lunes, 20 de marzo de 2017

Daniel D. Flórez: Esa mirada luminosa

Este jueves 23 de marzo, familia, amigos y compañeros de Daniel Felipe nos reuniremos en la Universidad Nacional para recordarlo de la mejor manera que se nos ocurre: volviendo a ver muchas de las imágenes y a escuchar muchos de los sonidos que él creó con libertad y convicción. Rara vez ocurre que alguien se manifieste tan entero en lo que hace. Daniel batallaba para convertir el cine –su cine– en un lenguaje que le permitiera entregar su intimidad, la misma que solo podía concebir resonando con la intimidad del entero universo. Su corta filmografía, buena parte de la cual se verá este jueves en el Paraninfo Juan B. Gómez del edificio 401 de la Nacional (de 6:00 a 8:00 pm y con entrada libre), fue realizada bajo un conflicto latente entre las demandas académicas y su propia necesidad de expresar sin ataduras las "verdades" que creía ir encontrando.

En 2015 escribimos juntos un artículo "Mayolo, padre nuestro", publicado en Colombia y México y que fue, a fin de cuentas, una especie de plegaria compartida por un padre simbólico para el cine colombiano. Daniel deja también, inédito, un libro de poemas, Charcos y lagunas, y un proyecto de largometraje en desarrollo, Por ti, para que tú un día llegaras.

Daniel Felipe Díaz Flórez nació en 1991 en Bogotá. Hizo estudios de artes audiovisuales en la Universidad de la Plata en Argentina y de cine y televisión en la Escuela de la Universidad Nacional.

Despierta el órgano que ordena las colmenas,
me hago sensible a su llamado,
después de aquí no hay vuelta posible,
después de esta imagen no hay por ver,
no es posible estar más cerca.
tan lejos, tan cerca,
Padre
Daniel D. Flórez

Una cualidad define –quizá mejor que ninguna otra– los trabajos audiovisuales de Daniel D. Flórez: gravedad. Pero esta gravedad no resulta nunca una impostura o un artificio, como sí ocurre en muchos trabajos de realizadores jóvenes como él. El peso simbólico y la densidad afectiva de sus imágenes y sonidos corresponden a lo que fue su carácter. Sus documentales o ficciones, los ensayos y ejercicios, describen una trayectoria biográfica y dibujan una vida entregada al propósito de hacer emerger lo trascendente. Daniel rehuía en sus imágenes lo frívolo y lo cosmético, lo superficialmente bello, y por eso, título tras título, su corta pero precisa filmografía va encontrando un estilo que en Esa herida luminosa aparece decantado. Allí, y después, nos va a decir que ver tiene un costo, que toda revelación es una agonía. Encuadres y ángulos que obstruyen la comodidad de la mirada, narrativas alusivas, informaciones balbucientes y entrecortadas, textos que restituyen –con la hermosa precariedad de las palabras– intuiciones o epifanías.

Cada una de las imágenes construidas por Daniel, muchas de ellas logradas en colaboración con sus amigos más cercanos –Juan Carlos, Sara, Tomás, Nicolás, Natalia–, remite a un concepto o reinterpreta la intensidad de sus experiencias vitales, y las de su generación. Verlas en conjunto es acercarse a un alma, es invocar su presencia a través de la materialidad del cine, es repasar –ya completa y rebosante de sentido– la vida que vivió y las películas y directores que amó. Aunque la búsqueda de Daniel fue espiritual en el más pleno sentido de la palabra, sus imágenes están fascinadas por los objetos y seres del mundo, que él supo reencantar con su mirada luminosa.

Sara Fernández en Las uñas de los pies, cortometraje de ficción de Daniel D. Flórez.

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