Nilbio Torres es Karamakate, en El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra. |
Que la tercera película de Ciro Guerra, El abrazo de la serpiente, empiece otra vez en la cabeza y en las emociones del espectador cuando se prenden las luces de la sala y ruedan los créditos, no puede ser sino un mérito. En eso hay un indicio de que Guerra hizo una película compleja, pensada en cada detalle y que nos hace preguntas en la misma medida en que ofrece respuestas.
Lo primero que salta a la vista es la ambición de la película. El abrazo de la serpiente quiere ser "el texto de la selva", en su propósito de explicar, traducir, inventariar -como lo hacen los dos investigadores blancos que son sus protagonistas- una naturaleza descomunal, extraña y provocadora, pero se encuentra con algo mucho más problemático: "la selva como texto". Un texto vivo, móvil, en escritura permanente, hecho de imágenes y lenguas, de canciones y sueños, de experiencias y traumas.
La ambición es un tema que la propia película desarrolla, pues el encuentro de los hombres blancos con los indígenas está marcado por esa pregunta: ¿qué quieren unos de otros? ¿cuáles van a ser los "usos" de ese intercambio cultural? Como espectadores podemos sumar más interrogantes: desde dónde habla la película, cómo, sobre qué y para quién. Lo que me atrevo a sugerir en la idea de "texto de la selva" es que Guerra se propone que la selva y sus habitantes ingresen en el relato nacional, tengan su lugar en la narrativa central de Colombia. Esto es ambicioso y cuasi mesiánico, pero no se queda ahí; en ese gesto la película continúa una tradición fundadora de las narrativas americanas: la de las crónicas de viajes -y en este caso su derivación etnográfica y científica- que desde los tiempos del encuentro colonial hace varios siglos supusieron no solo el choque entre culturas sino una negociación entre realidad y fantasía, entre verdad y artificio, entre poder y conocimiento.
Ese encuentro y esa negociación, el encuentro y la negociación entre culturas que se escriben de formas distintas, difieren en sus cosmovisiones y tienen poderes asimétricos, son el tema central de la película; el mayor acierto de El abrazo de la serpiente es problematizar e historizar ese contacto, sustraerlo, por un momento, del mito, y traerlo a la razón, aunque sea para devolverlo al mito. La película tiene entonces unos dispositivos narrativos y una estructura que lucen como necesarios a esos propósitos y esa ambición. Los viajes al Amazonas del alemán Theodor Koch-Grünberg y del biólogo estadounidense Richard Evans Schultes, que inspiran la película y le ofrecen su columna vertebral, produjeron en su momento unos textos, se sirvieron de unas mediaciones (informantes nativos, traductores, entre otros) y generaron unas consecuencias: la principal de ellas fue la de inventar la selva, a la manera en que Hobsbawm hablaba de "inventar una tradición". El principal aporte que hace Ciro Guerra a esa invención de la tradición es pensar el papel del indígena en ese intercambio no como el de un simple sujeto pasivo de la historia.
En ese sentido no parece descabellada la afirmación del director sobre que Karamakate, el indígena que acompaña ese doble viaje de los hombres blancos, es "tal vez el primer protagonista indígena del cine colombiano". Si bien antes de él existió, por ejemplo, Kapax del Amazonas, la presencia de este personaje en la película de Miguel Ángel Rincón (1982) correspondió al guion de su época, los años ochenta, donde el sentido de reivindicación cultural del indígena no pasaba por los desafíos -y logros- que hoy enfrenta.
La idea del viaje doble que es un solo viaje, del norteamericano que no puede soñar y que sigue los pasos del alemán, guiados ambos por el indígena que no puede recordar porque ha perdido el lugar en su cultura, no solo parece corresponder a una cierta mitología indígena -la del chullachaqui: el cuerpo vacío o el doble vacío-; también hace posible una puesta en abismo, una narración dentro de otra narración, que es indispensable para el encuentro de la selva como texto. El desarrollo de esta noción es el punto de vista de la película.
Escrituras y re-escrituras de la historia
Contrario a una idea de naturaleza salvaje y por fuera de la historia, la película muestra una naturaleza ampliamente intervenida, escrita y re-escrita. Esa escritura no es solo una metáfora ni se reduce a uno de los resultados que produjo -y sigue produciendo- el encuentro colonial: los textos. La inscripción se da en muchos niveles y la película se cuida de mostrarlos: los árboles están marcados para facilitar la extracción del caucho, los cuerpos de los indígenas quedan marcados por la violencia, en algunos casos hasta la mutilación como se ve en el indígena "amputado" como consecuencia de la explotación de los peruanos -el tristemente célebre episodio de Casa Arana-, el Estado marca la selva con inscripciones oficiales que nombran territorios (La Chorrera) o interpretan la historia (la placa "firmada" por el presidente Rafael Reyes); y a su vez los indígenas marcan-dibujan las piedras, marcan-dibujan los cuerpos. Los blancos escriben, los indígenas narran, sueñan y cantan. Los discursos se enfrentan, las lenguas se olvidan, se proscriben y reaparecen, los mitos se actualizan y se multiplican.
En esa complejidad que le da a la selva un lugar en la historia, que siempre es un relato y una escritura, la película tiene sus mayores logros, pero también sus más visibles debilidades. Ciro Guerra quiere hacer la historia de la selva, pero por momentos se pierde en una pulsión pedagógica y enciclopédica. Entre las muchas extrañezas y perplejidades que la película produce, la principal es la de la enumeración. En la intención de inventariar mitos y tradiciones, de sumar capas, de hablar de la explotación cauchera, de las misiones y los misioneros capuchinos, de los encuentros y desencuentros de viajeros de distintos tiempos, se sacrifica profundidad y desarrollo. Algunas transformaciones de los personajes se muestran de forma simple y sumaria, los sueños y las canciones no siempre alcanzan carácter y entidad y se corre el riesgo de que entre tantos mitos y relatos, ninguno de ellos se imponga e individualice.
Frente a semejante selva de símbolos la única opción de la conciencia parece el delirio y la alucinación. Ese delirio, que es un tropos para hablar de la selva y que aparece en las sagas literarias y cinematográficas desde La Vorágine hasta Vargas Llosa, y desde Glauber Rocha hasta Werner Herzog, El abrazo de la serpiente lo encuentra de forma necesaria y natural, por ejemplo en el episodio del (falso) Mesías, pero no lo asume hasta sus últimas consecuencias ni lo integra "suficientemente" a la narrativa y el estilo de la película. En lo personal, lamento esa decisión.
Ciro Guerra quiere contar otras cosas y llegar a otras soluciones; como en Los viajes del viento, le interesa hablar de la transmisión del conocimiento y proponer el "retorno del mito" como solución a la crisis de sus personajes y, me atrevo a decir, a la crisis de nuestra sociedad. El mito condensa en una extraordinaria unidad de sentido lo que por fuera de él es disperso, enciclopédico. El mito también es una pedagogía y parece claro, no solo en la película sino en las entrevistas y en su posición frente a la obra, que Ciro Guerra quiere ser un pedagogo y que habla desde ese lugar. Lo hizo en La sombra del caminante (2005) proponiendo una salida, desde el cara a cara entre una víctima y un victimario, al largo conflicto colombiano, es decir, haciendo una pedagogía de la reconciliación. Lo hizo en Los viajes del viento (2009), y lo vuelve a repetir en El abrazo de la serpiente, en torno a las ideas de tradición y transmisión.
Que esa transmisión ocurra de indígena a blanco es una decisión muy perturbadora de la película, pues sugiere cosas muy ambivalentes. Por un lado la repetición de la narrativa del indígena salvado por el blanco, pero quizá algo mucho más complejo: un sentido de desesperación histórica de los pueblos indígenas ante la inminencia de su desaparición que hay que entender como situado en la época en que ocurre la película, la de unos intercambios estratégicos entre indígenas y blancos, pero que no corresponde a la situación actual, donde hay otro tipo de empoderamiento político-cultural indígena que no excluye nuevas formas de colonización y relación entre los dos mundos que pasan por la afirmación identitaria, el neoecologismo, el neorromanticismo y la depredación capitalista.
La pedagogía también entraña una voluntad de traducción y divulgación: en principio para nosotros los colombianos, y como consecuencia para públicos extranjeros. O tal vez al contrario. (Pero eso pertenece a la recepción de la película, a los premios que ha obtenido y obtendrá, y de eso se ha hablado en otros momentos). Ojalá esa vocación de hacer textos pedagógicos sobre los que con frecuencia está suspendida la amenaza de la simplificación siempre esté acompañada, como en este caso, de la humildad para reconocer los textos mayores o matrices, la tradición en la que estos textos nuevos se integran, y los límites que nos imponen.
Quisiera ser muy claro sobre esto último: la selva amazónica ha producido infinidad de textos y escrituras, entre ellos esta película. No hay que caer en la trampa de ver El abrazo de la serpiente como un descubrimiento de la selva ni hacerle el juego a quienes suponen que el cine en particular, y el conocimiento en general, tiene un papel redentor. Eso sería demagogia mayúscula, y sabemos muy bien quiénes lo aprovecharían. La película de Ciro Guerra es un texto entre textos, un intertexto, una imagen que está hecha de imágenes previas y que reaparecerá en imágenes futuras.
Ver trailer:
Anoche entre sueños pensé que la película tiene un mensaje muy peligroso, que es un mismo lugar común, histórico: hace ver esas culturas como extintas, solo míticas. Los que quedan aparecen como víctimas del encuentro con el blanco, empobrecidos, devastados, traumatizados, aculturados. Y por supuesto hace desaparecer todos los esfuerzos de resistencia pasiva y creativa de todos ellos. Y el ejercicio continuo de la memoria en sus tradiciones (que ya sabemos que no tienen que ser puras). Es injusta y muy parcial.
ResponderEliminarSí hay lenguas, historias y tradiciones vivas en el Amazonas, por más que se hayan perdido muchas. Y hay cantos.
Es muy peligroso que se piense que no las hay. Actualiza el argumento de siempre para ejercer la llamada violencia epistémica sobre ellos, una vez más. Además de las otras violencias. Un codiciado Amazonas biodiverso sin culturas ni memoria.
Decir que no existen y que no tienen memoria es una enorme irresponsabilidad.
Es una película muy para blancos.
Pedro Adrian, considero que la película es buena, en especial por que no cae en formulas facilistas(no tiene al patriarca viejo y machista, no hay niños malnutridos y mal pagados por producción, ni planos contemplativos mal hechos, ni el montaje de serie de RCN, ni al campesino pobretón, ni pone a los actores a hacer cara de pendejos, a hablar pasito o no decir nada toda la película, que bueno que no trata los temas de conflicto como un cobarde), hecho que debo resaltar del serio y muy comprometido Ciro Guerra. Sin embargo considero que es simplemente un buen intento, no inflemos algo que no es, demole tiempo al señor Ciro para que siga formandose, seguro los siguientes intentos serán igual de buenos y espero que mejores que este.
ResponderEliminarLa película tiene problemas de narrativa y dramaturgia evidentes.
Creo que esta película no quedara en la cabeza de nadie, tal vez en la de los estudiantes de video y video de las paupérrimas escuelas del país, o en las de los muchos malos prospectos a realizadores que sueñan con dar (al igual que Ciro) lamparazos en la farandula de noticias caracol, e impresionar a sus primos y a los amigos de sus padres haciendo películas malas, malgastando en basura los estímulos monetarios de fondos de realización. No hagamos lo que el periodismo deportivo hizo con el poco talentoso James Rodriguez, no creamos que tenemos un genio cuando en realidad tenemos a una persona en formación. No seamos tan colochos.
Pedro, pero entonces después de haber visto la película, ¿cómo la relaciona con su texto del 28 de abril sobre el autoexotismo con el que el tercer mundo se presenta en los festivales del Norte? ¿Considera que sigue en pie la afirmación que hizo en aquel texto de que "...el cineasta colombiano está clamando por su lugar en el espacio social, un lugar excepcional, el suyo propio antes que nada y como consecuencia, el lugar del arte."?
ResponderEliminarÁngela, ¿cómo no podría ser esta película "muy para blancos"? ¿Te refieres con eso a que se cambien las condiciones del diálogo entre culturas que ahí se expone, o a que no haya diálogo del todo, a que se elimine lo que Pedro denomina "reconciliación" o "pedagogía" para blancos?
ResponderEliminarAnónimo 1, ¿por qué considera que la película tiene problemas de narrativa y dramaturgia evidentes? ¿Por qué cree que "no quedará en la cabeza de nadie a excepción de estudiantes o prospectos de realizadores? ¿Qué se necesita para quedar en la cabeza de alguien o de otros grupos diferentes al mencionado?
ResponderEliminarCreo que Ciro Guerra es un caso ejemplar de cineasta que busca su lugar en el espacio social. Y lo específico de su búsqueda es lo que, dentro del texto, llamo pedagógico: una función pedagógica del cine. En las entrevistas siempre insiste en una especie de responsabilidad del cine. Me parece que tanto él como otros cineastas colombianos exageran al atribuirse tales responsabilidades, y que es más un discurso estratégico y de corrección política. Hay que volver a las obras, es lo que los cineastas tienen para decir. Por de otro lado, lo que llamo pedagogía de la reconciliación lo digo en relación con "La sombra del caminante" no con "El abrazo de la serpiente".
ResponderEliminarQue no haya diálogo me parece fascinante. No creo que estemos en capacidad. Ademas, diálogo es una categoría, un concepto, una forma, excesivamente occidental, innecesaria y superflua para la existencia y la representación de lo amazónico.
ResponderEliminarÁngela, entonces, de no hacerse con las diversas formas de pensar, representar proceder de las mismas culturas amazónicas, ¿sería mejor no hacer nada? ¿No llevaría eso al aislamiento total? ¿Qué piensas del episodio de la brújula con la que se queda el grupo que visitan los personajes y la forma en que fue planteado?
ResponderEliminar¿No podrían, simplemente, dedicarse a gozar esta buena y hermosísima película? Seguramente, algunos intelectuales preferirían en cartelera mas Mad Max 2 ó 5 ó 18, o el caso de posesión diabólica número 5270, o más películas infantiles que, parece ser, son las que algunos adultos disfrutan.
ResponderEliminarEL ABRAZO DE LA SERPIENTE es una obra maravillosa, mágica, tiene algo único, misterioso y gigantesco que aún no logro descifrar. Estoy seguro que esta película trascenderá en el tiempo y quedará por muchos años como referente de la mejor cinematografía de Latinoamérica. Creo que Colombia debe sentirse orgullosa de haber parido a un cineasta del talento y de la talla artística de Ciro Guerra.
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