella, con
lidiar con el melodrama y las telenovelas, también con los comics. Pero hoy no
me queda mucho interés en ello. Antes fue una importante influencia en lo que
hacía. Hoy no sé hacia dónde este yendo la cultura popular. Debo decir que me
siento menos emocionado por ella ahora. En Cemetery of Splendor no quise hacer
mucho énfasis en ella, pero está allí presente porque es parte de la realidad.
En mis trabajos previos, sobre todo en los cortometrajes, ella está casi
subrayada. Pero tal vez tenga que ver con el gran cambio que se generó a
comienzos del siglo XXI, con la llegada
de internet, los teléfonos móviles, la industria del entretenimiento y de la
publicidad, y en general, con esta cultura global, consciente del diseño, algo que afectó a la cultura popular cambiándola
profundamente. Y de nuevo, yo simplemente voy con el flujo de las cosas que
afectan la vida. A comienzo de los años dos mil yo estaba muy consiente de este
proceso, ahora la cultura popular se ha convertido en algo casi uniforme,
fijado por las reglas del diseño. Lo que pasa en París se populariza
rápidamente en Tailandia también. Así que con el tiempo, no es tanto que haya
perdido el interés, como que le he encontrado un menor valor.
La instalación Fireworks (en la imagen), también se exhibirá en el FICCI, en el Museo de Arte Moderno de Cartagena. |
JAA: Pero esta cultura popular que está
desapareciendo, pero que sigue ahí, ¿es algo que hace parte de su vida?
AW: No. En realidad he dejado de escuchar
música. Tampoco veo televisión. Lo que consumo es internet.
JAA: En cuanto a la cultura
cinematográfica, ¿cuál es su relación con la tradición del cine?
AW: El cine que amo, se ha convertido en
parte de mi ADN. Las películas que uno vio son necesarias para crear. Pero para
mí se trata sobre todo de verlas y recordar cierto tratamiento del tiempo. Creo
que Hou Hsiao-hsien es una gran influencia, por el ángulo de cámara que suele
usar. Hou siempre prefirió el ángulo de cámara recto. Pero él a su vez está
influenciado por Ozu. De modo que esto es algo que va pasando de cineasta a
cineasta. De todos modos cuando filmo una película no pienso ni en Ozu, ni en
Hou. Ellos son parte de la realidad al formar parte de mi ADN.
JAA: ¿Y con el cine de su país?
AW: Tailandia es un país muy joven, pero
tiene influencia de diferentes imperios. Y existe una mezcla de varios lugares
del mundo allí. De
algún modo todos los relatos nos son familiares, entre ellos siempre hay similitudes.
Es algo parecido a lo que sucede con las telas. Cuando uno observa los
diseños de ciertas telas tradicionales,
uno puede encontrar que los patrones básicos se pueden repetir de una cultura a
otra cultura, por ejemplo entre Tailandia y Latinoamérica. Del mismo modo los
relatos son muy parecidos en términos de estructura y en el hecho de que hay
siempre un protagonista. Por otro lado yo nací en el momento en
que todo estaba empezando a mezclarse. Los géneros cinematográficos de
Hollywood han tenido una gran influencia en Tailandia, al punto que incluso Llegó a hacerse películas blaxploitation, en donde al protagonista se le pintaba
de negro la cara para poder simular este género que fue moda en algún
momento. Digo esto para señalar que mi lenguaje es
desde siempre una mezcla. Cuando tengo
que enfrentarme a la idea de cuál es mi
cinematografía nacional, la pregunta parece no tener sentido. Solo existe el
cine de cada uno. Porque uno es la encarnación de muchísimas influencias que
pueden ir desde Béla Tar a Ozu, Bresson y demás, de modo que lo que nosotros
hacemos no es más que transmitir este ADN que está en el lenguaje.
JAA: ¿Y Hollywood qué lugar ocupa en todo
esto?
AW: Me gusta mucho. Definitivamente no me
interesa hacer algo así pero allí está el futuro. Hollywood es la industria más
imitada por todas las demás industrias. Su vocabulario es copiado una y otra
vez. El cine se mueve cada vez más hacia las imágenes computarizadas y en ese
terreno es imposible derrotar a estos tipos. Ellos son las grandes compañías,
son la gran fábrica. Nadie como ellos se puede dar el lujo de tener cientos de
personas al tiempo trabajando en un solo cuadro. Ante eso solo queda la
admiración, no la competencia. Y en ocasiones lo que ellos logran es realmente
hermoso. Si uno se acerca a ellos sin prejuicios es capaz de ver la belleza en
su trabajo. Por ejemplo, recientemente vi El libro de la selva de John
Favreau, en esa película la paleta de
colores es asombrosa.
JAA: Estoy de acuerdo con usted. Las cosas
que esta máquina produce son sorprendentes. Y de hecho considero absurda, y
casi ridícula, la idea de ciertas
personas de que cinematografías como la de mi país debería intentar competir
con ellos haciendo productos similares. Un solo plano de una de sus películas
puede costar más que todo el prepuesto de cine de muchos países. No tiene
sentido competir. Al menos yo creo que como cineasta es mejor buscar nuevas
imágenes en otros terrenos.
AW: Exacto. Pero antes dije que ahora veo
pocas películas. Pero cada tanto leo sobre cine en publicaciones como
Cinemascope. Por otro lado, las únicas películas disponibles en cine en
Tailandia son las de Hollywood. Y esas las veo de vez en cuando. Especialmente
aquellas con muchos efectos especiales. Porque creo que ellas abren la
imaginación en determinados momentos. Uno necesita de la luz y de la oscuridad,
y como Hollywood existe, nosotros existimos también. Si solo existiera el cine de autor, las cosas
serían aburridas, poco emocionantes. Las películas de Hollywood son tan
distintas a las que yo hago, que no puedo dejar de sorprenderme con ellas. La
existencia de Hollywood hace que los verdaderos autores brillen. Se necesitan
el uno al otro.
JAA: Pero en este sentido que usted
expresaba, de admirar a Hollywood y no intentar competir con él, ¿aun podría
considerar su cine como algo que hace parte de una industria?
AW: Depende de la definición que uno
tenga de industria. Pero sí, por supuesto. Una más pequeña, pero es industria.
Nuestra industria en Tailandia es pequeña. Todos nos conocemos, por ejemplo, yo
comparto la misma cámara y equipo
técnico con muchos otros. Yo trabajo en el mismo estudio de sonido que la
mayoría de directores allá. En ese sentido yo soy parte de la industria de cine
tailandesa.
JAA: Es interesante. Porque muchos autores
hoy intentan trazar una distancia entre ellos y la industria.
AW: No, pero quiero aclarar. Lo mío es
más involuntario. Si yo tuviera los medios para ser independiente lo haría.
Pero no puedo. Como por ejemplo Carlos Reygadas. Él tiene su propio estudio de
postproducción en su casa. Yo quisiera poder contar con esos medios. Mis
películas además no pueden hacerse con un equipo técnico reducido. Yo necesito
luminotécnicos, electricistas, etc.
JAA: Ahora que menciona la necesidad de
contar con un equipo técnico amplio, supongo que esto lo obliga a trabajar con
un guion, digamos convencional, para poder buscar financiación. Cómo es su
proceso de escritura.
AW: Como la de todo el mundo. Comienzo
recolectando información, ideas. Trato
de escribir a partir de la realidad. Partiendo de las noticias, de un hecho que
viví, o incluso de los sueños. Entonces trato de jugar con esos elementos
ubicándolos en lugares diferentes, pero siempre partiendo de la realidad. La
cuestión es que cada película es diferente.
JAA: ¿Pero tiene algún método de trabajo?
AW: Es una mezcla de cosas. Conocer las
locaciones es muy importante. Poder estar en ellas y tomarse el tiempo de
respirar, y permitirse a uno mismo interactuar con el espacio. Y aunque la
mayoría de mis películas son muy narrativas, la historia siempre aparece más
tarde en el proceso. Pero no hay reglas.
A veces tengo una idea y busco la locación. En otras la locación me es conocida
y a partir de ahí empiezo a escribir. Por ejemplo en Syndromes and a Century yo tenía la locación en mente,
porque estaba basada en mis recuerdos, pero no podía usarla porque estaba
totalmente cambiada. Toda la belleza del lugar de mi memoria había sido
demolida, así que hubo que buscar una locación específica que se pareciera a esa. Pero en general, como mis películas
transcurren en el lugar en el que vivo, ellas simplemente surgen de mi memoria.
JAA: Usualmente usted menciona la
importancia de los paisajes en sus películas. ¿Cómo llega a ellos?
AW: Los paisajes son algo que dispara la
imaginación. Así que funcionan como puntos de partida. Usualmente uno se conecta con los paisajes y
habla a través de ellos. Ahora que tengo planeado ir a Colombia, quizá tenga
una experiencia interesante porque no estaré en los paisajes usuales. En
Tailandia funcionan mucho mis recuerdos.
Ir a Colombia será algo nuevo.
JAA: Ahora que menciona Colombia, que sin
duda será un lugar interesante para usted, hay algo que quisiera comentar al
respecto. En su cine hay una coexistencia de los mitos con la realidad. La
religión, las leyendas, y las invenciones populares son elementos constantes en
los diálogos y las imágenes de sus películas. Por eso en ocasiones uno podría
trazar cierto vínculo entre su cine y el llamado realismo mágico.
AW: García Márquez es uno de mis
escritores favoritos. Pero casualmente de su obra, mi libro favorito no
pertenece al realismo mágico, es Noticia de un secuestro. Pero esto que usted
menciona es cierto, sin embargo, no es
algo que yo me propongo hacer, porque esa coexistencia es algo que simplemente
está allí, hace parte de la realidad.
JAA: Sí a eso iba. Uso la expresión
realismo mágico porque esas es la manera como se ha vulgarizado la poética de
García Márquez. Pero quería hablar de eso. Del gesto de observar una realidad
como la colombiana que es amplia, barroca, llena de mitos que coexisten. Y creo que sus películas serían una gran
lección para muchos cineastas en Latinoamérica que durante un largo tiempo han
tratado de llevar al cine el “realismo mágico” pero siempre terminan por
abocarse a ficciones costumbristas cruzadas con componentes maravillosos
romantizados. No hay nada allí que hable de una visión más compleja de la
realidad.
AW: Sí. Se trata de ver la realidad. Hay
mucha vida en la que yo cuento. Pero incluso, en ocasiones, yo simplemente me
estoy burlando de lo que veo. Por supuesto que no creo en estas cosas que
aparecen en mis películas. Hay muchas supersticiones en mi país, que gobiernan
el modo en que vivimos y que se convierten en reglas, habiendo, incluso, un
abuso de ello. Ese es un fenómeno interesante que veo y que me permite jugar.
JAA: Ese es un elemento político de su
cine.
AW: Sí, en el sentido de que la política
está presente en un nivel físico. No a un nivel histórico, porque ese es el
límite de mi conocimiento. Yo simplemente trato de sentir las cosas y ver cómo
ellas limitan mi expresión a través de ciertos tópicos y tabués que no pueden
ser representados en el cine de mi país: la monarquía, la religión, el sexo. En
ocasiones estos elementos políticos surgen de manera obvia, y se nota la
intención de tocarlos un poco. Pero yo
no soy un historiador y las cosas que uno hace en las películas solo deben
representarlo a uno. Para mí se trata principalmente de ciertos código ocultos
dispuestos en la película. Por ejemplo en Cemetery of Splendor hay un montón de
información en segundo plano, el retrato de alguien, o ciertas fechas
importantes políticamente, que aparecen en un pizarrón. Pero esos son elementos
que yo conozco y eso es todo, en ningún momento estoy intentando hacer una
recreación histórica porque eso está afuera de mi alcance.
JAA: Usted ha mencionado mucho el valor de
los sueños, las historias, y ciertas creencias en sus películas, y aunque se
que ha mencionado muchas veces la realidad como elemento del que parte,
quisiera saber de modo más preciso qué papel cumple ella en su proceso
creativo.
AW: Lo que sucede es que no existe algo
así como “la realidad”. Y el cine se la pasa intentando solidificar algo que no
puede capturar en su totalidad. Una película es solo un ángulo de la realidad.
Por eso siempre resulta ser falso. Hacer cine es dar una mirada sobre cómo
vemos la realidad, los sueños. El cine solo puede evocar estas cosas y
preguntarle al espectador "¿es esta
imagen que están viendo en la oscuridad de la sala, la manera como ustedes ven
o imaginan las cosas?". Porque los espectadores tienen su propia imaginación y
pueden llegar a su propia respuesta.
JAA: Ahora que menciona a los espectadores, ¿cuál es su relación con la idea de “los espectadores”? ¿Es algo que tiene en
cuenta a la hora de hacer una película?
AW: Mentiría si dijera que no me importa.
De todos modos debo decir creo que no es posible complacer a nadie. Sin embargo
“el espectador” es siempre una pregunta que me hago. Digo, incluso algo como el
cine experimental se preocupa por el espectador. Cuando Warhol hacía sus
películas se preguntaba, "¿qué sentirá un espectador si yo filmo este edificio
por 10 horas?". En ese gesto hay por
supuesto una anticipación de la reacción
de los espectadores. Cosa distinta es la pregunta de si a los espectadores les
va a gustar o no mis películas, en
realidad ese no es mi trabajo.
JAA: Cuando presentó su más reciente
película en Sarajevo, usted dijo que esta película era como un cierre. ¿A qué se
refería?¿Hacia dónde se dirige ahora?
AW: Me dirijo a Latinoamérica. En Europa
no siento nada. Siento que en Latinoamérica hay mucha energía. Al mismo tiempo estoy fascinado con
el colonialismo. En Tailandia no hubo una colonización, pero sí
la hubo constantemente alrededor: francesa, inglesa, española. Sin embargo, hay
una enorme colonización interna que está ocurriendo hoy con mucha violencia. En Latinoamérica está todo el tiempo
presente el asunto de aquellas civilizaciones que fueron aniquiladas, esto es
algo que me interesa mucho, como también la idea de cierta tradición curativa,
y el asunto relativo a una percepción distinta del tiempo, en un sentido
antiguo que implica el uso de ciertas drogas o plantas. Lo cual creo que está
muy vinculado a lo que hago en Tailandia y la idea de la naturaleza que hay en
mi país. En Tailandia hay una tradición de novelas que romantizan la selva y
los animales. Pero mucho de eso en realidad proviene de la influencia de
ciertos escritores norteamericanos y europeos que estuvieron en Latinoamérica y
romantizaron la selva. Siento que ir, por ejemplo, al Amazonas, es acudir a la
fuente originaria donde se produjeron estas historias. Pero esto es solo una
primera idea, no sé cómo se irá desarrollando, ni a dónde me llevará.
Muy buenos comentarios sobre las películas y la industria cinematográfica, me encantaría que sigan dando opiniones de las demás industrias como por ejemplo los animes, que actualmente se han incorporado muy bien a los gustos de los adolescentes; en Free Anime Online podrán encontrar buenas temáticas.
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