Pepe Sánchez, quien murió anoche en Bogotá, fue actor de televisión por más de cinco
décadas, con roles inolvidables como los de La tregua y Gracias por el fuego. Su particular y refrescante sello como director de televisión quedó impreso en
varios de los programas más recordados por los colombianos, como las comedias Don
Chinche, Romeo y buseta y La posada; los seriados Brillo, Vivir la vida y Espérame
al final, que se acercaron "a la cotidianidad urbana, sus rutinas, conflictos y personajes" y las telenovelas Café, Guajira y La madre. También dirigió los
largometrajes para cine El Patas (1978) y San Antoñito (1986, estrenado en la semana de la crítica de Cannes) y el corto Chichigua (1963), un claro antecedente del cine colombiano sobre personajes marginales. La siguiente entrevista realizada por Ximena Ospina, se publicó en el número 80 de la revista Kinetoscopio, dedicado a la actuación y la dirección de actores. Esta republicación es un sentido homenaje y una oportunidad para acercarse al método y la visión de Don Pepe.
Foto tomada de la revista Esquire. |
XIMENA OSPINA: ¿Dirigir actores para
telenovelas es diferente, o tiene algún reto específico, que dirigir para otro
tipo de realizaciones?
PEPE SÁNCHEZ: El clásico género de la
telenovela juega con personajes muy contrastados. Esa es una de las
características de lo que se llama hoy melodrama; el hecho de que sean
personajes sumamente marcados, con una cosa muy maniqueísta que tienen las telenovelas -los buenos y los malos-, tiene el peligro de convertirlos en cliché. Cuando se
dirige una telenovela hay que tratar de separar al actor del estándar de los
gestos, de los mismos gestos para las mismas situaciones, para que juegue más
con los subtextos y, sobre todo, y con la venia de muchos libretistas, se
aparte de los diálogos acartonados, de los diálogos clichés que es lo que más
traiciona al actor. Cuando se tiene que decir una de esas frases hechas, el
actor cae siempre en el cliché y la dice de la misma
manera; si se le cambia y se pone un poquito más en términos cotidianos, en
términos más de la vida real, cambia necesariamente la actuación y el actor
encuentra como una verdad en lo que está diciendo.
XO: Eso que dice corresponde a su manera de
trabajar, esa marca de la actuación natural...
PS: Sin que esto vaya a sonar peyorativo, al
comienzo la televisión se alimentaba de actores de radio; eran actores que
estaban acostumbrados a actuar con la voz, había excelentes voces y se creía
que la actuación estaba basada en la voz. Con mi formación con el maestro Seki Sano vi que
la cosa era por otro lado, que la actuación era toda una técnica, que se atenía
a una serie de motivaciones y mecanismos interiores, de estudio del personaje y
del contexto en que se mueve; que se requiere meterse en la piel del personaje. Esos
principios que aprendí del maestro Seki Sano me sirvieron para tratar de huir
de esa actuación vocal y exterior, que se usaba hasta ese momento. Y cuando
tuve la oportunidad de dirigir traté de continuar esa línea, pedirle al actor que interiorizara mucho,
que actuara a través de los subtextos y los contextos que podían rodear al
personaje, de no ser esclavo del diálogo.
Con todas esas armas yo he luchado contra
los clichés de la televisión mexicana o venezolana, donde los personajes
siempre dicen las mismas cosas, los malos siempre tienen la misma ceja subida y
las niñas buenas siempre parecen salidas de un salón de belleza como para ir a un coctel.
XO: Pero
también les ha apostado mucho a los actores naturales...
PS: Sí, pero no eran ni tan naturales. Era
gente que empezaba, que había estado de alguna manera en el teatro y en
espacios experimentales. Desde luego era algo sacado o copiado del
Neorrealismo: gente que en su vida particular pudiera tener alguna aproximación
a los personajes. En el Neorrealismo italiano clásico se hizo así, porque no
había cómo pagar estrellas por la ruina en la que quedó el país en la
posguerra. Muchas veces no había con qué alquilar estudios, entonces se salía a
la calle, que fue lo que yo hice en Don Chinche. Por aquellas épocas el
realismo era la gran novedad en el cine, era la vanguardia; siempre fui muy
aficionado al cine y de un curso completo de realismo dictado por Hernando
Salcedo Silva saqué muchas cosas para aplicar cuando empecé a dirigir en
televisión.
XO: ¿Qué herencia cree que le quedó de eso a
la televisión?
PS: Creo que hay que reconocer una línea,
pero no se debe solamente a mí. Estuvo también Kepa Amuchastegui, estuvo Jorge
Alí Triana, quienes también sustentaron esta modalidad de una actuación fuera
de los clichés.
Pepe Sánchez y Celmira Luzardo en la inolvidable adaptación de La tregua, de Mario Benedetti, dirigida por David Stivel. |
XO: Existe una especie de mito acerca de que para trabajar en melodramas o en telenovelas hay una técnica específica. ¿Usted está de acuerdo?
PS: Seguramente hay fórmulas: yo no las
conozco, porque les he huido siempre. Yo sigo creyendo en la obra, en una obra
de creación colectiva, porque el aporte de todos es muy valioso. Yo no sé lo
que me pueda quedar de actividad como director de televisión; si es que me queda algo,
prefiero no atenerme a fórmulas. Por lo general esas fórmulas no son clave del
éxito. Se hacen cosas con todos los ingredientes del éxito que han sido
probados y la obra resulta un fracaso, y también sucede lo contrario...
XO: ¿Por qué? ¿Es el azar?
PS: Sí, hay algo de azar, hay algo de cosas
que no se pueden medir de antemano, hay elementos muy sutiles y el público es
muy delicado, es como el actor. Se está llegando a la sensibilidad de las
personas y esa sensibilidad tiene unos mecanismos muy delicados que es
imposible reducirlos a fórmulas. Es decir, me parece que, por ejemplo, por
Betty la fea no daban cinco centavos al principio, cuando yo hice Café tampoco
se esperaba que fuera lo que fue... Pero yo sí creo que hay una cosa, la individualidad
en la creación no se puede destruir, que la realización tenga un sello es muy
importante. El público se reconoce más en ese tipo de obras, el público tiende
a rechazar las cosas producidas en serie, la gente lo que quiere es una obra
transparente, fresca, sin trampas, sin que le estén poniendo zancadillitas para que la sintonice.
XO: ¿Cuál es la diferencia entre dirigir a un
actor de gran trayectoria y a uno muy nuevo? ¿Qué retos implica cada uno?
PS: Los actores de gran trayectoria pueden
ser buenos o malos... Los buenos actores generalmente más allá del texto y del guión, y a los nuevos hay que encenderles la chispa de la creación. Yo soy enemigo, siempre lo he sido, de marcar al actor, de decirle 'mire, quiero que me haga esto así y este gesto asá'. A los actores nuevos esa libertad les alimenta mucho su creatividad, cuando son creativos, desde luego, y se consiguen cosas espontáneas y muy ricas en expresión. Y en los buenos actores de trayectoria se conserva esa creatividad a la cual están acostumbrados. Hace tiempo veía yo en este programa maravilloso del Actor’s Studio, hablar de los directores que marcan minuciosamente al actor, y decían que esos directores corren el peligro de no conseguir del actor sino hasta ahí, hasta donde le marcaron. Me pareció una sabia apreciación, porque un exceso de marcación mata la posibilidad creadora y expresiva.
XO: ¿Y qué hay de las ‘estrellas’? ¿Cómo es trabajar con ellas?
PS: Las estrellas generalmente van asociadas a la belleza; son las que venden el producto -el melodrama o la telenovela- y para vender ese producto tienen que corresponder con una imagen de belleza que ya está asumida. Aquí en Colombia generalmente hay gente bella con muy buen nivel actoral, pero en otros lados no. Yo he visto en otras partes, en otros países, los actores crudos, que van del gimnasio al set. A duras penas saben leer en el apuntador. En general, aquí los actores mínimamente han pasado por una
academia para hacer unos talleres. Acá los actores que saltan del gimnasio al
set son muy pocos.
XO: Hablemos un poco del casting. Desde hace
algunos años se viene viendo no solo en televisión sino en cine, que hay un
equipo distinto al director que hace la selección del reparto, ¿usted qué opina
de eso?
PS: Yo creo que eso es propio de la
industrialización. En mi época la televisión era más artesanal, manejaba más la
obra, la producción. Ahora se dice producto; antes era la producción, que es un
concepto un poco más creativo, más artístico -entre comillas-, aunque es muy
peligroso usar esa palabra en televisión...
En estos productos que hacen ahora se ha
subdividido el trabajo, se trabaja más para el productor y se confirma algo que
nos dicen los gringos, y que leí alguna vez: que el teatro es del actor, el
cine del director y la televisión del productor, porque esta última es un
producto masivo, una producción en serie. Entonces el productor es el
representante de la empresa, está defendiendo los intereses y propendiendo por lo que quiere la empresa; es el
productor el que manda. La dirección en televisión está bastante supeditada y
un poco anquilosada. El director está a las órdenes del productor, es el
productor el que decide. A mí no me gusta, pero es propio del desarrollo
industrial.
XO: ¿Perder esa injerencia en el casting qué
representa?
PS: Es muy incómodo porque, por lo menos en
mi caso, y yo creo que a otros directores les ocurre lo mismo, estábamos acostumbrados a un manejo más total de la obra; claro que de repente uno puede
pactar, tampoco es que la cosa sea absolutamente sagrada. Lo que generalmente
no se pacta es en los protagonistas, que son elementos que, desde el punto de
vista industrial, van a vender y el director los tiene que aceptar. En los
otros roles puede haber más injerencia del director. Pero de todas maneras hay que meterse en la cabeza que ahora se
está trabajando para una industria.
XO: Usted tocó un tema que me gustaría
retomar y es esa atmósfera creativa que requiere un actor. El trabajo del actor es muy vulnerable, y
en un medio como la televisión, que es tan fuerte, ¿cómo hace un director para proteger al
actor y a esa atmósfera creativa?
PS: Es más bien una labor de armonizar esa
capacidad creadora del actor para que no se sienta frustrado o restringido, que es lo
peor. El actor es un creador, desde luego, y lo peor que le puede pasar a un
creador es que lo restrinjan. Además, hay que asumir el volumen: un actor puede
fácilmente estar grabando catorce horas y jugando con sus sentimientos,
entonces es cuestión de no presionar. En televisión acostumbran a presionar al
libretista, presionar al director; si hay alguien a quien no se puede presionar es al actor, y yo considero que
después de ocho horas de trabajo ya el rostro del actor no es el mismo. De
manera que no soy partidario de esas largas jornadas que se usan en la industria,
pues al actor se le exprime de verdad, a los protagonistas sobre todo.
XO: Hablemos de la construcción de
personajes. ¿Cómo se hace en el caso de las telenovelas en las que hay tantos
factores imprevistos, cambios repentinos en los libretos, etcétera?
PS: Acostumbro a hacer siempre una reunión
general antes y después de la etapa de preproducción con todo el elenco y el
libretista, quien ya ha pasado la descripción de los personajes por escrito.
Esta reunión final que yo hago significa en el fondo un compromiso del
libretista de que no se va a salir de unas pautas. A veces, cuando se me
permite, hago un pequeño cursillo con un maestro, como Alfonso Ortiz, que es
muy buen maestro de teatro, para que el actor
aprenda a conocer su personaje, a reconocerse y a reconocer la relación que va
a tener con los otros. Los ejercicios en los cuales los personajes se reconocen
entre sí ayudan mucho para la construcción del personaje, porque es una forma de
conocerlo.
XO: ¿Qué tan importante es para usted el
ensayo?
PS: En la grabación, no soy amigo de ensayar
mucho. Prefiero hacer una puesta total de la escena e ir a grabar. Por lo
general surgen cosas muy interesantes porque no hay peligro de mecanización.
Muchas veces se graban los ensayos, y los ensayos resultan de una gran riqueza
y cotidianidad; no se está inhibido por la idea de que se está grabando, el
actor está suelto. Yo prefiero no abusar demasiado ni de los ensayos, ni de la
marcación de los actores; prefiero jugar con una puesta en escena un poco libre, dentro de una lógica,
y que el actor aporte lo demás. Trato de que el ensayo no sea un vehículo para
que el actor se mecanice.
XO: ¿Qué ha cambiado, qué ha perdido o qué ha
ganado la dirección, con el nuevo esquema de la televisión en los últimos años?
PS: Yo creo que en primer lugar se ha
impuesto mucho el modelo del melodrama mexicano. Eso tiene el peligro de
encasillar a los personajes y colocarles unos clichés. Desde ese punto de vista
ha habido un retroceso, porque son personajes que no exigen demasiado director, son personajes
que se mueven dentro de un esquema ya dado; ahí no hay mucho que dirigir. Eso
cuenta para los diálogos, para la construcción del personaje, para todo;
entonces sí se ha perdido mucho. Aquí en Colombia, por fortuna, todavía hay
cosas rescatables que no están contaminadas de eso. Por ejemplo, La hija del
mariachi, yo no la he seguido mucho pero por las pocas cosas que he visto creo
que tiene un libreto muy inteligente. Se quiso jugar con estos elementos mexicanos, no solo
copiarlos sino hacer una cosa bien justificada, con una excelente dirección
actoral y con unos excelentes actores, porque eso sí tenemos en Colombia,
actores buenísimos. Aquí nos toca luchar para estarle haciendo el quite a esa
mexicanización o estandarización de las producciones. Yo creo que es un acicate para que el director
proponga, y viene a cuento una frase de García Márquez que dijo alguna vez: “En
Colombia estamos condenados a la originalidad”. Me consta que el primer impulso
en México es el refrito, porque son unos maestros de eso; aquí no, aquí tratamos de hacer
cosas distintas, que no se parezcan a las que ya se hicieron. Es algo que
corresponde, no sé, a nuestra idiosincrasia, no sé a qué, pero eso es lo que
nos va a salvar.
XO: Usted alguna vez dijo que la televisión
no es un arte, sino una artesanía…
PS: Sí, y echo mano siempre de una frase que
Antonio Caballero cita de Paul Valery: “El arte es mostrar lo que nunca se ha
visto”. La televisión muestra lo que ya se vio y tuvo éxito; mientras se siga
este proceso no podrá ser arte sino una artesanía, una producción en serie, sin
que sea peyorativo el término artesanía... Se pueden tener elementos artísticos, pero todo va
dirigido a producir algo que ya se hizo, a reproducir.
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