jueves, 14 de octubre de 2010

Los autoengaños de la Semana del Cine Colombiano

El próximo martes empieza “la semana más grande del año”: los veinte días que van entre el 19 de octubre y el 7 de noviembre, fechas oficiales de partida y cierre, respectivamente, de la Semana del Cine Colombiano.

Pasando por alto la anterior contradicción matemática, obvia pero intrascendente, quisiera detenerme en los autoengaños “mayores” en torno a los cuales diversas entidades públicas y privadas, lideradas por el Ministerio de Cultura y Proimágenes en Movimiento, han promovido esta Semana Mayor. Y lo hago como un transeúnte cualquiera que fue sorprendido en la calle por la publicidad del evento, pero también como un espectador informado y atento del cine nacional.

El afiche oficial incluye algunas cifras que buscan informarnos y convencernos del extraordinario momento por el que atraviesan nuestras películas. Para empezar, me gustaría saber a qué lapso de tiempo se refieren estas cifras. ¿A los 95 años de ininterrumpida producción de cine colombiano, desde el que pudo haber sido su primer y malogrado largometraje: El drama del 15 de octubre? ¿Al periodo 2002-2010 que representa para las mayorías democráticas la refundación simbólica de la patria? ¿Al pequeño intervalo en el que ha operado la Ley de Cine (2004-2010)?





Porque estoy familiarizado con las cifras en cuestión sé que corresponden a lo último; lo que quiere decir que nuestras autoridades cinematográficas –finalmente las responsables del evento– participan de la misma desmemoria de la que acusan al espectador medio, a la “gente” y al “pueblo”. Para tales autoridades, parece que el cine colombiano empezó hace poco más de un lustro. Lo demás –varios cientos de largometrajes en cine y video– pertenece según ellas a una prehistoria prescindible sino es que digna del más sincero desprecio.


Aclarado este punto, veamos las cifras. Se habla de 10 películas y 1.900.000 espectadores por año, lo que de acuerdo con otra simple operación matemática da un promedio de 190.000 espectadores por película. Poco, si se considera que una película nacional estándar tiene un costo que puede bordear el millón de dólares. Con menos de 200.000 espectadores, semejante inversión, incluidos los aportes mixtos públicos y privados, es imposible de recuperar en el mercado doméstico, el único que tiene verdadero peso frente a un mercado internacional exiguo para nuestras películas. Y más poco aún, si se considera que un gran estreno norteamericano –los llamados blockbusters–, individualmente, en esta era de proyecciones en 3D, se aproxima a 1.500.000 espectadores, cuando no los supera.

En la anterior cifra se omite además –sí, ya sé que es publicidad pero sería deseable que tuvieran más respeto por los ciudadanos– que ese 1.900.000 espectadores corresponde a un promedio de los últimos años que en 2008 y 2009 muestra una preocupante y ostentosa tendencia a la baja. “De un promedio de 200.000 espectadores en el año 2005, pasamos a menos de 40.000 en el año 2009; de un 14% del público total de espectadores en todas las salas del país, se pasó al 4%”, dice Víctor Gaviria en el catálogo del último Festival de Cine Colombiano (Medellín, 2010). Nada que celebrar entonces en el trasfondo de esta primera cifra, aunque sí una advertencia para el que tenga oídos: “Hay que hacer películas baratas”, evidencia imposible de atender en la pretenciosa (y mafiosa) Colombia de nuestros días.

La segunda cifra es otra manipulación informativa: “57 producciones han recibido 106 premios en 40 festivales”. Pregunto a las autoridades cinematográficas colombianas si ellas consideran con el mismo rasero a todos los premios de todos los festivales. Entiendo que no, ya que tienen un ranking interno que jerarquiza los eventos de acuerdo con una lógica internacionalmente reconocida. La desconsoladora verdad detrás de esta cifra es que desde 1998, con La vendedora de rosas, ninguna película colombiana ha sido escogida para la Selección Oficial en competencia por la Palma de Oro del Festival de Cannes, el más importante del mundo; y que la participación de películas nacionales en los festivales clase A, o sea los más exigentes en su selección –entre ellos Berlín o San Sebastián–, es bastante esporádica. Ni que decir de nuestra participación en la palmarés de estos eventos. Nada que celebrar tampoco en este punto, salvo la constatación de que el cine colombiano es esencialmente invisible por fuera de las pantallas nacionales –aunque en ellas también– y que alguna mala imagen del país que sobrevive en el exterior es más responsabilidad de las narco-FARC, los narcoparamilitares y los poco delicados gobiernos que han provocado nuestra hecatombe social.

De la tercera cifra apenas me permito opinar, porque no soy economista, pero extiendo la pregunta a los que sí lo son: se habla de $38.000 millones en estímulos y programas apoyados (con dineros parafiscales, valga aclarar) más inversiones y donaciones privadas de $48.630 millones en 70 proyectos, que en total han generado 7.000 empleos. Economistas: ¿esta relación entre inversiones y generación de empleo es digna de celebrar? Pero antes de contestar, investiguemos cuál es la calidad de esos empleos o qué nivel de formalización o estabilidad tienen. ¿Se trata de empleos temporales y sin seguridad social, que aprovechan una inmensa y barata mano de obra que casi nada significa en el presupuesto total de las películas?
El cine colombiano ha sido, es y seguramente será siempre un fracaso industrial. Pero es un hecho culturalmente relevante que ha merecido el empeño de infinidad de hombres y mujeres con aspiraciones legítimas de integrarse al cuerpo social, ya sea como artistas, técnicos, empresarios de la cultura, periodistas, gestores o investigadores.

Sí hay cine colombiano

Y hay un público para ese cine: lo acabo de ver en San Andrés en el Seaflower Fest, donde 120 espectadores “sin formación” estuvieron asombrosamente conectados con El vuelco del cangrejo en la sala El Faro del Hotel Tiuna, lo veo en mis clases de cine colombiano, en los cineclubes a los que ocasionalmente asisto (mirados como una maldición por las autoridades cinematográficas colombianas), en la mente colectiva donde muchas películas nacionales despiertan asombros, incomodidades y revelaciones. No veo ese público en las salas comerciales donde estas mismas películas no merecen más que comentarios la mayoría de las veces llenos de la autocomplacencia y el desprecio de quienes pagan por una mercancía y quieren un placer fácil e inmediato.

En un hipotético futuro, quien quiera saber cómo se vivía en la Colombia de hace un siglo o de aquí y ahora, qué nos obsesionaba o qué queríamos ocultar (si es que una cosa no es igual a la otra) tendrá que ver Alma provinciana, de Félix J. Rodríguez; Bajo la tierra, de Santiago García; Oiga Vea de Luis Ospina y Carlos Mayolo; Nuestra voz de tierra, memoria y futuro, de Marta Rodríguez; Carne de tu carne, del mismo Mayolo; Pepos, de Jorge Aldana; Rodrigo D., de Víctor Gaviria; La mujer del piso alto, de Ricardo Coral-Dorado; El proyecto del Diablo, de Óscar Campo; Pequeñas voces, de Jairo Carrillo; La cerca, de Rubén Mendoza; La sombra del caminante, de Ciro Guerra; Apocalípsur, de Javier Mejía, o El vuelco del cangrejo, de Óscar Ruiz Navia.

Todas estas películas fueron fracasos comerciales pero son también el testimonio de una vida compartida en la locura, la violencia, el amor o el enfado. Pero esa memoria común no dice nada a quienes nos gobiernan. En vez de eso la cifra sesgada y mentirosa. El Estado debería apoyar el cine colombiano a pesar de su ostensible fracaso industrial o precisamente por eso. De no hacerlo, el cine caerá sólo en las manos de quienes trafican con nuestras pasiones más bajas, medran en nuestros instintos y se sostienen en nuestra necesidad de eliminar –simbólicamente o de hecho– al otro. Y no habrá contrapeso, sino la más ramplona y peligrosa uniformidad. Pero si el Estado y sus representantes –gente de carne y hueso– hablan el mismo lenguaje de esos traficantes y comparten sus intereses, ¿qué será de nosotros? Si no es así deberían seguir el ejemplo de las buenas señoras: no sólo ser honestas sino parecerlo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

En un hipotético futuro van a saber fácilmente como vivimos al revisar el archivo histórico de nuestras vidas que queda en Internet. Los emails, las paginas, las fotos, los videos y toda esta amalgama de información que permite construir un muy buen testimonio de nuestras vidas.

Camilo García dijo...

Maestro Pedro primero mi saludo porque gracias a usted -hace 3 años asistí a la cátedra de historia en el museo nacional y que ese año el tema fue cine- hoy por hoy quiero más el cine en general y el colombiano, es muy cierto lo que dice frente a lo que usted llama autoengaños, hay que decir que cada cual se "come" sus mentiras y por otra parte que -es obvio- que esta semana del cine que es MUY incipiente (como casi todo nuestro cinema) busca vender ese producto y que salvo los especialistas "el común" creeria esos datos... entonces desde la forma de vender seria "valido" aunque claro es publicidad engañosa... en fin eso por un lado, finalmente creo que esta semana es clave por ejemplo por los eventos que se realizan -es fundamental que tengan entrada libre y que podamos asistir los que amamos este rollo y solo somos aficionados y-o espectadores- y meternos más en el rollo, es clave que por ejemplo esta semana en la cinemateca distrital habrá películas gratis y en otro contexto que no es el de los multiplex que a veces se queda en la vorágine de la "autocomplacencia" el solo hecho de que la semana logre traer gente nueva a ver el cine ya es un logro "per ser" y ahora si para cerrar comparto su preocupación sobre ver nuestro cine, a mi me afana que quienes conforman el "nuevo cine colombiano" muchas veces no conocen NADA de los proceres -eso fueron los locos geniales como los Di Domenico-Acevedo-Schroeder- etc- de nuestro cine, una cuestión jodida.

Maestro espero aprender más de usted en el encuentro de investigadores de cine que se hará en la luis ángel la próxima semana, un saludo.

Anónimo dijo...

Muy buen texto. Para cuándo una reseña crítica de "la sociedad del semaforo"?

Anónimo dijo...

Me sorprende su bello texto, ¿por que me sorprende?porque tiene ternura y respeto por nuestro cine que lo somos así "somos cine" asi traten de quitarnos hasta la nacionalidad,yo no soy otro "yo"asi haya sido relegado en la administración de David Melo y en general por todas esta burocracias de pelechadores del erario publico a las cuales no considero que representen absolutamente el alma del cine colombiano, el cine es un termino demasiado grande para ser de una organización de un critico o de un intelectual, entonces tu texto es valiente y lo celebro pero no responde a una completa sinceridad historia es de momento.Usted que piensa que la mentalidad cultural francesa incluida la del festival de Cannes que es una mentalidad en esencia de burocracia rosquera es la paradigmatica para aquí, esta gravemente equivocado,su pedanteria de intelectualoide no siempre funciona, ¿en cual empresa estatal esta pelechando ahora David melo?, es lamentable como algunos afrancesados creen que esta mentalidad de burócratas rosqueros es la indicada.

Anónimo dijo...

PEDRO ESTA LLORANDO PORQUE ESTA HUERFANO DE PODER SIN PODER PELECHAR DEL ERARIO PUBLICO

Anónimo dijo...

Me sorprende su bello texto, ¿por que me sorprende?porque tiene ternura y respeto por nuestro cine que lo somos así "somos cine" asi traten de quitarnos hasta la nacionalidad,yo no soy otro "yo"asi haya sido relegado en la administración de David Melo y en general por todas esta burocracias de pelechadores del erario publico a las cuales no considero que representen absolutamente el alma del cine colombiano, el cine es un termino demasiado grande para ser de una organización de un critico o de un intelectual, entonces tu texto es valiente y lo celebro pero no responde a una completa sinceridad historia es de momento.Usted que piensa que la mentalidad cultural francesa incluida la del festival de Cannes que es una mentalidad en esencia de burocracia rosquera es la paradigmatica para aquí, esta gravemente equivocado,su pedanteria de intelectualoide no siempre funciona, ¿en cual empresa estatal esta pelechando ahora David melo?, es lamentable como algunos afrancesados creen que esta mentalidad de burócratas rosqueros es la indicada.

Anónimo dijo...

Saludos. A la dirección nacional de cinematografía le dicen Dirección ANAL de cinematografía por la cantidad de homosexuales que trabajan en ella, por algo Pedrito Adrian paso por allí. Pero más allá de preferencias sexuales, el texto de Zuluaga dice muchas verdades; el cine nacional es un fracaso porque somos un país fracasado; no solo el cine es un fracaso, el teatro es un fracaso, la arquitectura es un fracaso, la salud es un fracaso, los mezquinos y pobretones colombianos somos un fracaso. Las narrativas son reflejo de los pueblos, por algo hacemos el cine que hacemos. ¿Se deberían acabar los estímulos al cine? Claro que sí, pero que nadie crea que el dinero que se malgasta hoy en el cine irá a parar a hospitales, carreteras, o infraestructura, no, ese dinerito pasará a sumarse a los millonarios estímulos que ya reciben nuestros corruptos políticos, cuyos presupuestos superan en miles de millones a los de dirección de cinematografía. He dicho.

Anónimo dijo...

La homofobia del anonimo analnonimo me averguenza destruye todo eso de los estímulos ha sido grandioso mas de uno ha sido estimulado y ha parido obras buenas la gran mayoría compran ipod, motos y lo que quieran pero la política de estímulos ha traído buenos resultados lastima que yo no tengo ipood, por ultimo me avergüenza ser estimulador de alguna forma de comentarios homofobicos yo soy roscon y a mi no me han estimulado en la division de cine de mincultura

Anónimo dijo...

El cine colombiano es una simple anécdota, no tenemos la identidad suficiente para hacer arte comercialmente viable.

Un anónimo de arriba (me sorprende su bello texto...) acusa al que escribió esto de intelectualoide afrancesado, no digo que no lo sea, pero la gente pide resultados y que una película de acá se gane el premio de no se que de fans de la guerra de las galaxias evidentemente no tiene el mismo peso que cannes.

El arte es el reflejo de los pueblos y este pueblo esta en la olla y su arte también.